Por: Covandonga Asturias
“Justo entre las naciones” es el título que recibirán dos católicos por parte de la comunidad judía del mundialmente conocido Yad Vashem Memorial de Jerusalén. El título reconoce a quienes arriesgaron sus propias vidas para salvar a judíos durante la Segunda Guerra Mundial. Y es este el reconocimiento que han recibido tres franceses (François de Vial, André Bouquin Eugène Tisserant), de los cuales dos son eclesiásticos católicos.
Se trata del diplomático François de Vial, el rector de Saint-Louis-des-Français, Mons. André Bouquin fue rector de la iglesia romana de San Luis de los franceses mientras que Eugène Tisserant fue cardenal de la Iglesia católica. Ambos ayudaron a Miron Lerner cuando a sus 17 años, huérfano y con una hermana en Auschwitz, está desamparado y en riesgo de ser enviado por los nazis a los campos de concentración. Acude al Card. Tisserant, por entonces prefecto de la Congregación para las Iglesias Orientales, quien lo oculta primero dentro del Vativano y luego, gracias a la ayuda de Mons. Bouquin, en la iglesia nacional de los franceses en Roma. “Lo que puedo decirles que había bastantes judíos escondidos en los conventos de Roma, así como en San Luis de los franceses”, escribió Miron en 1998 en el diario Liberation.
El cardenal Tisserant era políglota y estudioso de la Sagrada Escritura cuando fue llamado por el Papa Pío XI para que colaborara con él en el Vaticano: primero en la Biblioteca Apostólica Vaticana y después como prefecto del dicasterio para las iglesias católicas de ritos orientales. Fue creado cardenal en 1936.
En una reciente entrevista de News.va al biógrafo del cardenal Tisserant, Étienne Fouilloux, éste hace constar de la amplia evidencia acerca de lo que el cardenal hizo para salvar judíos: “El cardenal Tisserant ayudó a varias personas ocultándolas, empleándolas en la Biblioteca del Vaticano en la década de 1930, cuando fueron privados de sus cargos por el estado fascista, o facilitándoles la obtención de visas a los Estados Unidos”, refiere el historiador y biógrafo.
Fouilloux califica las relaciones del cardenal con el mundo judío como de “muy profundas”: “desde un principio quiso aprender hebreo, lo que no estaba previsto en el curso habitual de los seminaristas. Con varios de sus colegas comenzó a aprender hebreo, a buscar libros en este idioma, incluidas obras publicadas en Varsovia por círculos judíos. Hay una impregnación muy profunda, un deseo de afirmar que el cristianismo viene del vientre judío; y esto, desde los años 20. Es alguien para quien la Biblia, los estudios bíblicos y la exégesis son fundamentales”.
Finalmente, el biógrafo del cardenal Tisserant recuerda que éste fue uno de los involucrados en la declaración conciliar Nostra Aetate: “Se puede decir, sin embargo, que se anticipó a Nostra Aetate, durante el pontificado de Pío XII, cuando apoyó a todos los cristianos involucrados en las relaciones con el judaísmo. (…) Tisserant también apoyó la posibilidad de una liturgia católica de rito hebreo. En cierto modo, sí, anticipó lo que decía la Declaración de 1965, en la medida en que quería que la Iglesia católica tuviera en cuenta el mundo judío y estableciera una relación de ascendencia con él”.