Por: P. Jorge Enrique Mújica, L.C.
(ZENIT Noticias / Roma, 27.09.2021).- También la llama “exclusividad sobre Jesús”, aunque tal vez sea más clara del otro modo como también le dice: “la tentación de la cerrazón”. Así se ha referido el Papa a quienes obstaculizan el trabajo por el bien, a quienes miran con recelo a quien “contribuye a realizar el proyecto de Dios”. El Papa desarrolló este concepto a partir del Evangelio dominical de Marcos 9,38-43.45.47-48. Según el Papa, “en lugar de dividir a las personas en buenos y malos, estamos llamados a vigilar nuestro corazón”. Pero, ¿cómo darnos cuenta de si estamos cayendo en la tentación de la cerrazón? Estas son algunas pistas-reflexiones que da el mismo Papa (en ZENIT solo hemos hecho una selección conservando el sentido de las palabras, agregando títulos, pero cortando para concretar la idea):
1º No eres de mi grupo
Impedir una obra de bien solo porque quien la realizaba no pertenecía a su grupo. Piensan que tienen “la exclusiva sobre Jesús” y que son los únicos autorizados a trabajar por el Reino de Dios. Pero así terminan por sentirse predilectos y consideran a los otros como extraños, hasta convertirse en hostiles con ellos. (…) cada cerrazón, de hecho, hace tener a distancia a quien no piensa como nosotros, y esto —lo sabemos— es la raíz de muchos males de la historia.
2º El carné de creyentes para excluir
A veces también nosotros, en vez de ser comunidad humilde y abierta, podemos dar la impresión de ser “los primeros de la clase” y tener a los otros a distancia; en vez de tratar de caminar con todos, podemos exhibir nuestro “carné de creyentes”: “yo soy creyente”, “yo soy católico”, “yo soy católica”, “yo pertenezco a esta asociación, a la otra…”; y los otros pobrecitos no. Esto es un pecado. Mostrar el “carné de creyentes” para juzgar y excluir.
3º No a estar cerrados
Pidamos la gracia de superar la tentación de juzgar y de catalogar, y que Dios nos preserve de la mentalidad del “nido”, la de custodiarnos celosamente en el pequeño grupo de quien se considera bueno: el sacerdote con sus fieles, los trabajadores pastorales cerrados entre ellos para que nadie se infiltre, los movimientos y las asociaciones en el propio carisma particular, etc. Cerrados. Todo esto corre el riesgo de hacer de las comunidades cristianas lugares de separación y no de comunión. El Espíritu Santo no quiere cierres; quiere apertura, comunidades acogedoras donde haya sitio para todos.
4º Inflexibles con el otro, indulgentes con nosotros mismos
Y después en el Evangelio está la exhortación de Jesús: en vez de juzgar todo y a todos, ¡estemos atentos a nosotros mismos! De hecho, el riesgo es el de ser inflexibles hacia los otros e indulgentes hacia nosotros mismos. Y Jesús nos exhorta a no pactar con el mal con imágenes que impactan: “Si hay algo en ti que es motivo de escándalo, córtatelo!” (cfr. vv. 43-48). Si algo te hace mal, ¡córtalo! No dice: “Si algo es motivo de escándalo, piensa sobre ello, mejora un poco…”. No: “¡Córtatelo! ¡Enseguida!”. Jesús es radical en esto, exigente, pero por nuestro bien, como un buen médico. Cada corte, cada poda, es para crecer mejor y llevar fruto en el amor. Preguntémonos entonces: ¿Qué hay en mí que contrasta con el Evangelio? ¿Qué quiere Jesús, en concreto, que corte en mi vida?
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