El Papa: Dante, profeta de la esperanza y poeta de la misericordia

Llevar a Dante a todos, fuera de las escuelas y universidades

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700 años después de su muerte, acaecida en 1321 en Rávena, en un doloroso exilio de su amada Florencia, Dante continúa hablándonos. Nos habla a nosotros, hombres y mujeres de hoy, y nos pide que no sólo lo hayamos leído y estudiado, sino también y sobre todo escuchado e imitado en su camino hacia la felicidad, es decir, al Amor infinito y eterno de Dios. Así escribe el Papa Francisco en su Carta Apostólica «Candor lucis aeternae – Resplandor de la Luz eterna», publicada hoy, 25 de marzo, solemnidad de la Anunciación del Señor. La fecha no es casual: el misterio de la Encarnación, que surge del «Aquí estoy» de María, es de hecho – explica el Pontífice – «el verdadero centro inspirador y el núcleo esencial» de toda la «Divina Comedia», que logra la «divinización» o, mejor dicho, «el prodigioso intercambio» entre Dios, que «entra en nuestra historia haciéndose carne», y la humanidad, que «se asume en Dios, en quien encuentra la verdadera felicidad».

El pensamiento de los Papas sobre Dante

Dividida en nueve parágrafos, la Carta Apostólica se abre con un breve excurso que Francisco hace del pensamiento de varios Pontífices sobre Dante: en 1921, Benedicto XV le dedicó la Encíclica «In praeclara summorum» y afirmó que el poeta florentino pertenecía a la Iglesia, hasta el punto de llamarlo «nuestro Dante», ya que su obra toma «poderoso impulso de inspiración» de la fe cristiana. En 1965, San Pablo VI escribió la Carta Apostólica «Altissimi cantus» y destacó que la «Comedia» es «universal», porque «abarca el cielo y la tierra, la eternidad y el tiempo» y tiene un fin «transformador», que es «capaz de cambiar radicalmente al hombre y conducirlo del pecado a la santidad». El Papa Montini destacó también «el ideal de paz» expresado en la obra de Dante, junto con la «conquista de la libertad» que, liberando al hombre del mal, lo conduce hacia Dios. Veinte años después, en 1985, San Juan Pablo II recuerda otro término clave de la «Divina Comedia»: el verbo «transhumanizar», que permite que el hombre y lo divino no se anulen mutuamente. La primera Encíclica de Benedicto XVI, entonces, la «Deus caritas est», en 2005, destaca la originalidad del poema de Dante, es decir, «la novedad de un amor que llevó a Dios a tomar un rostro y un corazón humanos». El Papa Francisco también recuerda su primera Encíclica, «Lumen fidei», publicada en 2013, en la que se cita al Poeta Supremo para describir la luz de la fe como «chispa, llama y estrella en el cielo» que destella en el hombre.

«La Divina Comedia», patrimonio de valores siempre actuales

A continuación, el Papa se detiene en la vida de Dante, definiéndolo como «paradigma de la condición humana» y destacando «la actualidad y perennidad» de su obra que «supo expresar, con la belleza de la poesía, la profundidad del misterio de Dios y del amor». Es, de hecho, «parte integrante de nuestra cultura – escribe Francisco –, nos recuerda las raíces cristianas de Europa y de Occidente, representa el patrimonio de ideales y valores» propuestos aún hoy por la Iglesia y la sociedad civil como «base de la convivencia humana» para que podamos y debamos «reconocernos como hermanos». Padre de la lengua y la literatura italiana, Alighieri vivió su vida con la «atormentada melancolía» de un peregrino y un exiliado, siempre en movimiento, no sólo exteriormente porque se vio obligado a exiliarse, sino también interiormente, en busca de su meta. Y es aquí donde surgen los dos ejes principales de la «Divina Comedia» – explica Francisco – es decir, el punto de partida representado por «el deseo, inherente al alma humana» y el punto de llegada, es decir, «la felicidad, dada por la visión del Amor que es Dios».

