(zenit – 27 mayo 2020).- El próximo domingo, 31 de mayo de 2020, el Papa Francisco celebrará la Santa Misa de Pentecostés, a las 10 horas, sin presencia de fieles, en la capilla del Santísimo Sacramento de la Basílica Vaticana, informó la Oficina de Prensa de la Santa Sede el martes, 26 de mayo.
A las 12 horas, desde la ventana del estudio privado del Palacio Apostólico, el Santo Padre reanudará el rezo de la oración de la Regina Coeli con los fieles en la plaza de San Pedro. Para ello, la policía “garantizará un acceso seguro a la plaza” y “se encargará de que los fieles presentes puedan respetar la distancia interpersonal necesaria”, señaló el Vaticano en un comunicado.
El año pasado, el Obispo de Roma presidió la vigilia de Pentecostés de la diócesis romana, celebrada el 8 de junio de 2019, en la plaza de San Pedro, como ha sido costumbre del Pontífice argentino también en años anteriores.
Retiro en la diócesis de Roma
Este año, debido a las restricciones adoptadas por el Gobierno italiano por la pandemia del coronavirus, la diócesis no ha organizado la celebración de dicha vigilia, aunque sí ha anunciado que se llevará a cabo un retiro para los fieles de Roma, del miércoles 27 al viernes 30.
El vicario del Papa para la diócesis de Roma, el cardenal Angelo De Donatis, convocó a los sacerdotes, diáconos, rectores de seminarios, religiosos y religiosas a vivir estos días “un prolongado tiempo de silencio, de escucha de la Palabra, de compartir fraterno, de discernimiento”. De esta confrontación “surgirán extraordinarias convergencias, ya que –asegura el vicario– es el Espíritu Santo quien guía a la Iglesia”.
Espíritu Santo, fuerza que cambia el mundo
En la solemnidad de Pentecostés, se recuerda la venida del Paráclito, enviado por Dios Padre, una gran fiesta para toda la Iglesia. En su homilía de la Misa de Pentecostés en 2019, Francisco señaló que “Hoy, estamos buscando una solución rápida, una píldora tras otra para seguir adelante, una emoción tras otra para sentirnos vivos”. Pero “sobre todo –advirtió– necesitamos el Espíritu”, y recordó que “El cristianismo sin el Espíritu es un moralismo sin alegría; con el Espíritu es vida”.
“El Espíritu no es, como podría parecer, algo abstracto”, explicó. “Es la persona más concreta, la persona más cercana, la que cambia nuestra vida … es la que pone orden en el frenesí. Hay paz en la preocupación, confianza en el desaliento, alegría en la tristeza, juventud en la vejez, coraje en la prueba”.