(zenit – 06 noviembre 2020).- A continuación ofrecemos un artículo del Observatorio de Bioética de la Universiad Católica de Valencia, en el que se habla de los nuevos datos recogidos sobre la salud mental de los jóvenes LGTBQ.
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The Trevor Project, una organización sin ánimo de lucro estadounidense que trabaja en la prevención de crisis y suicidios de jóvenes LGBTQ, ha publicado los resultados de un sondeo sobre Salud Mental Juvenil LGBTQ, realizado antes de que la pandemia de coronavirus llegara al país, entre el 2 de diciembre de 2019 y el 31 de marzo de 2020.
Con una muestra de 40.000 jóvenes de entre 13 y 24 años, los resultados del estudio son muy preocupantes.
Aunque existen datos previos sobre prevalencia de tendencia suicida y otros trastornos psíquicos entre la población transgénero, el presente estudio confirma la alta incidencia de estos problemas. Concretamente, el 68% de los encuestados declararon sufrir síntomas de trastorno de ansiedad, el 55% reveló tener síntomas de trastorno depresivo y el 48% confesó haberse autolesionado en algún momento. El análisis revela la angustia mental generalizada entre los jóvenes de este colectivo.
Es probable que la pandemia de coronavirus haya empeorado la situación para algunos jóvenes LGBTQ, una de las comunidades que, según algunos expertos, podría ser afectada de manera desproporcionada por la COVID-19. Así lo ha afirmado Amit Paley, presidente ejecutivo y director ejecutivo de The Trevor Project.
Resumen de algunos de los datos ofrecidos
El 40% de los encuestados LGBTQ ha considerado seriamente suicidarse en los pasados doce meses, con más de la mitad de jóvenes transgénero y no binarios planteándose seriamente el suicidio. El 68% reportaron síntomas del trastorno de ansiedad generalizada en las últimas dos semanas, incluyendo más de 3 de cada 4 jóvenes transgénero y no binarios.
El 48% manifiesta haberse autolesionado en los últimos doce meses, incluyendo más del 60% de personas jóvenes transgénero y no binarios. El 46% informa que requería asesoramiento psicológico o emocional de un profesional de la salud mental pero no pudieron recibirlo en el pasado año.
El 10% informaron que se sometieron a terapia de conversión, el 78% de los cuales antes de los 18 años. El 29% ha sufrido falta de vivienda, ha sido expulsado o huido lejos de su entorno.
Uno de cada tres informó que habían recibido amenazas o algún tipo de daño debido a su Identidad LGBTQ. El 61% de jóvenes transgénero y no binarios informaron haber sido prevenidos para no usar un baño que se corresponde con su identidad de género, o sea, diferente de su sexo biológico.
El 86% dijo que recientemente la política ha impactado negativamente en su bienestar. Los jóvenes transgéneros y no binarios a los que se respetó el nombre relacionado con su condición de transgénero por parte de todas o la mayoría de las personas sufrieron la mitad de intentos de suicidio que aquellos a los que no se les respetó.
El actual trabajo confirma datos de estudios previos, que muestran una muy alta incidencia de problemas psicológicos relacionados con conductas transgénero. Estos datos deberían provocar el replanteamiento de aquellas posiciones que pretenden la total despatologización de la disforia de género o las tendencias transexuales y otras promovidas desde los colectivos LGTBQ, presentándolas como simples opciones alternativas a la del sexo binario, que no requerirían más atención que el fácil acceso a sus requerimientos, incluyendo la instauración de tratamientos de bloqueo y transición hormonal, o intervenciones quirúrgicas de “reasignación” de sexo, que conllevan -no debe olvidarse- enormes riesgos para los que las sufren.
La alta prevalencia de trastornos psicológicos, incluyendo tendencia suicida, en este colectivo, desmiente a aquellos que pretenden normalizar los procesos de reasignación de género, incluso a edades prepúberes, ignorando la necesidad de diagnósticos, tratamientos y acompañamiento médicos pluridisciplinares que ayuden en el abordaje de problemas subyacentes a la disforia de género que pueden verse seriamente agravados tras estas intervenciones.
La prudencia, demandada desde buena parte de la comunidad científica, debe imponerse para evitar las consecuencias de tratamientos o intervenciones que, lejos de ayudar a estas personas, los empuja hacia situaciones desesperadas.