Monseñor Felipe Arizmendi: solidaridad

COVID-19, entrega de alimentos (C) Caritas México

Monseñor Felipe Arizmendi: “El mejor antivirus, la solidaridad”

Ayudar a los que sufren

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+ Felipe Arizmendi Esquivel

Obispo emérito de San Cristóbal de Las Casas

VER

Miguel Angel Escamilla, un adulto mayor de Toluca, hace como dos meses vino a donde resido y me entregó una cantidad de dinero, para apoyarme en esta pandemia, en nombre de varios amigos suyos con quienes yo había trabajado en la pastoral juvenil hace casi cincuenta años, en el movimiento de Jornadas de Vida Cristiana. Lo mismo hizo con otros sacerdotes con los que formamos equipo en aquellos tiempos, Jesús Márquez, Antonio Zamora y Samuel Marín, como una señal de agradecimiento por nuestro servicio en su juventud. ¡Qué hermoso signo de solidaridad y de gratitud! Lamentablemente, Miguel Angel acaba de fallecer. Que descanse en paz.

El confinamiento en casa y la paralización de la economía por el COVID-19 han traído mucho desempleo, más hambre y angustia en muchos hogares. Sin embargo, por todas partes han surgido iniciativas solidarias, para ayudar a quienes han quedado desprotegidos, incluso a los que reciben programas sociales del gobierno. Ha habido empresarios, diócesis, parroquias y grupos que han ideado formas de ayudar a esas personas, aunque la mayoría de sus acciones son desconocidas y no divulgadas en los medios informativos. Son incontables los apoyos que se implementan a favor de los más desfavorecidos, a veces entre vecinos y familiares. La campaña “Familia sin hambre”, promovida por el episcopado mexicano, ha sacado de apuros a más de 61 mil familias. Yo no me quedo con los brazos cruzados, sólo mirando desde mi trinchera, pero Jesús dice que eso sólo Dios Padre lo conozca.

En sentido contrario, muchos han confirmado su egoísmo, que no es de ahora. Son insensibles e incapaces de compartir. Se imaginan que, si ayudan a otras personas, se van a quedar sin lo necesario para sí y los suyos. No han experimentado la felicidad profunda que trae hacer felices a otros. Una amarga soledad será su peor recompensa…

PENSAR

Dice el Evangelio que “Jesús recorría todos los pueblos y aldeas enseñando en las sinagogas, proclamando la Buena Noticia del Reino y curando todas las enfermedades y dolencias. Al ver a las multitudes se compadecía de ellas, porque estaban extenuadas y desamparadas, como ovejas sin pastor” (Mt 9, 35-36). Cuando los apóstoles querían desentenderse de la gente, Jesús les dice: “Denles ustedes de comer” y, con cinco panes y dos peces, alimenta a multitudes (cf Mt 14,13-21; Jn 6,1-10). Con razón, Pedro define así toda la vida de Jesús: “Pasó haciendo el bien” (Hech 10,38). ¡Ojalá que nuestra propia vida así se sintetizara!

La primera comunidad cristiana era muy solidaria: “La multitud de los creyentes tenía un solo corazón y una sola alma. Nadie decía que sus bienes eran propios, sino que todo lo tenían en común. Los apóstoles daban testimonio con gran fuerza de la resurrección del Señor Jesús, y eran bien vistos por todos. No había ningún necesitado entre ellos, porque todos los que poseían campos o casas los vendían, llevaban el importe de la venta y lo ponían a disposición de los apóstoles, para que lo distribuyeran según las necesidades de cada uno” (Hech 4,32-35; cf 2,44-45). Esto sigue pasando entre nosotros, con sus matices. Eso es ser cristiano, católico, verdadero creyente: compartir, ser solidario, interesarse por los demás, sobre todo por los que pasan alguna necesidad.

Todavía no es posible que se abran los templos, que los fieles participen en las Misas como de ordinario y que puedan recibir la comunión sacramental, pero la solidaridad fraterna es otra forma de vivir la fe, como acaba de decir el Papa Francisco, con ocasión de la fiesta del Corpus Christi: “En la Eucaristía encontramos las energías necesarias para vivir con fuerza cristiana los momentos difíciles. Este año no es posible celebrar la Eucaristía con manifestaciones públicas; sin embargo, podemos realizar una vida eucarística… La hostia consagrada contiene la persona de Cristo. Estamos llamados a buscarlo delante del Sagrario en la iglesia, pero también en aquel sagrario que son los últimos, los que sufren, las personas solas y pobres. El mismo Jesús lo dijo” (10-VI-2020).

ACTUAR

¿Quieres demostrar que eres una persona verdaderamente católica? Participa en Misa y demás sacramentos, en la medida de lo posible; lee la Biblia y haz oración. Pero lo demostrarás, en forma definitiva, en tu solidaridad con los que sufren, en cualquier tiempo y lugar, sobre todo ahora que hace falta tu solidaridad para enfrentar el virus del hambre, de la soledad, de la violencia, de la enfermedad y de la muerte. ¡Animo; sí se puede!

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Felipe Arizmendi Esquivel

Nació en Chiltepec el 1 de mayo de 1940. Estudió Humanidades y Filosofía en el Seminario de Toluca, de 1952 a 1959. Cursó la Teología en la Universidad Pontificia de Salamanca, España, de 1959 a 1963, obteniendo la licenciatura en Teología Dogmática. Por su cuenta, se especializó en Liturgia. Fue ordenado sacerdote el 25 de agosto de 1963 en Toluca. Sirvió como Vicario Parroquial en tres parroquias por tres años y medio y fue párroco de una comunidad indígena otomí, de 1967 a 1970. Fue Director Espiritual del Seminario de Toluca por diez años, y Rector del mismo de 1981 a 1991. El 7 de marzo de 1991, fue ordenado obispo de la diócesis de Tapachula, donde estuvo hasta el 30 de abril del año 2000. El 1 de mayo del 2000, inició su ministerio episcopal como XLVI obispo de la diócesis de San Cristóbal de las Casas, Chiapas, una de las diócesis más antiguas de México, erigida en 1539; allí sirvió por casi 18 años. Ha ocupado diversos cargos en la Conferencia del Episcopado Mexicano y en el CELAM. El 3 de noviembre de 2017, el Papa Francisco le aceptó, por edad, su renuncia al servicio episcopal en esta diócesis, que entregó a su sucesor el 3 de enero de 2018. Desde entonces, reside en la ciudad de Toluca. Desde 1979, escribe artículos de actualidad en varios medios religiosos y civiles. Es autor de varias publicaciones.

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