“La vera Europa. Identitá e missione” (“La verdadera Europa. Identidad y misión”), es un compendio de varios textos de Joseph Ratzinger-Benedixto XVI sobre temas de actualidad europea. Foto: Archivo.

Benedicto XVI y el “matrimonio homosexual”: nuevo artículo del Papa emérito publicado por ZENIT en traducción en español

«No hay duda que la concepción jurídica y moral del matrimonio y de la familia difiere extraordinariamente en las culturas del mundo.»

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Redacción ZENIT

(ZENIT Noticias / Roma, 18.09.2021).-  A raíz de la publicación del libro “La vera Europa. Identitá e missione” (“La verdadera Europa. Identidad y misión”), un compendio de varios textos de Joseph Ratzinger-Benedixto XVI sobre temas de actualidad europea, pero no sólo válidos para Europa, el papa emérito redactó un nuevo artículo que sirve de introducción a la obra, la cual también tiene un prólogo introductorio del Papa Francisco. Por su interés y actualidad, reproducimos una traducción al castellano del artículo sobre el así llamado “matrimonio homosexual” que abre el libro.

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Benedicto XVI

Con la legalización de dieciséis Estados europeos del “matrimonio homosexual”, el tema del matrimonio y familia ha tomado una nueva dimensión que ciertamente no se puede ignorar. Se asiste a una deformación de la conciencia que evidentemente está profundamente penetrada en sectores del pueblo católico. A esto no se puede responder con cualquier pequeño moralismo y mucho menos con cualquiera referencia exegética.

El problema va en profundidad y por lo tanto debe ser afrontado en términos profundos. Ante todo, me parece importante observar que el concepto de “matrimonio homosexual” está en contradicción con todas las culturas de la humanidad que se han sucedido hasta el presente, y significa entonces una revolución cultural que se contrapone a toda la tradición de la humanidad hasta hoy.

No hay duda que la concepción jurídica y moral del matrimonio y de la familia difiere extraordinariamente en las culturas del mundo. Es posible constatar no sólo la diferencia entre monogamia y poligamia, sino también otras profundas diferencias. Y sin embargo, nunca ha sido puesta en duda la comunidad basilar, el hecho que la existencia del hombre -en el mundo de hombre y mujer- está ordenada a la procreación, al igual que el hecho que la comunidad de mujer y hombre y la apertura a la transmisión de la vida determinan la esencia de aquello que es llamado matrimonio.

La certeza de fondo por la cual el hombre existe como hombre y mujer; que la transmisión de la vida es una tarea confiada al hombre; que precisamente la comunidad de hombre y mujer sirva a esta tarea; y que en esto, más allá de toda diferencia, consista esencialmente el matrimonio, es una certeza originaria que hasta hoy había sido obvia para la humanidad.

Una fundamental convulsión de esta certeza humana originaria ha sido introducida cuando, con la píldora, ha sido posible en términos de principio la separación entre fecundidad y sexualidad. Aquí no se trata de casuística, del si y del cuándo, eventualmente, el uso de la píldora pueda ser moralmente justificado, sino de la novedad fundamental que ella como tal significa, es decir, precisamente la separación en términos de principio entre sexualidad y fecundidad. Esta separación significa, de hecho, que en este modo todas las formas de sexualidad son equiparadas. No existe más algún criterio de fondo.

Este nuevo mensaje, contenido en la invención de la píldora, ha transformado profundamente la conciencia de los hombres, al inicio lentamente, después siempre más claramente.

Sigue un segundo paso: ante todo, si la sexualidad viene separada de la fecundidad, entonces, a la inversa, la fecundidad puede resultar naturalmente pensada también sin la sexualidad. Parecería justo, entonces, no confiar más la procreación del hombre a la ocasional pasión del cuerpo, sino planificar y producir el hombre racionalmente.

Este proceso, por el cual los hombres no son generados y concebidos sino hechos, está ahora en pleno apogeo. Entonces esto todavía significa que el hombre no es más un don recibido, sino un producto planificado por nuestro hacer.

Por otra parte, aquello que se puede hacer se puede también destruir. En este sentido, la creciente tendencia al suicidio como fin planificado de la propia vida es parte integrante del tren descrito.

De este modo, sin embargo, es evidente que, respecto a la cuestión del “matrimonio homosexual”, no se trata de ser un poco más amplios y abiertos. Se pone sobre todo la pregunta de fondo “¿quién es el hombre?” y con ella también la pregunta si hay un Creador o si no somos todos sólo productos de un hacer.

Surge esta alternativa: o el hombre es creatura de Dios, e imagen de Dios, y don de Dios, o el hombre es un producto que él mismo sabe crear. Cuando se renuncia a la idea de creación, se renuncia a la grandeza del hombre, se renuncia a su indisponibilidad y a su dignidad que está sobre cualquier planificación.

Se puede expresar todo esto también desde otra perspectiva. El movimiento ecológico ha descubierto el límite de aquello que se puede hacer y ha reconocido que la “naturaleza” establece para nosotros una medida que no podemos impunemente ignorar.

Desafortunadamente todavía no se ha concretado “la ecología del hombre”. También el hombre posee una “naturaleza” que le ha sido dada, y el violentarla o negarla conduce a la autodestrucción. Precisamente de esto se trata también en el caso de la creación del hombre como hombre y mujer, que es ignorada en el postulado del “matrimonio homosexual”.

Me parece que es importante reflexionar sobre la cuestión según este orden de grandeza. Solo así haremos justicia frente a Dios de la tarea confiada para el hombre.

Traducción del original italiano realizado por el P. Jorge Enrique Mújica, LC, director editorial de ZENIT Noticias para nuestra firma editorial.

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