Cantor del deseo humano de felicidad

Dante nunca se resigna y por eso es un «profeta de la esperanza»: porque con su obra empuja a la humanidad a liberarse de la «selva oscura» del pecado para encontrar «el camino recto» y alcanzar así «la plenitud de la vida en la historia» y la «eterna dicha en Dios». La suya es, pues, «una misión profética» que no ahorra denuncias y críticas contra aquellos fieles y Pontífices que corrompen la Iglesia y la transforman en un instrumento de interés personal. Pero como «cantor del deseo humano» de felicidad, Alighieri sabe discernir «incluso en las figuras más abyectas y perturbadoras» la aspiración de cada uno a ponerse en marcha «hasta que el corazón encuentre el descanso y la paz en Dios».

Poeta de la misericordia de Dios

El camino indicado por Dante – continúa explicando el Papa Francisco – es «realista y posible» para todos, porque «la misericordia de Dios ofrece siempre la posibilidad de cambiar y convertirse». En este sentido, Alighieri es el «poeta de la misericordia de Dios» y es también el cantor «de la libertad humana», de la que se hace «paladín», porque representa «la condición fundamental de las opciones de vida y de la fe misma». La libertad de quien cree en Dios como Padre misericordioso, añade, es «el mayor regalo» que el Señor hace al hombre para que «alcance la meta final».

La importancia de las mujeres en la “Comedia”

La Carta Apostólica «Candor lucis aeternae» también da protagonismo a tres figuras femeninas representadas en la «Divina Comedia»: María, Madre de Dios, emblema de la caridad; Beatriz, símbolo de la esperanza; y Santa Lucía, imagen de la fe. Estas tres mujeres, que recuerdan las tres virtudes teologales, acompañan a Dante en diferentes etapas de su periplo, demostrando que «no nos salvamos por nosotros mismos», sino que es necesario contar con la ayuda de quienes «pueden apoyarnos y guiarnos con sabiduría y prudencia». Lo que mueve a María, Beatriz y Lucía, de hecho, es siempre el amor divino, «la única fuente que puede darnos la salvación», «la renovación de la vida y la felicidad». En otro parágrafo, pues, que el Pontífice dedica a San Francisco, que en la obra de Dante es representado en la «cándida rosa de los bienaventurados». Entre el Poverello de Asís y el Poeta Supremo, el Papa ve «una profunda sintonía»: ambos, de hecho, se dirigieron al pueblo, el primero «yendo entre la gente», el segundo eligiendo no usar el latín, sino la lengua vernácula, «la lengua de todos». Ambos, además, se abren «a la belleza y al valor» de la Creación, espejo de su Creador.

Precursor de la cultura multimedia

Artista genial, cuyo humanismo «sigue siendo válido y actual», Alighieri es también – afirma el Papa Francisco – «un precursor de nuestra cultura multimedia», porque en su obra «las palabras y las imágenes, los símbolos y los sonidos» se funden para formar «un único mensaje» que tiene casi el sabor de la «provocación»: él, de hecho, quiere hacernos «plenamente conscientes de lo que somos en la tensión interior y continua hacia la felicidad» que representa el Amor infinito y eterno de Dios. De ahí el llamamiento que lanza el Pontífice para que la obra de Dante se conozca aún más y se haga «accesible y atractiva» no sólo para los estudiosos, sino también para todos aquellos que «quieren vivir su propio camino de vida y de fe de forma consciente», aceptando «el don y el compromiso de la libertad».
Llevar a Dante a todos, fuera de las escuelas y universidades

Felicitando, en particular, a los profesores que son capaces de «comunicar con pasión el mensaje de Dante y el tesoro cultural, religioso y moral» de su obra, el Papa Francisco pide, sin embargo, que este «patrimonio» no se quede encerrado en las aulas de las escuelas y universidades, sino que se conozca y difunda gracias al compromiso de las comunidades cristianas, las instituciones académicas y las asociaciones culturales. Incluso los artistas están llamados para esta causa: Francisco los anima a «dar forma a la poesía de Dante por el camino de la belleza», para difundir «mensajes de paz, libertad y fraternidad». Una tarea más relevante que nunca en este momento histórico marcado por las sombras, la degradación y la falta de confianza en el futuro, subraya el Papa. El Sumo Poeta – concluye la Carta Apostólica – puede, por tanto, «ayudarnos a avanzar con serenidad y valentía en la peregrinación de la vida y de la fe, hasta que nuestro corazón haya encontrado la verdadera paz y la verdadera alegría», que es «el amor que mueve el sol y las demás estrellas».

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