(zenit – 13 sept. 2020).- El Papa rezó ayer con las familias de las víctimas de la estampida en la discoteca de Corinaldo en la provincia de Ancona (Italia), cerca de la costa adriática el 8 de diciembre de 2018.
En una audiencia privada, el 12 de septiembre de 2020, con los familiares de las cinco adolescentes fallecidas en la tragedia, y de la madre de una de ellas, el Santo Padre les agradeció haber ido al Vaticano a compartir con él su “dolor” y su “oración”.
El Pontífice les dijo: “Recuerdo que entonces, cuando ocurrió la tragedia, me sobrecogió” y manifestó que el encuentro ayuda a “no olvidar, a guardar en sus corazones, y sobre todo a confiar a vuestros seres queridos al corazón de Dios Padre”.
Nuestra Señora de Loreto
Corinaldo, el lugar de la tragedia, se encuentra en una zona sobre la cual vela Nuestra Señora de Loreto: su Santuario no está lejos, recordó el Obispo de Roma. “Por eso quiero –queremos– pensar que ella, como Madre, nunca apartó de ellos su mirada, sobre todo en aquel momento de dramática confusión; que los acompañó con su ternura” y consoló a sus familiares: ¡Cuántas veces la invocaron en el Ave María: “¡Ruega por nosotros pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte!”.
Después de la tragedia, el 9 de diciembre de 2018, Francisco rezó públicamente por las víctimas de la estampida ocurrida en la madrugada del 8 de diciembre de 2018 en la sala de conciertos.
Así, al final de su saludo, el Papa invitó a los familiares a rezar un Ave María por las seis víctimas mortales de la tragedia: Asia, Benedetta, Daniele, Emma, Mattia y Eleonora.
Trágico accidente
El accidente se produjo en la concurrida sala de conciertos, donde gran parte del público se asustó después de que alguien rociara una “sustancia picante” en el concierto del popular rapero italiano Sfera Ebbasta. El pánico se produjo cuando la multitud, en su mayoría adolescentes, trató de salir del local.
Seis personas murieron, cinco de ellos menores y la sexta persona era la madre de un asistente al concierto. Además de las muertes, más de 50 resultaron heridas en la estampida para salir del lugar, varias de ellas de gravedad.
Publicamos a continuación el saludo que el Papa ha dirigido a los presentes durante el encuentro:
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Saludo del Papa Francisco
Queridos hermanos y hermanas,
Gracias por haber venido a compartir también conmigo vuestro dolor y vuestra oración. Recuerdo que entonces, cuando ocurrió la tragedia, me sobrecogió. Pero con el paso del tiempo, y desafortunadamente con la sucesión de tantas, demasiadas tragedias humanas, se corre el riesgo de olvidar. Este encuentro me ayuda a mí y a la Iglesia a no olvidar, a guardar en sus corazones, y sobre todo a confiar a vuestros seres queridos al corazón de Dios Padre.
Cada muerte trágica trae consigo un gran dolor. Pero cuando se lleva a cinco adolescentes y a una joven madre, es inmenso, insoportable sin la ayuda de Dios aguantarlo. No voy a entrar en las causas de los accidentes en esa discoteca donde murieron vuestros familiares. Pero me uno con todo mi corazón a vuestro sufrimiento y a vuestro legítimo deseo de justicia.
Deseo también ofreceros una palabra de fe, de consuelo y de esperanza.
Corinaldo, el lugar de la tragedia, se encuentra en una zona sobre la cual vela Nuestra Señora de Loreto: su Santuario no está lejos. Y por eso quiero – queremos – pensar que ella, como Madre, nunca apartó de ellos su mirada, sobre todo en aquel momento de dramática confusión; que los acompañó con su ternura. ¡Cuántas veces la invocaron en el Ave María: “¡Ruega por nosotros pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte!”. Y aunque en esos momentos caóticos no pudieron hacerlo, Nuestra Señora no olvida, no olvida, nuestras súplicas: es Madre. Ciertamente los acompañó al abrazo misericordioso de su Hijo Jesús.
Esta tragedia tuvo lugar durante la noche, en la madrugada del 8 de diciembre de 2018, la fiesta de la Inmaculada Concepción. Ese mismo día, al final del rezo del Ángelus, recé con la gente por las jóvenes víctimas, por los heridos y por sus familias. Sé que muchos, empezando por vuestros obispos, aquí presentes, vuestros sacerdotes y vuestras comunidades, os han apoyado con la oración y el afecto. También continúa mi oración por vosotros, y la acompaño con mi bendición.
Cuando perdemos al padre o a la madre, somos huérfanos: existe un adjetivo. Huérfano, huérfana. Cuando en el matrimonio se pierde al cónyuge, el que se queda es viudo o viuda: existe también un adjetivo para ello. Pero cuando se pierde un hijo, no existe un adjetivo. La pérdida de un hijo es imposible de “adjetivar”. He perdido a un hijo: pero ¿qué soy? No, no soy ni huérfano, ni viudo. He perdido a un hijo. Sin adjetivo. No existe. Y este es también vuestro gran dolor.
Ahora me gustaría rezar junto con vosotros el Ave María por Asia, Benedetta, Daniele, Emma, Mattia y Eleonora.
(Ave María)
(Bendición)
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