Por: Joachin Meisner Hertz.
Philippe Bordeyne, el nuevo eclesiástico encargado de dirigir el Pontificio Instituto Teológico Juan Pablo II para las ciencias del matrimonio y de la familia, publicó en el n. 157 de la revista Transversalites un “estudio” en el que afronta el tema de las bendiciones a uniones entre personas del mismo sexo dentro de la Iglesia.
El planteamiento general es el siguiente: “Dado que la posición del Magisterio católico sobre el matrimonio no ha cambiado ni sobre el matrimonio ni sobre la sexualidad fuera del matrimonio, se invita a las personas homosexuales a renunciar al matrimonio y vivir en continencia. Sin embargo, el estímulo del Papa Francisco a una pastoral de mejor integración de todas las personas en la comunidad eclesial, nos anima a reconsiderar moralmente la situación de los bautizados que, por su homosexualidad, no pueden contraer matrimonio. Basado en las exhortaciones apostólicas Amoris laetitia y Gaudete et exsultate, el artículo establece algunos principios de discernimiento moral y espiritual para abordar tales situaciones, lo que lleva a considerar la posibilidad de otorgar ciertas formas de bendición a las personas homosexuales comprometidas en una unión civil”.
Ese “discernimiento moral y espiritual” es tratado en una parte especial del artículo titulado, concretamente la tercera, en que se habla de “Abordar el dinamismo relacional y sexual de una manera más inclusiva”. Ya el uso de la palabra tan apreciada por la comunidad LGBT+ da una pista de hacia dónde apuntan las cosas.
Yendo al núcleo de la nueva propuesta, el padre Bordeyne escribe: “El signo eclesial de la bendición, realizada por un ministro de la Iglesia, será por tanto concedido a dos personas que, teniendo cada una formado un juicio de conciencia que tiene en cuenta sus propios límites, soliciten la ayuda de la Iglesia para crecer en la disponibilidad de la gracia. En concreto, sería recomendable que el ministro proceda sucesivamente a dos oraciones personales de bendición, por faltar la diferencia a la oración de bendición nupcial”. O en otras palabras: bendecir a dos pero uno por uno.
Hay otras sugerencias litúrgicas en el artículo que tiene más de ocurrente que de teológico: por ejemplo hacer objeto de las oración universal de la misa dominical a la pareja homosexual o incluirlos, si son amigos de una pareja heterosexual que se casa, en las oraciones de los fieles esa boda normal. En otra parte del artículo se llega a afirmar que entre más se baja en las situaciones particulares más muestran límites las prescripciones particulares.
Tal vez esta contribución, con poco espesor teológico, hubiese pasado a la cima de las ocurrencias del país vecino a donde últimamente esas ocurrencias están a la orden del día, si no fuese porque quien firma el trabajo es el presidente del Instituto Juan Pablo II, la universidad que nació con vocación de defensa de la familia.
El Papa Francisco nombró en marzo de 201 presidente del Instituto Juan Pablo II al sacerdote francés Philippe Bordeyne.