Papa Francisco prefecto apostólico Mongolia

Monseñor Giorgio Marengo (C) Facebook. Consolata Misiones

El cardenal más joven del mundo participó en curso para exorcistas en Roma y ofreció 5 recorridos eclesiales contra el demonio

Tan sólo 13 días antes de ser nombrado cardenal por el papa Francisco, monseñor Giorgio Marengo, obispo prefecto apostólico de Ulán Bator (Mongolia), dictó una conferencia en el curso de exorcismo y oración de liberación en Roma.

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Por: Luis Santamaría del Río

 

(ZENIT Noticias – Porta Luz / Jerusalén, 08.06.2022).- El pasado 29 de mayo el papa Francisco nombró 21 nuevos cardenales para ayudarle en el pastoreo de la Iglesia universal. Entre ellos el joven obispo de 47 años, prefecto apostólico de Ulán Bator (Mongolia), Giorgio Marengo. Natural de Turín (Italia), Misionero de la Consolata desde 2000, ordenado sacerdote en 2001 y consagrado obispo en 2020, es conocido desde 2003 por su apasionado empeño en la evangelización de Mongolia.

Unos días antes de esta designación, monseñor Marengo volvió a su país de origen para participar en el XVI Curso de Exorcismo y Oración de Liberación, celebrado en el Ateneo Pontificio Regina Apostolorum, coorganizado también por el Instituto Sacerdos y el Grupo de Investigación e Información Sociorreligiosa (GRIS). Allí fue el encargado de pronunciar el 16 de mayo la primera ponencia, titulada “El papel del obispo en el ministerio del exorcismo”.

Exorcismo: de aprendiz a ministro

Curiosamente, el prefecto apostólico de Ulán Bator había acudido anteriormente al curso como alumno, pero en esta ocasión lo hizo como exorcista, ya que, como explicó, según la praxis de la Iglesia “el obispo es el primer exorcista en su diócesis, en virtud de la sucesión apostólica”, y la posibilidad de que haya otros sacerdotes que ejerzan este ministerio depende de su delegación.

Recordó que el obispo es “garante de la fe apostólica” y, según la normativa canónica vigente, “puede practicar en primera persona el exorcismo dentro de su circunscripción; fuera de ella, sólo con la licencia del ordinario del lugar”. Y aprovechó para agradecer a la Asociación Internacional de Exorcistas (AIE) la publicación de las Directrices para el ministerio del exorcismo, “un instrumento utilísimo también para nosotros, los obispos”.

Dimensión misionera del exorcismo

Después de casi dos décadas en Mongolia como sacerdote religioso misionero y, en estos dos últimos años, como obispo prefecto apostólico, afirmó que “el exorcismo y la sanación interior son parte esencial de la misión de la Iglesia, porque es algo que pide la realidad misma”.

Tras exponer la situación religiosa del país –que, después de casi 8 siglos de ausencia del catolicismo, ha vuelto a recibir a misioneros hace sólo 30 años–, contó algunas “experiencias comunes de personas no cristianas pidiendo a sacerdotes que los libren del demonio”. Palpar esta realidad, dice, le permitió constatar que la batalla con el demonio es “una necesidad a todos los niveles”. Entre otras cosas, dijo que en la capital, Ulán Bator, con una población de 1.200.000 habitantes, hay unos 10.000 chamanes.

Por eso hizo alusión a la “dimensión genuinamente misionera del exorcismo”. Acudiendo a la etimología de “Satanás”, se refirió al diablo como “el adversario, el divisor, el que se mete en medio para impedir la relación con Cristo”. En esta línea, “la Iglesia lucha contra él con la proclamación del Evangelio de Jesucristo y haciéndolo presente a Él en la acción sacramental”.

Los daños del ocultismo popular heredado

En el itinerario de la primera evangelización de un lugar, como es el caso de Mongolia (donde hay actualmente 1.400 católicos en una población de 3,5 millones), monseñor Marengo subrayó la importancia de “los restos de formas ancestrales ligadas a lo oculto”, y expuso algunos casos reales de personas que, mientras realizaban el catecumenado –la preparación para el bautismo–, habían empezado a sufrir por la acción de los espíritus, abandonando el camino de la fe.

“El enemigo se mete en medio, en estos contextos de primera evangelización, para evitar que la gente se adhiera a Cristo”, explicó. En este sentido son perfectamente comprensibles las palabras de Jesús a los apóstoles en el envío misionero: “A los que crean, les acompañarán estos signos: echarán demonios en mi nombre…” (Mc 16, 17). El obispo insistió en que “la actividad del grupo de los discípulos de Jesús incluía echar demonios y sanar enfermos”, de manera que el exorcismo “es parte integrante del ministerio encargado por el Resucitado”.

En un contexto secularizado y plural

La Iglesia católica desarrolla su labor en un mundo plural en cuanto a las creencias, y por eso la misión ad gentes ha de tener en cuenta también el contexto interreligioso de las sociedades destinatarias de la buena noticia. El ahora nombrado cardenal recordó que “las religiones monoteístas reconocen la existencia del demonio y ponen en guardia a sus fieles contra su acción”, además de que “la conciencia de la existencia de espíritus malignos ha permanecido en todas las culturas (menos donde se ha impuesto el ateísmo marxista)”.

