Monseñor Felipe Arizmendi Misa

Misa (C) Cathopic. Luis Ángel Espinosa

Monseñor Felipe Arizmendi: “Sofalización de la Misa”

Gozar de la participación en la Eucaristía

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Monseñor Felipe Arizmendi Esquivel, obispo emérito de San Cristóbal de Las Casas, y responsable de la Doctrina de la Fe en la Conferencia del Episcopado Mexicano, reflexiona sobre el peligro de preferir la Misa online hasta el punto de “sofalizar” la Eucaristía.

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Durante esta pandemia sanitaria, muchas personas han seguido las Misas desde la comodidad de un sofá, en su casa, quizá con botanas y hasta con una cerveza al lado, y al irse abriendo gradualmente los templos para las celebraciones presenciales, les da pereza dejar su hogar, reunirse con más personas, como es lo normal, y tener que dedicar tiempo, en torno a una hora, para participar presencialmente en la Misa.

Un obispo vecino nos compartía, en una reunión virtual de la provincia eclesiástica, que le preocupa que ahora ya no van igual que antes quienes participaban en su Misa de catedral los domingos. Le decíamos que tuviera paciencia, porque la situación es explicable, pues mucha gente tiene temor al contagio; quienes más acostumbran ir a Misa son las personas mayores, y éstas deben permanecer en casa. Yo le decía que, el primer domingo que celebramos en mi pueblo con el 30% de fieles en el templo, pocas personas llegaban, por esas razones. Poco a poco se ha ido regularizando la presencia física y ahora vamos hacia la normalidad para todos.

Sin embargo, es posible que algunos creyentes sigan prefiriendo participar en las Misas en forma virtual, y lo hagan por pereza y comodidad, no por enfermedad y ancianidad, o por precaución ante posibles contagios. Es más cómodo seguir las Misas en el celular, en la tableta o en la televisión, porque puedes estar haciendo, al mismo tiempo, otras cosas, o simplemente ver la Misa desde tu cama, no tanto participar en ella. Quien cocina los alimentos, puede estar pendiente de que no se quemen los frijoles u otros manjares. Se puede estar atendiendo otros asuntos. No te mezclas con personas cuya presencia te es desagradable. Puedes escoger al celebrante que más te guste, no necesariamente a tu párroco y a la comunidad local. No te sientes con la presión de dar una ofrenda, y así te ahorras unas monedas. En fin, puede haber otras razones para preferir las misas virtuales; es el peligro de la sofalización.

PENSAR

Ya en otros artículos he tratado este asunto, y repito algo de lo ya expresado. El Papa Francisco dijo: “Cuidado de no viralizar la Iglesia, de no viralizar los sacramentos, de no viralizar al pueblo de Dios. La Iglesia, los sacramentos, el pueblo de Dios son concretos. Es cierto que en este momento debemos mantener la familiaridad con el Señor de esta manera, pero para salir del túnel, no para quedarnos. Y esta es la familiaridad de los apóstoles: no gnóstica, no viralizada, no egoísta para cada uno de ellos, sino una familiaridad concreta, en el pueblo” (17-IV-2020).

Lo normal es la presencia física de fieles y la comunión sacramental, pues Jesús es muy claro: “Les aseguro que si no comen la carne y no beben la sangre del Hijo del hombre, no tendrán vida en ustedes” (Jn 6,53). Y en la última cena: “Tomen y coman, esto es mi cuerpo” (Mt 26,26). Es lo que hacían los primeros cristianos: “Los discípulos asistían con perseverancia a la enseñanza de los apóstoles, tenían sus bienes en común, participaban en la fracción del pan y en las oraciones” (Hech 2,42).

Así debe ser, con personas concretas y con comunión sacramental. Mientras estamos en la pandemia, se seguirá transmitiendo la Misa en forma virtual, pero ésta no es lo mismo que la presencial, pues en aquélla no hay cercanía física de una asamblea que comparte la fe y la vida, no hay alimento sacramental. Pero es por una situación excepcional. Lo virtual, sin embargo, también es alimento, aunque no pleno. Es peor quedarse sin nada. Además, hay que reconocer que se logra una asamblea virtual, pues estamos conectados con cientos y miles de personas. Esto también es comunidad, es Iglesia; no es una nube en el aire, una red sin personas reales, sino que internet es un medio salvífico que nos congrega, usándolo correctamente.

Tengamos en cuenta, sin embargo, lo que nos dice el Papa Francisco en su mensaje para la 53 Jornada de las Comunicaciones sociales: “El uso de las redes sociales es complementario al encuentro en carne y hueso, que se da a través del cuerpo, el corazón, los ojos, la mirada, la respiración del otro. Si se usa la red como prolongación o como espera de ese encuentro, entonces no se traiciona a sí misma y sigue siendo un recurso para la comunión. Si una familia usa la red para estar más conectada y luego se encuentra en la mesa y se mira a los ojos, entonces es un recurso. Si una comunidad eclesial coordina sus actividades a través de la red, para luego celebrar la Eucaristía juntos, entonces es un recurso”. Es decir, no menospreciemos las Misas virtuales, pero lo normal, lo conveniente, lo deseable, es la Misa con presencia física de los fieles, aunque esto comporte mayor esfuerzo. Somos hermanos de carne y hueso, no figuras de pantalla.

ACTUAR

Si nuestras condiciones de salud lo permiten, acudamos con gozo a la celebración presencial de nuestras Misas, sobre todo en domingo. Gocemos al compartir el alimento de la Palabra de Dios y la presencia cercana e inmediata de Cristo en la Eucaristía, junto con nuestra comunidad parroquial, con hermanas y hermanos concretos. Así es la Iglesia. Así es el plan de salvación del Señor.

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Felipe Arizmendi Esquivel

Nació en Chiltepec el 1 de mayo de 1940. Estudió Humanidades y Filosofía en el Seminario de Toluca, de 1952 a 1959. Cursó la Teología en la Universidad Pontificia de Salamanca, España, de 1959 a 1963, obteniendo la licenciatura en Teología Dogmática. Por su cuenta, se especializó en Liturgia. Fue ordenado sacerdote el 25 de agosto de 1963 en Toluca. Sirvió como Vicario Parroquial en tres parroquias por tres años y medio y fue párroco de una comunidad indígena otomí, de 1967 a 1970. Fue Director Espiritual del Seminario de Toluca por diez años, y Rector del mismo de 1981 a 1991. El 7 de marzo de 1991, fue ordenado obispo de la diócesis de Tapachula, donde estuvo hasta el 30 de abril del año 2000. El 1 de mayo del 2000, inició su ministerio episcopal como XLVI obispo de la diócesis de San Cristóbal de las Casas, Chiapas, una de las diócesis más antiguas de México, erigida en 1539; allí sirvió por casi 18 años. Ha ocupado diversos cargos en la Conferencia del Episcopado Mexicano y en el CELAM. El 3 de noviembre de 2017, el Papa Francisco le aceptó, por edad, su renuncia al servicio episcopal en esta diócesis, que entregó a su sucesor el 3 de enero de 2018. Desde entonces, reside en la ciudad de Toluca. Desde 1979, escribe artículos de actualidad en varios medios religiosos y civiles. Es autor de varias publicaciones.

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