(zenit – 18 mayo 2020)-. ¿Cómo puede uno tratar de comprender, de manera algo rápida, las innumerables formas en que un amado pontífice, genio y ahora santo, cambió el mundo durante su pontificado de 26 años que finalizó el 2 de abril de 2005, el Domingo de la Divina Misericordia?.
Un nuevo libro de Patrick Novecosky, titulado 100 Maneras en que Juan Pablo II cambió el mundo y editado por Our Sunday Visitor, busca hacer precisamente eso, y se publica oficialmente el lunes 18 de mayo, fecha que marca el 100° aniversario del nacimiento del pontífice polaco.
Este periodista católico estadounidense que ha viajado a 26 países, se reunió con el Papa san Juan Pablo II cinco veces, a menudo en lugares privados en Roma, y es esposo y padre de cinco hijos.
El galardonado comunicador ha editado y escrito para algunas de las principales publicaciones católicas de los Estados Unidos y ha sido publicado en cinco idiomas. Patrick es socio gerente en NovaMedia, firma de relaciones públicas especializada en el campo católico.
Destrozando el molde
En su libro examina, en una o dos páginas por capítulo, la educación notable y difícil del amado Papa místico. Recordando sus amistades inolvidables, así como los momentos menos conocidos, también examina su impacto en el mundo, incluida una fuerza increíblemente importante en el eventual colapso del comunismo en Polonia y Europa del Este.
El pontífice que hizo 104 viajes y viajó lo suficiente como para, con 775.000 millas, haber dado la vuelta al planeta “30 veces”, cubrió dos tercios de los países del mundo, y podría decirse que es “la persona más vista en la historia”. Como recuerda el autor, el papa Pablo VI fue el primer papa en “romper el molde” con sus viajes internacionales, pero Juan Pablo II “lo destrozó”. El pontífice visitó casi toda África durante el transcurso de 14 viajes y, además de establecer importantes nombramientos para la iglesia, canonizó a varios santos africanos.
También habló sobre la afinidad del papa por los Estados Unidos, donde realizó cinco visitas oficiales, con paradas incluso en Alaska. Expresó su agradecimiento por la “cálida hospitalidad” del pueblo estadounidense.
El autor aporta una mirada tierna a las amistades del papa Juan Pablo II, incluso con la madre Teresa de Calcuta, el presidente de los Estados Unidos Ronald Reagan, el padre Pio, el cardenal Stefan Wyszyński (su superior, el primado de Polonia, cuando el cardenal Wojtyla era arzobispo de Cracovia), la hermana Faustina Kowalska y el arzobispo Fulton Sheen.
En 1984, el papa polaco y el presidente Reagan habían establecido relaciones diplomáticas plenas entre los Estados Unidos y la Santa Sede.
Mi mejor amigo…
En 1989, el ex presidente Ronald Reagan, según las notas del libro, recibió a dos representantes de los sindicatos polacos estadounidenses y de Solidarność [Solidaridad], cuyo movimiento, apoyado por Juan Pablo II y el ex presidente de los Estados Unidos, constituyó el primer sindicato independiente en el bloque soviético y contribuyó con “la primera grieta en la Cortina de Hierro, y envió ondas de choque en toda la Unión Soviética” a partir de la visita del papa polaco en 1979 a su país natal.
Cuando le pidieron a Reagan palabras de sabiduría política para los miembros de Solidarność, les dijo que escucharan su conciencia, ya que allí es donde el Espíritu Santo te habla.
Reagan luego señaló una foto de Juan Pablo: “Él es mi mejor amigo. Sí, sabéis que soy protestante, pero él sigue siendo mi mejor amigo”, dijo el ex-presidente estadunidense.
Sanación milagrosa …
El padre Pio también tuvo una amistad muy entrañable con Juan Pablo II, confiándole detalles a Wojtyla que nunca le contó a otros.
“Durante una visita a Roma en 1962”, relata el libro, “el arzobispo Wojtyla se enteró de que uno de sus amigos polacos estaba muriendo”. Le escribió al Padre Pío, pidiéndole su intercesión. La carta fue entregada personalmente al fraile, quien, según los informes, respondió: “No puedo decir que no a esta solicitud”.
“Once días después, Wojtyla le envió a Pio una segunda carta agradeciéndole su intercesión”: ‘La mujer que estaba enferma de cáncer fue sanada repentinamente antes de entrar al quirófano’».