“En Occidente parece que hemos puesto entre paréntesis al diablo, por no ser una ‘idea clara y distinta’. Se ha negado su existencia, pero se experimentan sus terribles maquinaciones”, reconoció. Acto seguido, recomendó la lectura de las obras del P. Joseph-Marie Verlinde, religioso francés que ha hecho un profundo análisis de las prácticas espirituales de origen oriental, después de haber sido él mismo un seguidor acérrimo de la Meditación Trascendental.

Continuando con esta reflexión, el obispo pidió “prudencia en el encuentro con las tradiciones orientales, donde es corriente el recurso a los espíritus, práctica contra la que advierte la Iglesia”.

Alejarse de la superstición

Monseñor Marengo planteó una cuestión que es común en los primeros pasos de la evangelización de una cultura: “¿cómo hacer con un pasado personal de prácticas supersticiosas?”. E indicó que la respuesta se encuentra en la Sagrada Escritura: concretamente en Dt 18, 10-15 como “la referencia fundamental”, ya que en este pasaje “vemos la profundidad pedagógica que usa el Señor en su Palabra”.

“Dios llama a no mezclarse con estos cultos, y por eso el Antiguo Testamento insiste en sus peligros reales para la nueva relación del hombre con el Dios que se revela”. Junto a esto, el mismo Señor se presenta en Ex 34, 12-16 como “un Dios celoso, que quiere que se rechace lo que aleja de la relación única con Él”. El prefecto apostólico de Ulán Bator comentó un tercer texto de la Biblia, el de la historia del rey Saúl y la nigromante (1Sam 28, 6-25).

En todos estos pasajes bíblicos “el motivo de la condena es siempre el mismo, y nos vale también para hoy: estas prácticas suponen una falta de fe; acudimos a ellas para salir de la incerteza”. El Nuevo Testamento confirma esto, al presentar a Jesucristo sufriendo las tentaciones pero saliendo victorioso, ya que “se fía totalmente del Padre. Del mismo modo, la humildad de quien cree en Cristo supone fiarse totalmente de Él”.

Los peligros de los adivinos, chamanes y magos

Más de dos décadas como misionero le permiten tener una experiencia que compartió con los alumnos de multitud de países en Roma. “Cuando me preguntan en Mongolia: ‘¿Por qué no debo ir a adivinos?’, yo les respondo: ‘Porque lo dice el Señor’. Quien quiere satisfacer a toda costa sus deseos de saber más, corre riesgos. Sólo Cristo es el ancla de la salvación”. La realidad que conoce es que “acompañar a personas que se abren a Cristo con un pasado de magia es un don y una responsabilidad”.

Es común que personas que están en el camino de la fe, ante alguna desgracia, se pregunten por qué les ha sucedido y lleguen a pensar: “¿Ha sido errónea mi decisión de hacerme cristiano?”. Poniendo algunos ejemplos concretos, Giorgio Marengo explicó que “se da un choque entre la religiosidad natural y la fe en Cristo”. Porque, para la religiosidad natural, Dios funcionaría según una dinámica de premios y castigos, y de esta forma “la religiosidad se reduce a magia”.

Para los parámetros del chamanismo tradicional de Mongolia, “Jesucristo sería el colmo del fracaso, de la desgracia, de la mala suerte. Y aquí está la originalidad de la fe cristiana: Cristo ha inaugurado una nueva vida, que convive con el misterio del mal y del pecado”. Y recordó cómo se representa la Resurrección de Cristo en Oriente: con el icono de la Anástasis, que muestra a Jesús saliendo del sepulcro y llevando de la mano a Adán y Eva.

Pistas de acción concreta

Para terminar su conferencia, monseñor Marengo indicó cinco “recorridos eclesiales” en torno a la lucha contra el mal en la pastoral ordinaria:

* “La vía maestra es la oración. Y en ella destacan la adoración eucarística y las diversas formas de devoción mariana”. Y el caso de Mongolia lo ejemplifica: “todo está cambiando tras la difusión de la adoración del Santísimo”. Recomendó el uso de oraciones litánicas con textos alusivos a la sanación, siempre sujetas a las normas litúrgicas.

* “Ha de hacerse una catequesis adecuada sobre la acción del demonio y cómo hacerle frente”.

* Por otro lado, es adecuado “compartir frecuentemente espacios de convivencia donde puedan surgir, en el diálogo, cuestiones de demonología”.

* Realizar “la celebración del exorcismo cuando sea necesario”, según las normas de la Iglesia. De esta forma, “la Iglesia local tiene la plenitud de la sacramentalidad”. El obispo misionero Marengo insistió en “que se haga bien y con coordinación”.

* Por último, mejorar “la formación de sacerdotes y religiosos sobre la salud espiritual y la lucha contra el demonio”.

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Redacción Zenit

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