Disney, mickey mouse. Foto: Archivo

El triste colapso y la corrupción del mundo de Disney

Las imágenes de una llamada de Zoom filtrada a toda la empresa confirman el deseo de Disney de adoptar una agenda que rechaza deliberada y descaradamente una visión cristiana de la familia, así como la visión de Dios sobre la sexualidad humana. La reunión se llevó a cabo en respuesta a la aprobación de la legislatura de la Florida y la firma del gobernador Ron DeSantis de HB 1557, un proyecto de ley que prohíbe a los maestros del estado de introducir o empujar temas LGBT en los niños en el jardín de infantes hasta el tercer grado. Los críticos de la legislación, junto con los cómplices dispuestos en la prensa, lo han etiquetado erróneamente y engañosamente como el proyecto de ley «Don’t Say Gay».

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Por: Paul Batura

(ZENIT Noticias / 02.04.2022).- Sentado detrás de su escritorio de madera en su oficina Suite 3H de Burbank, en 1961, se le preguntó a Walt Elias Disney -el fundador y presidente de la floreciente empresa que lleva su nombre- si podía compartir la fórmula del salvaje éxito del imperio. «No lo sé», respondió. «Supongo que soy optimista. No estoy en el negocio para hacer películas infelices. Me gusta demasiado la comedia. Siempre me ha gustado la comedia. Otra cosa. Quizá sea porque aún puedo asombrarme de las maravillas del mundo».

Antes de cinco años, Walt Disney estaría muerto, y no llegaría a ver la apertura del segundo parque y centro turístico de la compañía en Orlando. En el momento de su muerte, en diciembre de 1966, la empresa de Walt, nacida tras una serie de fracasos, estaba valorada en 100 millones de dólares. El año pasado, los ingresos de la empresa superaban los 67.000 millones de dólares.

Pero no es oro todo lo que reluce, y la verdadera salud de una empresa no se calcula sólo en dólares, sino en cómo ayuda o perjudica a las personas a las que sirve. En ese sentido, pocas empresas han caído tanto como el otrora maravilloso mundo de Disney, que hoy es cualquier cosa menos maravilloso.

Las imágenes de una llamada de Zoom filtrada a toda la empresa confirman el deseo de Disney de adoptar una agenda que rechaza deliberada y descaradamente una visión cristiana de la familia, así como la visión de Dios sobre la sexualidad humana. La reunión se llevó a cabo en respuesta a la aprobación de la legislatura de la Florida y la firma del gobernador Ron DeSantis de HB 1557, un proyecto de ley que prohíbe a los maestros del estado de introducir o empujar temas LGBT en los niños en el jardín de infantes hasta el tercer grado. Los críticos de la legislación, junto con los cómplices dispuestos en la prensa, lo han etiquetado erróneamente y engañosamente como el proyecto de ley «Don’t Say Gay».

En realidad, se trata de una legislación de sentido común que reconoce que los padres se reservan el derecho absoluto de decidir cuándo y qué se debe enseñar a sus hijos sobre temas tan delicados. Pero Karey Burke, presidenta de Contenidos Generales de Entretenimiento de Disney, cree firmemente que si no se va a hacer propaganda a los niños en la escuela, hay que lavarles el cerebro y confundirlos a través del entretenimiento de Disney. «Estoy aquí como madre de dos niños maricas, en realidad», dijo Burke a los empleados. «Un hijo transgénero y otro pansexual, y también como líder».

Burke prosiguió diciendo que está comprometida con que Disney produzca contenidos en los que aparezcan personas «subrepresentadas». «Tenemos muchos, muchos personajes LGBTQIA en nuestras historias, y sin embargo no tenemos suficientes protagonistas, y narrativas en las que los personajes gay simplemente sean personajes», dijo.

Durante otra parte de la llamada, la directora de «diversidad e inclusión» de Disney, Vivian Ware, se jactó de haber dejado de utilizar las frases «damas y caballeros» y «niños y niñas» en los anuncios de sus parques temáticos. Muchos de nosotros tenemos cálidos y queridos recuerdos de ver películas y dibujos animados de Disney o incluso de pasar unas grandes vacaciones en familia en un parque temático de Disney. Lamentablemente, ese Disney ya no existe.

La marca Disney fue en su día tan querida y omnipresente en el mundo que el nombre «Mickey Mouse» se utilizó como contraseña para entrar en el Cuartel General Supremo de los Aliados en Europa el Día D de 1944. «Disneylandia nunca se completará mientras quede imaginación en el mundo», dijo una vez Walt Disney.

Trágicamente, el don de Dios de la «imaginación» ha sido profundamente corrompido en este caso, trayendo a la mente las palabras y la advertencia del apóstol Pablo a los creyentes en Roma: «Y puesto que no consideraron oportuno reconocer a Dios», escribió, «Dios los entregó a una mente degradada para hacer lo que no se debe hacer» (1:28).

Como padres, muchos de nosotros apreciamos los entretenimientos para niños que presentan temas suaves e inocentes. Ya habrá tiempo para que nuestros hijos estén expuestos a las duras realidades de un mundo roto. No necesitamos guionistas siniestros o confusos que corrompan las bellas mentes de nuestros pequeños.

Sin duda, la caída de Disney no ha sido repentina, ni se ha producido de golpe. Durante años, los padres cristianos se han enfrentado al dilema de cómo (o si) navegar por la cultura corrupta y colapsada de una marca antaño familiar. Al final, puede que el mundo sea pequeño para todos nosotros, pero para los creyentes, especialmente, es un mundo cada vez más perverso y depravado.

El presente artículo fue originalmente publicado en inglés en The Daily Citizen de Focus in the Family. La traducción al castellano fue realizada por el director editorial de ZENIT.

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Redacción Zenit

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