MISA DE NAVIDAD
Ciclo A
Textos: Isaías 52, 7-10; Hebreos 1, 1-6; Juan 1, 1-18
Antonio Rivero, L.C. Doctor en Teología Espiritual, profesor en el Noviciado de la Legión de Cristo en Monterrey (México) y asistente del Centro Sacerdotal Logos en México y Centroamérica, para la formación de sacerdotes diocesanos.
Idea principal: Cristo es la Palabra definitiva y última que pronunció Dios Padre.
Resumen del mensaje: Ese Niño que nace en Belén es la Palabra definitiva del Padre que nos trae un mensaje clarísimo, nítido, inteligible y consolador para todos: Dios nos ama, nos quiere salvar y hacernos partícipes de la filiación divina por la gracia. Las frases de los Santos Padres son muy atrevidas: “Dios se hace hombre para que el hombre se haga Dios por la gracia y participe en la vida divina… El hombre es un ser que ha recibido la orden de hacerse Dios… Yo soy hombre por naturaleza y Dios por la gracia”.
Puntos de la idea principal:
En primer lugar, Dios había hablado en épocas pasadas por otros mensajeros –los profetas-, pero ahora lo hace directamente por su Hijo al que ha nombrado heredero de todo, que es reflejo de su gloria, impronta de su ser, creador (segunda lectura). Palabra que anunciará la buena noticia; pregonará el derecho, la justicia y la paz; nos consolará, nos rescatará y purificará (primera y segunda lectura). Palabra que es Dios, vida, luz, y que se encarnó para hacerse audible, inteligible, habitar entre nosotros y hacernos partícipes de la filiación divina a través de la gracia (evangelio). Palabra ya definitiva, última, perfecta; no esperemos otra. Esta Palabra explicará todo y dará razón de todo y a todos, sin excepción.
En segundo lugar, esa Palabra definitiva necesita unos oídos nuevos que la escuchen; una mente abierta que la entienda y se deje iluminar por la luz de la fe; un corazón limpio que la rumie y la interiorice y la haga fecundar; una voluntad decidida para poner en práctica lo que esa Palabra le pide; una lengua sin trabas que, como auténtico mensajero, la transmita por todas partes con alegría, integridad y sin tergiversar ni manipular.
Finalmente, como consecuencia, quien, pudiendo, no escuche o no acepte esa Palabra y la reciba con amor y libertad, quedará en la oscuridad, caerá en el error, sufrirá la tristeza, seguirá en la esclavitud. Por lo mismo, no tendrá Navidad en su corazón. No podrá contagiar la alegría y la esperanza que esa Palabra trae a todos. No está salvado.
Para reflexionar: ¿Qué tengo en mis oídos que me impide escuchar esa Palabra? ¿Qué prejuicios hay en mi mente que se cierra a esta Palabra? ¿Por qué no se fecunda esa Palabra en mi corazón? ¿Por qué mi voluntad está presa a mil esclavitudes? ¿De qué esclavitudes tiene Dios que salvarme este año: materialismo, egoísmo, pesimismo, intolerancia, rencor, pereza, sensualidad, violencia?
Para rezar: Me pongo de rodillas, Señor, y escucho tu Palabra. Que tu Palabra se anide en mi corazón, la asimile, me transforme, me santifique, y así pueda llevarla por todos los rincones del mundo. Amén.
Para cualquier duda, pregunta o sugerencia, aquí tienen el email del padre Antonio, arivero@legionaries.org