(ZENIT Noticias / 02.04.2022).- Entre el 28 de marzo y el 1 de abril de 2022 el Papa recibió en varias audiencias especiales a representantes indígenas de los pueblos y naciones originarias de Canadá. En realidad, estos encuentros estaban previsto para finales de 2021 pero la variante ómicron de la pandemia hizo posponer las audiencias.
Las delegaciones de los diferentes pueblos indígenas de Canadá no se trasladaron al Vaticano por turismo. Tampoco como peregrinos. Iban con un objetivo preciso: exponer al papa las vejaciones sufridas en residencias regentadas por la iglesia católica en su país y pedir al Papa que la Iglesia pida perdón por ello. A lo largo de la semana el Papa dedicó el tiempo necesario a escuchar las historias de los sobrevivientes y también las de descendientes de los afectados. El viernes 1 de abril los recibió a todos juntos y ofreció un discurso en el que pidió disculpas:
“siento vergüenza, dolor y pena por el papel que varios católicos, especialmente los que tienen responsabilidades educativas, han jugado en todo lo que os ha dolido, en los abusos y en la falta de respeto a vuestra identidad, a vuestra cultura e incluso a vuestros valores espirituales. Todo esto es contrario al Evangelio de Jesús. Por la deplorable conducta de esos miembros de la Iglesia católica pido perdón a Dios y quiero decirles de corazón: lo siento mucho. Y me uno a mis hermanos obispos de Canadá para pedirles disculpas. Es evidente que no se pueden transmitir los contenidos de la fe de una manera ajena a la misma fe: Jesús nos enseñó a acoger, amar, servir y no juzgar; es terrible cuando, precisamente en nombre de la fe, se rinde un contra-testimonio al Evangelio”.
El contexto de todo esto es, sin embargo, más amplio: en los últimos años el gobierno de Canadá ha sometido a valoración el trato que en el pasado dio a sus pueblos indígenas, que hoy en muchos casos se encuentran en condiciones de pobreza, si se les compara con el resto de la población canadiense. Parte de esa valoración supuso también calibrar el papel de las confesiones cristianas en el proceso de asimilación de los indígenas a la sociedad canadiense.
Como explicamos en otro artículo [1], “entre 1883 y 1996 unos 150 mil niños indígenas pasaron por una de las más de 130 residencias para infantes nativos que instituyó el gobierno canadiense, inicialmente todavía como parte del Imperio Británico, con la finalidad de asimilar a la población indígena. La gestión de las residencias fue confiada a varias asociaciones religiosas, también a algunas católicas, pero no sólo. En una etapa de esas instituciones, hacia la parte final, fue el mismo gobierno canadiense el que directamente las gestionó”.
Se trataba entonces de residencias del gobierno que este, al no poder gestionar, dejaba en manos de instituciones cristianas entre las cuales también católicas. Las instituciones que regentaban las residencias dependían del gobierno para mantenerlas, pero el gobierno no siempre proveía el alimento, las medicinas o el vestido y cobijo necesarios para que las instituciones proveyesen a su vez a los niños y a las niñas (de ahí que se hayan registrado muertes relacionadas con malnutrición, enfermedades y frío).
En mayo de 2021 el dedo de acusación de la opinión pública individuó en la iglesia católica un “chivo expiatorio” por el caso de la Kamloops Indian Residential School. La señora Rosanne Casimir aseguró haber encontrado una fosa común con 215 cuerpos de niños indígenas en ella, en base a una supuesta investigación de la antropóloga Sarah Beaulieu. Aunque ya eran conocidos desde 2015 varios cementerios donde no estaban identificados los cuerpos [2], esta “nueva fosa” no estaría incluida en ese listado y por eso atrajo los ojos del sensacionalismo mediático que llevó a acusar a la iglesia católica de ocultamiento. Justin Trudeau aprovechó la ocasión, se hizo fotos en un cementerio, acusó a la iglesia y se inauguró así un periodo literal de quema de iglesias que nadie condenó sino que incluso se justificó desde el gobierno.
Seis meses después, el 11 de enero de 2021 Jacques Rouillard, profesor emérito de historia en la Universidad de Montreal, evidenció que el supuesto hallazgo de la señora Casimir y Beaulieu era una mentira. Escribió Rouillard en un artículo de investigación [3] «El ‘descubrimiento’ se informó por primera vez el 27 de mayo pasado después de que una antropóloga, Sarah Beaulieu, usara un radar de penetración en el suelo para buscar los restos de niños que algunos creen que estaban enterrados allí. Su informe preliminar en realidad se basó en depresiones y anomalías en el suelo de un huerto de manzanos cerca de la escuela, no en restos exhumados”. Y añade: “ante las afirmaciones sin fundamento de los líderes aborígenes, varios medios han amplificado y publicitado la historia al afirmar que se habían encontrado los cuerpos de 215 niños, añadiendo que “miles” de niños habían “desaparecido”. De colegios residenciales y que los padres no habían sido informados. Esta supuesta “noticia” ha dado la vuelta a todo tipo de medios, empañando la imagen y reputación de Canadá en el exterior”.