Estatuas en Polonia para conmemorar
La primera vez que Wyszyński y Juan Pablo II se conocieron después de su elección como sucesor de Pedro, recuerda también Novecosky, se convirtió en “uno de los momentos más conmovedores” de su pontificado.
“El cardenal polaco se acercó al nuevo papa para besar su anillo en la plaza de San Pedro el día de su inauguración, pero Juan Pablo se levantó rápidamente, abrazó a su mentor y besó su mejilla”, dijo, observando que ahora cientos de estatuas en Polonia conmemoran el momento.
El libro también reflexiona sobre el vínculo especial y la amistad que tuvo con Joseph Ratzinger, que comenzó en 1978 durante el cónclave donde se elegiría a Juan Pablo I (Albino Luciani), y eso conduciría a que Wojtyla finalmente convirtiera a Ratzinger en su confidente más cercano, y a que este se quedara, incluso cuando le hubiera gustado ir casam en su Bavaria natal. El autor relata cómo los dos solían reunirse todos los viernes por la noche a las 6 en punto cuando Ratzinger era prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, no solo como colaboradores, sino también como queridos amigos.
“Una fábrica de santos”, o reconociendo la santidad
El libro recuerda que algunos acusaron al Vaticano bajo este papado de ser una “fábrica de santos”.
“En el transcurso de su papado, Juan Pablo II canonizó a 482 santos, más que todos los papas de los 500 años anteriores juntos, y beatificó a 1.341 hombres y mujeres”, explica el autor. Algunos de esos santos son el padre Pio, Maximilian Kolbe, Edith Stein, Faustina Kowalska y Katherine Drexel.
Recuerda que el Papa, cuyo legado sería imposible de tratar con justicia, perdió a su madre a los nueve años, a causa de una enfermedad renal y un fallo congestivo, y a su padre a los 21 , y también a su hermano. Quedando, efectivamente, “huérfano” mientras aún estaba en la universidad, recurrió a la Virgen María y desarrolló una relación filial con Nuestra Señora de Czestochowa.
Llevando a Dios a donde fue negado
También arroja luz sobre cómo Wojtyla fue actor, escribió poesía y cinco obras de teatro y, después de descubrir su vocación, trabajó durante el día en una cantera de piedra, mientras estudiaba para el sacerdocio en secreto. Wojtyla mantuvo sus ojos en Cristo, durante su drama personal, y durante la ocupación Nazi de Polonia y el comunismo posterior.
Practicó lo que luego predicaría, cuando le diría a los jóvenes: “No tengáis miedo”.
Al principio de su carrera eclesial en Polonia, cuando crearon en Nowa Huta, en las afueras de Cracovia, como un ”paraíso del trabajador”’ y prohibieron que se construyera una iglesia, Wojtyla, como joven obispo y durante 20 años, solía celebrar la Misa al aire libre allí cada Navidad, hasta que finalmente se pudo construir un templo. No dudó en desafiar a las autoridades cuando uno estaba privado de Cristo.
No comprometer la fe
Mientras avanzaba el diálogo ecuménico e interreligioso y la atención al medio ambiente, a los pobres, a China y a los perseguidos, el pontífice polaco expresó una fe conservadora e intransigente, incluso para aquellos que no estaban de acuerdo con él. Solía confrontar a políticos cuyas políticas no protegían la vida sin reservas.
La del papa Juan Pablo II supuso la primera visita de un líder mundial al predominantemente católico-romano Timor Oriental, desde que Indonesia lo invadió y lo anexó en 1976. Cuando el Papa polaco estuvo en Timor Oriental y pidió a Indonesia que respetara los derechos humanos, sus afirmaciones audaces resultó en que varios recién nacidos, recuerda el autor, fueron llamados Juan Pablo en la nación isleña asiática.
Al trabajar hacia el diálogo, Juan Pablo II se convirtió en el primer papa en ingresar a una mezquita durante su viaje a Siria en 2001.
Juan Pablo II, recuerda el libro, dijo a las Naciones Unidas en 1995 que deben “salvaguardar el derecho fundamental a la libertad de religión y libertad de conciencia, como las piedras angulares de la estructura de los derechos humanos y la base de toda sociedad verdaderamente libre”.
“A nadie”, dijo, “se le permite suprimir esos derechos mediante el uso del poder coercitivo para imponer una respuesta al misterio del hombre”.
