El Papa Francisco se reunió con los Misioneros de África. Foto: Vatican Media

3 modos como la misión se hace testimonio profético en la vida de los religiosos, según el Papa

“Oración y fraternidad: la Iglesia debe volver a este núcleo esencial, a esta sencillez radiante, naturalmente no de manera uniforme, sino en la variedad de sus carismas, de sus ministerios y de sus instituciones; pero todo debe permitir que transpire este núcleo original, que se remonta a Pentecostés y a la primera comunidad”, dijo el Papa.

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(ZENIT Noticias / Ciudad del Vaticano, 13.06.2022).- Hacia el medio día del lunes 13 de junio, el Papa recibió en audiencia, en la Sala Clementina del Palacio Apostólico, a los Misioneros de África (o “padres blancos”), quienes se encontraban en Roma por razón de su Capítulo General.

Los “padres blancos” (llamados así por el color de su hábito) son un instituto misionero internacional nacido en Argel que realiza su misión principalmente en África. Su fundador es el cardenal Charles Martial Lavigerie, primer arzobispo de Argel. Son en torno a los 1314 sacerdotes y 1656 religiosos.

A ellos el Papa dirigió un discurso sobre “la misión como testimonio profético”. En sus líneas generales es también un discurso que se puede aplicar a muchas otras comunidades religiosas internacionales. Ofrecemos la traducción en español con negritas y encabezados agregados por ZENIT.

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Agradezco al Superior General las palabras con las que ha introducido nuestro encuentro.

Desgraciadamente, con gran pesar, tuve que posponer mi viaje al Congo y a Sudán del Sur. Efectivamente, a mi edad no es tan fácil ir a una misión. Pero vuestras oraciones y vuestro ejemplo me dan valor, y confío en que podré visitar a estos pueblos, a los que llevo en mi corazón. El próximo domingo, intentaré celebrar la misa con la comunidad romana congoleña. No el siguiente, el 3 de julio, el día que debía celebrar en Kinshasa. Llevaremos a Kinshasa a San Pedro, y allí lo celebraremos con todos los congoleños romanos, ¡que son muchos!

Recuerdo la celebración de su 150 aniversario, que vivimos hace tres años junto a sus Hermanas Misioneras. Por favor, denles también mis saludos.

Para este Capítulo General, han elegido trabajar en la misión como testimonio profético. Haremos una breve reflexión al respecto. Pero primero quiero decirte que me ha gustado mucho escuchar que han vivido estos días «con gratitud» y «con esperanza». Esto es muy bonito. Mirar hacia atrás con gratitud es un signo de buena salud espiritual; es la actitud «deuteronómica» que Dios enseñó a su pueblo (cf. Dt 8). Cultivar la memoria agradecida del camino que el Señor nos ha hecho recorrer. Y esta gratitud es la que alimenta la llama de la esperanza. Quien no sabe agradecer a Dios los dones que ha sembrado a lo largo del camino -aunque sea fatigoso y a veces doloroso- no tiene siquiera un alma esperanzada, abierta a las sorpresas de Dios y confiada en su providencia. En particular, esta actitud espiritual es decisiva para que maduren los gérmenes de vocación que el Señor suscita con su Espíritu y su Palabra. Una comunidad en la que se sabe decir «gracias» a Dios y a los hermanos, y en la que se ayuda a esperar en el Señor resucitado es una comunidad que atrae y apoya a los llamados. Así que, adelante así: con gratitud y esperanza.

Llegamos ahora al tema de la misión como testimonio profético. Aquí está en juego la fidelidad a sus raíces, al carisma que el Espíritu confió al cardenal Lavigerie. El mundo cambia, África también, pero ese regalo conserva su carga de significado y fuerza. Y lo retiene en ti en la medida en que siempre es conducido a Cristo y al Evangelio. Si la sal pierde su sabor, ¿de qué sirve? (cf. Mt 5,13).

1) Ser apóstoles no es hacer proselitismo

El Padre General recordó la exhortación que el Fundador solía repetir: «¡Sed apóstoles, nada más que apóstoles! Y el apóstol de Jesucristo no es alguien que hace proselitismo. El anuncio del Evangelio no tiene nada que ver con el proselitismo. Si en algún momento alguno de ustedes se encuentra haciendo proselitismo, por favor deténganse, conviértanse y luego continúen. La proclamación es otra cosa. El apóstol no es un gestor, no es un conferenciante erudito, no es un «mago» de la informática, el apóstol es un testigo. Esto es cierto siempre y en todas partes en la Iglesia, pero es especialmente cierto para aquellos que, como ustedes, a menudo son llamados a vivir la misión en contextos de primera evangelización o de prevalencia de la religión islámica.

2) Testimonio es oración y fraternidad

El testimonio significa esencialmente dos cosas: la oración y la fraternidad. Un corazón abierto a Dios y un corazón abierto a nuestros hermanos y hermanas. En primer lugar estar en presencia de Dios, dejar que te mire, cada día, en adoración. Allí para sacar la savia, en ese «permanecer en Él«, en Cristo, que es la condición para ser apóstoles (cf. Jn 15,1-9). Es la paradoja de la misión: sólo puedes irte si te quedas. Si no eres capaz de permanecer en el Señor, no podrías ir.

Recientemente, el testimonio de Charles de Foucauld fue propuesto a la veneración de la Iglesia universal: es otro carisma, ciertamente, pero tiene mucho que decirles también a ustedes, como a todos los cristianos de nuestro tiempo. Oración y fraternidad: la Iglesia debe volver a este núcleo esencial, a esta sencillez radiante, naturalmente no de manera uniforme, sino en la variedad de sus carismas, de sus ministerios y de sus instituciones; pero todo debe permitir que transpire este núcleo original, que se remonta a Pentecostés y a la primera comunidad, descrita en los Hechos de los Apóstoles (cf. 2,42-47; 4,32-35).

3) La profecía es comunitaria

A menudo nos inclinamos a pensar en la profecía como una realidad individual -y esta es una dimensión que siempre se mantiene, siguiendo el modelo de los profetas de Israel-, pero la profecía es también, y yo diría que sobre todo, comunitaria: es la comunidad la que da testimonio profético. Pienso en sus fraternidades, formadas por personas de tantos países, de diferentes culturas. No es fácil, es un reto que sólo puedes aceptar contando con la ayuda del Espíritu Santo. Y entonces esta pequeña comunidad suya, que vive de la oración y la fraternidad, está llamada a dialogar con el entorno en el que vive, con la gente, con la cultura local. En estos contextos, donde a menudo, además de la pobreza, se experimenta la inseguridad y la precariedad, se les envía a vivir la dulce alegría de evangelizar. San Pablo VI utiliza esta palabra en su Evangelii Nuntiandi. Evangelizar es la misión de la Iglesia, evangelizar es la alegría de la Iglesia. Por cierto: toma la Evangelii nuntiandi, que sigue vigente hoy, y te dará muchas, muchas luces para la reflexión y la misión. Doy gracias al Señor con vosotros por este gran don de la evangelización.

Que la Virgen, nuestra Señora de África, os acompañe y os proteja. Rezo por vosotros, os doy mi bendición; llevadla también a vuestros hermanos y a los fieles de vuestras comunidades. Y, por favor, no se olviden de rezar por mí. Gracias.

La traducción del original en lengua italiana fue realizado por el P. Jorge Enrique Mújica, LC, director editorial de ZENIT.

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Redacción Zenit

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