Fue así que se mezcló la idea de genocidio con la iglesia católica. Trudeau aprovechó políticamente la situación y la usó como un medio para desvincular la imagen del gobierno cuando era precisamente el gobierno quien debía rendir cuenta por sus residencias. A fin de cuentas, la idea de asimilar a la población mediante prácticas que hoy llaman de reeducación no fue de las iglesias que las atendieron, sino del gobierno canadiense al cual Trudeau representa. No fueron tampoco las iglesias las que sustrajeron a los niños de sus familias sino el gobierno canadiense.
El dedo acusador contra la iglesia católica derivó en quema de lugares de culto. Algo que incluso sorprendió a The Spectator y que quedó subrayado en un artículo que decía: «sobre la base de una teoría, los medios y el gobierno han optado por desatar una ola de violencia, sentimiento anticatólico y vergüenza nacional. 65 iglesias fueron vandalizadas, quemadas o profanadas y muchos vitorearon abiertamente hablando de protestas justificadas: “¡Quemadlas todas!”. Mientras que los políticos se han encogido de hombros ante la violencia anticristiana calificándola de «comprensible»».
El profesor Rouillard, catedrático emérito de la Universidad de Montreal, estaba también muy sorprendido de la credibilidad que se le había dado y el alcance que había tomado una afirmación sobre cuerpos no encontrados en un lugar donde irresponsablemente se decía que los había: “Es difícil creer que una búsqueda preliminar de una supuesta fosa común en un huerto de manzanos en un terreno cerca de la escuela residencial Kamloops podría haber llevado a tal espiral de reclamos respaldados por el gobierno canadiense y repetido. por los medios de comunicación de todo el mundo. Da una impresión aterradora y simplista de temas complejos en la historia canadiense». Y agregaba: “Las exhumaciones aún no han comenzado y quizás nunca lo hagan y, por supuesto, no se han encontrado restos. Las historias y las emociones imaginarias prevalecieron sobre la búsqueda de la verdad. En el camino hacia la reconciliación, ¿no es la mejor manera de buscar y decir toda la verdad en lugar de crear deliberadamente mitos sensacionalistas?”.
Quienes tuvimos oportunidad de ver a los indígenas canadienses en el Vaticano, pudimos conmovernos con su fragilidad y dolor. La mayoría de ellos se quedaban en la plaza de San Pedro después de haber sido recibidos por el Papa y ahí cantaban y daban declaraciones a medios de comunicación. En la “rueda de prensa” del vienes 1 de abril en la plaza de san Pedro, el sentir general fue de satisfacción por los encuentros con el Papa, pero siguieron presentes los reclamos para que ahora el Papa vaya a Canadá y pida disculpas en aquel lugar. De hecho, el mismo 1 de abril, el jefe indígena de la delegación canadiense declaró: “El siguiente paso es una disculpa a toda nuestra nación original de familias en nuestro hogar, la Isla de la Tortuga”.
En efecto, en el discurso el Papa también dijo que iría a Canadá. Esto podría ser a finales del mes de julio de este 2022 por una razón: el mismo Papa lo expresó. Dijo en su discurso del viernes 1 de abril a todas las delegaciones: “Me alegra, por ejemplo, pensar en la veneración que se ha extendido entre muchos de vosotros por Santa Ana, la abuela de Jesús. Este año me gustaría estar con vosotros en esos días”. Y más adelante añadió: “Estaré encantado de volver a beneficiarme de vuestro encuentro, de visitar vuestras tierras natales, donde viven vuestras familias. ¡No iré a ustedes en invierno!”. La fiesta de san Joaquín y santa Ana es el 26 de julio, según el calendario litúrgico de la Iglesia.
Sin embargo, con mucha serenidad y honestidad debemos plantearnos algo: ¿por qué el Papa debe pedir perdón por algo que no hizo y por algo de hecho la Iglesia no promueve como lo es la violencia contra quien sea y de la forma que sea? Más aún, si incluso estrictamente no debiendo hacerlo, el Papa ya pidió disculpas (como también lo han hecho los obispos de Canadá), ¿por qué debería pedirlas ahora trasladándose a Canadá? Se trata de preguntas que sólo buscan hacer pensar con serenidad pues, de hecho, el Papa irá a Canadá y seguramente repetirá las disculpas que ya pidió en Roma.
Igualmente, también debemos plantear algo más: ¿quién le pide disculpas a la iglesia católica después de que el caso que llevó al incendió de más de 60 iglesias en Canadá fuese mostrado como una mentira? ¿El grado de ira de las personas justifica sus acciones violentas? ¿Por qué, de hecho, contra la iglesia católica esto sí funciona así?
Notas
[1] “Análisis: cuerpos de niños hallados en escuelas “católicas” de Canadá, las acusaciones contra la Iglesia y la verdad detrás del oportunismo de Justin Trudeau”, ZENIT, 09.06.2022
[2] Véase la web del https://nctr.ca/
[3] “In Kamloops, Not One Body Has Been Found”, The Dorchester Review, 11.01.2022