Suicidio Asistido. Foto: Archivo

El suicidio no asistido aumenta en los países donde el suicidio asistido está legalizado

El número total de suicidios (asistidos o no) en países donde éstos están permitidos, aumentaron considerablemente desde su introducción, en comparación con los países vecinos. Los datos de Europa y EE. UU muestran que las mujeres están siendo las más vulnerables.

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Por: Justo Tudela

(ZENIT Noticias – Observatorio de Bioética de la Universidad Católica de Valencia / Roma-Valencia, 26.03.2022).- Recientemente, David Albert Jones, director del Centro de Bioética Anscombe, Oxford, ha publicado en la revista Journal of Ethics in Mental Health, un artículo sobre la eutanasia, suicidio asistido y tasas de suicidio en Europa. El profesor de bioética ha elaborado un registro de tasas de suicidio no asistido, deduciendo que éstas se incrementan de manera notoria en los países donde se ha legalizado el suicidio asistido.

Estos países, donde ya está aprobado el suicidio asistido, alegaban antes de su legalización, que la aprobación disminuiría el número de suicidios no asistidos; “las personas que desean la muerte, al saber que tendrán medios para llevarlo a cabo cuando lo necesiten, pospondrán el acto suicida”, afirmaban. Sin embargo, como explica el autor del mencionado trabajo, los datos disponibles lo desmienten.

El número total de suicidios (asistidos o no) en países donde éstos están permitidos, aumentaron considerablemente desde su introducción, en comparación con los países vecinos. Los datos de Europa y EE. UU muestran que las mujeres están siendo las más vulnerables ante el riesgo de una muerte prematura evitable. Como afirma el trabajo, “la legalización del suicidio asistido también podría tener el efecto de normalizar el suicidio (ya sea asistido o no asistido) y, por lo tanto, podría conducir a un aumento de los suicidios no asistidos». Es disparatado pensar que la solución para prevenir los suicidios sea decir “sí” al suicidio.

John Maher, psiquiatra especializado en enfermedades mentales graves y editor jefe del Journal of Ethics in Mental Health  (JEMH), afirmaba en un artículo publicado en 2020, que “no podemos tratar de prevenir el suicidio y facilitar al mismo tiempo el mismo […] La flagrante transgresión moral se hace pasar por un derecho civil.  Pido a mis conciudadanos que, por favor, se detengan, presten atención, sopesen lo que están haciendo y que ayuden a aliviar el sufrimiento de las personas que viven con enfermedades mentales no matándolas, sino tratando sus enfermedades”.

Maher relata la historia de una paciente con una enfermedad tratable, la cual le solicitó que la matara. Ella decía: “que me mate un médico no es un suicidio, es totalmente diferente”. “Sus padres acudieron a la cita con ella porque temían que yo apoyara su petición y que no pudieran hacer nada al respecto». Hemos llegado al límite de tener que preocuparnos al ir al psiquiatra porque puedes ser asesinado, cuando se podría optar por otros tratamientos que acabarían con el sufrimiento de la persona.

Es lógico que aumente el número de suicidios en lugares donde tu propio país dice que «mereces tener derecho a que tu médico te mate […] No parece que merezcas el derecho a tener el tratamiento o el apoyo que décadas de evidencia muestra que puede ayudar”.

Valoración bioética

Legalizar el suicidio promueve, como ya hemos analizado previamente, el fenómeno de la pendiente resbaladiza que termina promoviendo la práctica de más suicidios, cada vez con criterios menos restrictivos, o incluso, practicados en pacientes que no lo han solicitado. Legitimar legalmente un atentado contra la vida y dignidad humanas promueve también que determinados sectores de población confundan lo legal con lo ético, desplazándose a posiciones tolerantes hacia prácticas que antes rechazaban, como también ocurre con el aborto. Las leyes injustas violan la rectitud moral, el derecho y la dignidad, y deben ser rechazadas desde posiciones éticas bien fundamentadas, no dependientes del estatus de legalidad o ilegalidad que las distintas mayorías dicten eventualmente.

La formación bioética, desde fundamentos antropológicos sólidos, basados en el respeto a la vida y la dignidad humanas, dirigida no solo a personal sanitario sino a toda la población, puede dificultar la manipulación moral que los vaivenes en la regulación legal de determinadas prácticas homicidas puede extender a la población, promoviendo la aceptación de conductas lesivas contra la integridad física y moral de los individuos.

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Redacción Zenit

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