ZENIT Noticias / Roma, 15.04.2022).- Pasadas las 9 de la noche de este Viernes Santo, tuvo lugar en las afueras del Coliseo, con la presencia del Papa Francisco, el Viacrucis de este 2022. Miles de peregrinos de diferentes nacionalidades pudieron participar en este evento en una ciudad que cada vez deja más atrás las huellas del paso de la pandemia.
Uno de los focos de atención era el texto de la meditación número XIII del Viacrucis pues, tanto a nivel diplomático, el embajador ucraniano ante la Santa Sede realizó una protesta, como a nivel eclesiástico los obispos ucranianos hablaron de inoportuno y ambiguo, hecho que llevó al nuncio del Papa en Ucrania a hacer público el descontento. El texto que originalmente se leería decía:
“La muerte está en torno y la vida parece perder valor. Todo cambia en pocos segundos. La existencia, los días, la despreocupación de la nieve en invierno, ir a buscar a los niños a la escuela, el trabajo, los abrazos, las amistades, todo. Todo pierde improvisamente valor. Señor, ¿dónde estás? ¿Dónde te escondiste? Queremos la vida de antes. ¿Por qué todo esto? ¿Qué culpa cometimos? ¿Por qué nos has abandonado? ¿Por qué has abandonado a nuestros pueblos? ¿Por qué has dividido de este modo a nuestras familias? ¿Por qué ya no tenemos ganas de soñar ni de vivir? ¿Por qué nuestras tierras se han vuelto tenebrosas como el Gólgota? Se nos acabaron las lágrimas. La rabia ha cedido a la resignación. Sabemos que Tú nos amas, Señor, pero no percibimos este amor, lo que nos hace enloquecer. Nos despertamos en la mañana y por algunos segundos somos felices, pero luego nos acordamos inmediatamente de que será difícil reconciliarnos. Señor, ¿dónde estás? Háblanos desde el silencio de la muerte y de la división, y enséñanos a reconciliarnos, a ser hermanos y hermanas, a reconstruir lo que las bombas habrían querido aniquilar”.
Sin embargo, lo que se escuchó este Viernes Santo en el Viacrucis pronunciado a las afueras del Coliseo fue esto:
«Ante la muerte, el silencio es más elocuente que las palabras. Pongámonos, pues, en silencio orante y recemos cada uno de nosotros en nuestro corazón por la paz en el mundo».
Como se puede advertir, se trató de un cambio intencionado que limitó el texto al mínimo y prefirió el apoyo en el silencio y la oración. No obstante, en esa estación la cruz fue llevada por una mujer ucraniana y una rusa.