Ciclo A
Textos: Isaías 7,10-14; Romanos 1, 1-7; Mateo 1,18-24
Antonio Rivero, L.C. Doctor en Teología Espiritual, profesor en el Noviciado de la Legión de Cristo en Monterrey (México) y asistente del Centro Sacerdotal Logos en México y Centroamérica, para la formación de sacerdotes diocesanos.
Idea principal: ese Dios que nace es Dios-con-nosotros, Emmanu-El. Hagámosle un lugar en nuestro corazón, como María, como José, como los pastores, como los Magos.
Resumen del mensaje: Después de habernos invitado a despertar (primer domingo de adviento), a convertirnos (segundo domingo), a alegrarnos (tercer domingo), hoy Dios nos invita a mirar a María, pues por Ella nos vino el Enmanuel (primera lectura y evangelio), para renovar nuestro mundo y nuestros corazones, cegados por tanto pecado (segunda lectura) y a acoger a su Hijo Jesús en nuestro corazón.
Puntos de la idea principal:
En primer lugar, ese Dios que viene a través de María no sólo es “el Dios que es…el que está…el que ve el dolor de su pueblo” sino que es el “Dios con nosotros que nos salva” (primera lectura y evangelio). Dios hecho hombre, de la estirpe de David (segunda lectura), cuyo último eslabón será José. Es Emmanu-El. Jesús es “Emmanu”, es decir, “con nosotros”; es uno de nosotros, nuestro hermano. Pero Jesús también es “El”, es decir, Dios. Si fuera sólo “con nosotros”, pero no fuera “Dios”, no podría salvarnos. Si fuera sólo “Dios”, pero no “con nosotros”, su salvación no nos interesaría; él también habría quedado como un Dios desconocido, lejos de las esperanzas del hombre. Don gratuito de Dios a María y a la humanidad. Esto ha sido posible “por obra del Espíritu Santo”, lo cual significa que está en marcha una “nueva creación”. Este es el misterio teológico y profundo de la Navidad: de Dios Altísimo se ha vuelto un Dios próximo, un Dios para los hombres. En la primera creación, Dios nos hablaba a distancia, por los profetas. Ahora, en la nueva creación, es un Dios que nos habla al corazón por su Hijo.
En segundo lugar, fijemos la mirada en María, de quien nos vino el Emmanuel. Se dejó invadir por el Espíritu y por el misterio. Embarazada de Dios, sin perder la virginidad. Ese Emmanuel fue creciendo en María, gracias a su fe, esperanza y caridad. Ella llevaba a ese Emmanuel en su mente, en su corazón, en su afecto y en su voluntad. Nunca se separó de Él.
Finalmente, si Dios está con nosotros y es el Emmanu-El, nada ni nadie puede separarnos de Él. Eso sí, nosotros podemos volverle la espalda, vivir como si Él nunca hubiera venido, como si no hubiese hablado (segunda lectura). No nos sirve de nada ni siquiera que Dios esté con nosotros, si nos negamos a estar con Él, de su parte. Por eso, la Navidad es una ocasión para volver a sentir la necesidad de este Salvador. Y esta salvación nos la ofrece en cada Eucaristía y en la confesión.
Para reflexionar: Dejar a este Emmanu-El que nazca en nuestra alma y que esté con nosotros en casa, en nuestro trabajo, en nuestras empresas, en nuestros proyectos. Sólo en Él está la salvación y la auténtica liberación. Y con Él alcanzaremos la santidad, la gracia y la paz (segunda lectura). El Espíritu Santo hizo posible este milagro. ¿Cómo es mi relación con el Espíritu Santo?
Para rezar: Quédate con nosotros, Señor, esta noche. Te he hecho lugar en mi corazón, lo he limpiado. Quédate para adorar, alabar y dar gracias al Padre por nosotros, mientras dormimos; que baje del cielo tu Misericordia sobre el mundo. Sé nuestro Emmanuel eterno desde el silencio del Sagrario, y nada temeremos. Sálvanos, Señor, y danos tu amor. Amén.
Les comparto la famosa poesía del poeta español José María Pemán (1897-1981) sobre el Posadero de Belén:
¡He!, Tú, ¡posadero!
¿No habrá una habitación para esta noche?
– Ninguna cama libre. Todo lleno.
Y Dios pasó de largo, qué pena posadero.
Todo hubiera sido de otro modo:
las estrellas columpiándose por tus aleros;
los ángeles cantando en tus balcones;
los Reyes magos perfumando tu patio con incienso,
y en tu fonda, el divino alumbramiento.
Pero: “No queda sitio, ni una cama; lo tengo todo lleno”.
Y Dios pasó de largo, ¡Qué pena, posadero!
Hubieras liquidado, por cierre, tu negocio.
No hay sitio para huéspedes, cuando Dios está dentro.
Dios va ocupando habitación tras habitación,
hasta invadir el corazón entero.
Cerrarías la fonda, pues Dios te reclamaba
toda tu casa para el Evangelio.
Pero: “No queda sitio, ni una cama; lo tengo todo lleno”.
Y Dios pasó de largo, ¡Qué pena, posadero!
El Evangelio empieza ante la puerta
de una fonda en Belén. Y un posadero.
Y el Evangelio sigue reclamando hospedaje:
– “Sólo para esta noche”.
– “No hay sitio: todo lleno”
¿Será mía la fonda? ¿seré yo el posadero?
La mano que llamaba a mi puerta, ¿no sería la estrella
de Belén con aserrín de carpintero?
Si ya no tengo sitio. Y si está todo lleno.
Si Dios pasó de largo ¡Qué pena posadero!
Para cualquier duda, pregunta o sugerencia, aquí tienen el email del padre Antonio, arivero@legionaries.org