(ZENIT Noticias / Ciudad del Vaticano, 21.02.2022).- El sábado 19 de febrero el Papa recibió en audiencia a miembros de la Asociación Voir Ensemble, una asociación para personas ciegas o disminuidas visuales que acudían a Roma en peregrinación. Destacando ese elemento, el papa les recordó que “Su peregrinación es un signo de la plena participación de los fieles con discapacidad en la comunión de la Iglesia”. A continuación compartió con ellos una breve reflexión basada en la Palabra de Dios: sobre el episodio del encuentro de Jesús con el ciego de nacimiento. Ofrecemos el texto del discurso en lengua española con encabezados agregados por ZENIT.
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1) La mirada de Jesús nos precede
1.1 La mirada de Jesús nos llama a cultivar la ternura y el estilo del encuentro
Lo primero que hay que señalar es que la mirada de Jesús nos precede, es una mirada que llama al encuentro, que llama a la acción, a la ternura, a la fraternidad. Jesús llega a la piscina de Silo: ve a un hombre ciego de nacimiento. Los discípulos también ven a este hombre, que no pide nada. Y Jesús ve en él a un hermano que necesita ser liberado, salvado. El Señor nos llama a cultivar la ternura y el estilo del encuentro.
1.2 La mirada de Jesús es una mirada de acogida y liberación
Los discípulos, por su parte, están atrapados en la mirada que se tenía entonces sobre los ciegos de nacimiento, considerados como nacidos en pecado, castigados por Dios y aprisionados por una mirada de exclusión.
En una cultura de prejuicios, Jesús rechaza radicalmente esta forma de ver. Por eso afirma ante los discípulos que «ni él ni sus padres» (v. 3) son la causa de su mal. Es una palabra de liberación, de acogida, de salvación. Hoy, por desgracia, estamos acostumbrados a percibir sólo el exterior de las cosas, el aspecto más superficial. Nuestra cultura dice que las personas son dignas de interés según su aspecto físico, su ropa, sus bonitas casas, sus coches de lujo, su posición social, su riqueza.
1.3 Jesús pone a la persona al centro del encuentro
Como nos enseña el Evangelio, también hoy la persona enferma o discapacitada, a partir de su fragilidad, de su limitación, puede estar en el centro del encuentro: el encuentro con Jesús, que abre a la vida y a la fe, y que puede construir relaciones fraternas y solidarias, en la Iglesia y en la sociedad.
2) Cristo da la vista al cielo
2.1 El corazón de Jesús no es indiferente al sufrimiento
En segundo lugar, Cristo hace por el ciego «las obras de Dios» (v. 3), dándole la vista. Se acerca al ciego, le aplica lodo en los ojos y lo envía al estanque de Siloé. El corazón de Jesús no puede permanecer indiferente ante el sufrimiento. Nos invita a actuar inmediatamente, para consolar, aliviar y curar las heridas de nuestros hermanos y hermanas. La Iglesia es como un hospital de campaña. ¡Cuántas personas heridas, cuántos hermanos y hermanas necesitan una mano tendida para curar sus heridas!
2.2 La paradoja de los ciegos que ven y de los que no ven aún teniendo vista
La paradoja es ésta: ese ciego, al encontrarse con Aquel que es la Luz del mundo, llega a ver, mientras que los que ven, al encontrarse con Jesús, siguen siendo ciegos. Esta paradoja atraviesa muy a menudo nuestra propia vida y nuestra forma de creer. Saint-Exupéry, en su libro El Principito, escribió: «No se puede ver bien sino con el corazón. Lo esencial es invisible a los ojos». Ver con el corazón es ver el mundo y a nuestros hermanos con los ojos de Dios. Jesús nos invita a renovar nuestra forma de ver a las personas y las cosas. Nos propone una visión siempre nueva de nuestras relaciones con los demás, especialmente en la familia, de nuestra fragilidad humana, de la enfermedad y de la muerte. Nos invita a ver todo esto con los ojos de Dios. La fe no se reduce a un conjunto de creencias teóricas, tradiciones y costumbres. Es un vínculo y un camino siguiendo a Jesús, que siempre renueva nuestra forma de ver el mundo y a nuestros hermanos.
2.3 No basta con ser iluminados, hay que ser “testigos de la luz”
Por último, los cristianos no podemos contentarnos con ser iluminados: debemos ser también «testigos de la luz» (cf. Jn 1,8). Mientras los dirigentes de los fariseos, encerrados en sus tradiciones y en su rigidez, condenaban al ciego de nacimiento como «pecador», él, con una sencillez descorazonadora, profesaba su fe: «Una cosa sé: que era ciego y ahora veo» (Jn 9,25), y se convertía en testigo de Jesús, en testigo de la obra de Dios, obra de misericordia, de amor vivificante. También nosotros estamos llamados a dar testimonio de Jesús en nuestra vida con el estilo de la acogida y el amor fraterno.
Queridos amigos, os doy las gracias por haber venido y os animo a seguir por este camino, por el que ya estáis caminando, en este «ver juntos», «voir ensemble», haciendo fructificar el carisma del padre Yves Mollat. Deja que Jesús venga a ti, que sane tus heridas y te enseñe a ver con el corazón. Sólo Él conoce verdaderamente el corazón del hombre, sólo Él puede liberarlo de la cerrazón y la rigidez y abrirlo a la vida y la esperanza.
Os encomiendo a todos a la intercesión de la Virgen María, ella siempre nos introduce en el encuentro con Cristo, le pido que guíe vuestros pasos y os doy mi bendición. Y, por favor, no te olvides de rezar por mí. Gracias.
Traducción del discurso original en lengua italiana realizada por el director editorial de ZENIT.