(zenit – 26 junio 2020).- Los dos respiradores donados por el Papa Francisco a Ecuador, fueron entregados a través del nuncio apostólico, monseñor Andrés Carrascosa, en representación del Sumo Pontífice, al ministro de Salud del país, Juan Carlos Zevallos, el pasado miércoles 24 de junio de 2020.
El ministro agradeció en nombre de todos los pacientes la entrega de los equipos e indicó que serán destinados al Hospital de Especialidades Eugenio Espejo, de Quito, informa en una nota el propio Ministerio de Salud ecuatoriano.
Por su parte, monseñor Andrés Carrascosa expresó que este gesto por parte del Santo Padre indica atención y cariño al pueblo de Ecuador: “El Papa nos quiere hacer abrir los ojos para estar atentos a las necesidades de los demás”.
En una entrevista a Vatican News, el nuncio del Ecuador también indicó que “el Papa me dijo personalmente que este es un país que ama, un poco también por su historia, cuando era provincial de los jesuitas y acordó con el provincial de Ecuador un intercambio de estudiantes en proceso de formación”.
Igualmente, Mons. Carrascosa relató cómo ahora la epidemia de COVID-19 se ha extendido desde su epicentro inicial, en la zona de Guayaquil, capital de la provincia del Guayas en el Océano Pacífico, hasta Quito, la capital de Ecuador. Hasta el momento, el Ministerio de Salud ha informado que existen 53.156 diagnosticados de coronavirus y 4.343 fallecidos.
La importancia de la prevención
En este sentido, el prelado describió que en algunas de las grandes ciudades el 40 e incluso el 50% de la economía es informal: “La gente se quedó en casa durante unas semanas, pero luego empezó a salir porque tenía que encontrar algo de comer para sus hijos. Así que este salir sin las precauciones necesarias – porque si una persona no tiene suficiente para comer, es difícil que compre una máscara para cada miembro de su familia – en mi opinión, esto es también la base del alto número de casos que están teniendo en la capital”.
Y apuntó que el mayor temor en el país es que el número de enfermos sea tan alto que los hospitales no puedan manejarlo. “La cuestión es comprender, un poco en todos los países, cuán importante es la prevención, es decir, vivir con sabiduría, con responsabilidad, cuidando -como señala el Papa- de los demás, porque la infección de uno puede ser la muerte de la persona mayor que vive en su casa”, concluyó el nuncio.