La mano de María guió la bala
Mirando nuevamente al pontificado, el autor también recuerda el intento de asesinato el 13 de mayo de 1981 y cómo Juan Pablo II conoció a su agresor y lo perdonó. Además, enfatiza cómo el Papa polaco acreditaría a Nuestra Señora de Fátima por salvarle la vida, diciendo que “una mano apretó el gatillo y otra guió la bala”.
Más tarde, la bala que se alojó más cerca del corazón de Juan Pablo II fue retirada y soldada en la corona de la estatua de María en Fátima.
El libro se sumerge en los esfuerzos de Wojtyla para proteger la libertad religiosa, promover una ‘cultura de la vida’ y combatir contra una “cultura de la muerte”. Reflexionando sobre el “papa del Rosario”, Novecosky recuerda detalles sobre la propia vida personal de oración del papa y su aliento para que las familias recen el rosario juntas, esencialmente sugiriendo que una familia que reza unida, permanece unida.
Siempre sensible a los ataques terroristas contra las Torres Gemelas y el Pentágono el 11 de septiembre de 2001, el pontífice polaco también dijo que rezara el rosario para combatir el “terrorismo”.
Observando el pontificado que para él podría considerarse el pontificado “más productivo” de la historia, el autor analiza cómo, bajo la supervisión de Juan Pablo II, el Código de Derecho Canónico fue revisado efectivamente en menos de 11 meses, así como el Catecismo de la Iglesia Católica en 1992 y varios otros textos.
Al examinar el impacto de las Jornadas Mundiales de la Juventud y los frutos espirituales que han aportado a los jóvenes de todo el mundo, Novecosky rememora cómo las noticias llevaron al mundo a creer que la JMJ de Denver en 1993 sería “un fracaso”, cuando más bien hubo una asistencia increíble para el pontífice de 73 años de edad, y cómo posteriormente nacieron numerosos apostolados en Denver.
Lideró el camino para Francisco en La Habana
También hay reflexiones sobre la decepción del Papa, que nunca pudo ir a Rusia, ni encontrarse con el patriarca de la Iglesia Ortodoxa Rusa, como se esperaba, en 1997, para firmar una declaración conjunta con el patriarca Alexy II de Moscú. Un gesto que el Papa Francisco pudo cumplir para él en 2016, al encontrarse con el sucesor de Alexey, el patriarca Kirill, en Cuba, en su camino a México.
El papa también hizo grandes avances diplomáticos: el establecimiento de relaciones diplomáticas con Israel y la Autoridad Palestina; instando a poner fin a la violencia católica-protestante durante su viaje de 1979 a Irlanda; y hablando en contra del conflicto, como la violencia provocada por el apartheid en Sudáfrica, la guerra en Bosnia, y contra la Primera Guerra del Golfo, y la Guerra de Irak de 2003, impulsada por Estados Unidos, ya que alentó a los involucrados a no tener miedo “a arriesgarse en la paz”.
Combatió los abusos de la Teología de la Liberación, la confusión promovida por algunas órdenes en la Iglesia y contra el abuso de niños, incluso aunque este siga siendo el punto débil de su legado, dado que muchos argumentan que debería haberse hecho más.
El secretario personal del papa, el cardenal Stanislaw Dziwisz, remarca el autor en el libro, ha reflejado que, con el tiempo, la Iglesia supo mucho más sobre lo que realmente estaba sucediendo y su gravedad.
No pude decir que “no”
El escritor expresa que más allá de su propia investigación y experiencias personales, habló y se inspiró hablando con otros expertos sobre el papa, incluido el biógrafo papal George Weigel.
Novecosky también comparte sus momentos personales con el papa, inclusive la siguiente anécdota que recuerda cómo Wojtyła comenzó a escribir poesía como estudiante universitario en 1939, a menudo usando seudónimos, y cómo continuó escribiendo poemas en su papado.
“Entre las posesiones más preciadas de este autor”, comparte Patrick Novecosky, “hay una copia de La poesía del papa Juan Pablo II, firmada por el mismo pontífice el 31 de julio de 1998”, señalando: “Solía tener una edición de lujo con una funda firmada, un regalo de un amigo con conexiones a la casa papal”.
“Pero luego llegó una llamada del Vaticano en 1999: el papa no tenía una versión de lujo en su biblioteca privada y estaba solicitando mi copia. No pude decir que no. A cambio, me enviaron una “modesta” versión de tapa dura, junto con el conocimiento de que mi edición de lujo llegó a la biblioteca personal de Juan Pablo”.
Esta y muchas anécdotas más esperan futuros lectores en esta obra…
Traducido por Richard Maher