ministerio de la sanación en la Iglesia. Foto: Archivo

¿Necesito sanar? Las heridas humanas y el ministerio de la sanación en la Iglesia. Entrevista al P. Miguel Guerra, LC (2ª parte)

¿Qué se debe tener en cuenta antes de participar en un retiro de sanación para no ser defraudado? ¿Está hoy el ser humano más herido que en otro tiempo? A estas y otras cuestiones responde el P. Miguel Guerra en esta segunda parte de la entrevista

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(ZENIT Noticias / Ciudad de México, 16.06.2022).- En los últimos años los ministerios de sanación han crecido al interior de la Iglesia católica pero no sólo: también en ambientes laicos se habla y promueven “retiros de sanación”. El P. Miguel Guerra, LC, se ha dedicado en los últimos años a profundizar en este campo. Esa profundización ha ido de la mano de experiencias de retiros católicos de sanación en los que han participado muchas personas. Es un tema que parece tener un recorrido por andar. Por eso en esta segunda parte de la entrevista (la primera fue publicada ayer y se puede leer en el enlace al final de esta segunda entrega) el P. Miguel aborda otras cuestiones en este contexto de la sanación y las heridas.

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Pregunta: Es comprensible que, aprovechando la buena fe de las personas, especialmente de las personas heridas, haya diferentes propuestas “de sanación”, incluso fuera del ámbito católico, que lo único que buscan es hacer negocio con las personas. ¿Qué debería tener en cuenta alguien antes de decidir participar en un retiro de sanación, para no ser engañada?

 Respuesta: La perspectiva cristiana pone su mirada en el Redentor. Quizás esto sea un primer criterio de discernimiento al momento de acercarse a las diferentes realidades de sanación que existen en el mundo. No se trata de poner en el centro de la propia vida a una persona humana con cierto carisma, sino a una persona divina dadora de todos los bienes y carismas.

Otro aspecto importante es la oferta de quien lleva adelante propuestas de sanación. ¿A qué me refiero? Si el fin es sólo sanar, yo tendría mis reservas, pues la sanación no es el fin en cuanto tal, sino un medio. El fin es Cristo, su persona, su amistad, su amor… Benedicto XVI lo explicó en una audiencia con estas palabras:

Apoyada en la acción de gracias, la oración de Jesús nos revela cómo pedir: antes de que lo pedido sea otorgado, Jesús se adhiere a Aquel que da y que se da en sus dones. El Dador es más precioso que el don otorgado; es el “tesoro”, y en él está el corazón de su Hijo; el don se otorga como “por añadidura” (cf. Mateo 6, 21 y 6, 33)” (n. 2604). Esto me parece muy importante: antes de que el don sea concedido, es preciso adherirse a Aquel que dona; el donante es más precioso que el don. También para nosotros, por lo tanto, más allá de lo que Dios nos da cuando lo invocamos, el don más grande que puede otorgarnos es su amistad, su presencia, su amor. Él es el tesoro precioso que se ha de pedir y custodiar siempre (Benedicto XVI, Audiencia general del 14 de diciembre de 2011).

Por último, existen algunos elementos que pueden llevar a que la experiencia de un retiro de sanación lastime a la persona que busca sanar, por lo que sería peligroso asistir con quien manifiesta características como estas: poca formación y prudencia, absolutizaciones y falta de equilibrio, protagonismos personales, interés desmedido en los dones, atracción eminentemente hacia lo emocional, ruptura de la comunión y obediencia con las autoridades eclesiásticas o superiores religiosos.

Pregunta: Ud es religioso de una congregación que también ha experimentado el paso y dolor de una herida. ¿Qué lectura hace de este ministerio que actualmente realiza a través de Restáurame y la historia de su propia vocación y, si se puede decir así, también de la congregación a la que pertenece?

 Respuesta: La historia de la Legión de Cristo carga con una herida profunda del “padre”. A lo largo de estos años «nos ha tocado experimentar las graves consecuencias de los delitos de nuestro fundador y de otros legionarios a nivel personal e institucional, y también las secuelas que han dejado en las vidas de otras personas a lo largo de nuestra historia» [2]. Reconocer y aceptar en nuestra historia los comportamientos delictivos del fundador, así como la ilusión de santidad que logró crear con su doble vida, ha sido un gran paso hacia la sanación personal de cada legionario y de la institución en su conjunto: «no hay nadie entre nosotros que no haya sido herido de algún modo durante este periodo tan traumático. No lo esperábamos y ciertamente no lo pedimos» [3].

La sanación se relaciona íntimamente con la historia, y en la sanación es normal recurrir a la memoria para sanar de raíz cualquier herida emocional, espiritual o psicológica que siempre será subjetiva, pues depende de cada quien cómo integrar los eventos dolorosos en la propia vida, no así de lo que sucedió. Sólo en la experiencia de nuestra propia redención podremos ayudar a un mundo cada vez más herido en su búsqueda de un Salvador.

Sin duda alguna el periodo de renovación ha sido un momento especial de gracia, pero no exento de mucho dolor. Hoy, a la luz de todos estos años y con más serenidad, podemos ver los frutos. Es de particular relevancia que, en los primeros momentos de nuestra crisis, hubo mucha confusión, desconfianza y oscuridad. En ese entonces, después de la muerte del fundador, se hicieron comentarios entre los diversos miembros del Regnum Christi y de la Legión que causaron heridas objetivas o subjetivas. Hubo personas que se sintieron juzgadas injusta y temerariamente. Otros se sintieron reprimidos o relegados. Hay quienes sufrieron con dolor ver que sus formadores abandonaron la Legión y el Movimiento. Algunos laicos se sintieron dolidos cuando legionarios y miembros de las ramas consagradas –que eran sus confidentes, confesores y directores espirituales– abandonaron su consagración, a veces incluso de manera escandalosa. Algunos se sintieron traicionados por alguna rama de la Federación, otros engañados…

Cada uno carga con su historia personal, en ocasiones con heridas anteriores a su ingreso en la Legión o el Regnum Christi. ¿Entre nosotros no habrá quien haya tenido un director o superior del que se haya sentido incomprendido? ¿A quién no han criticado o incluso calumniado en el apostolado alguna vez? Quizá alguno se ha sentido herido al ser removido de un oficio, o regañado de una manera que le pareció injusta. Incluso la experiencia del pecado personal, aunque ya haya sido absuelto, puede cargar una herida psicoemocional que necesita ser sanada. Es precisamente en los momentos más oscuros de nuestra historia institucional y personal en donde Jesús quiere entrar para arrojar luz y sanar, incluso si ello conlleva dolor al aceptar los hechos, o genere miedo al momento de afrontarlos.

Por ello, en el proceso de sanación personal e institucional, debemos evitar «la tentación de no integrar nuestra historia, de no percibirla como historia de salvación y no verla como heridas fecundas para dar testimonio del amor y de la misericordia de Dios» [4]. En cualquier caso, la contemplación de una verdad más objetiva y redimida nos llevará a «ser hijos agradecidos [con la Iglesia] y anunciar el Evangelio de la misericordia que nos sana, restaura e impulsa» [5]. Desde esta perspectiva podemos palpar cómo el Espíritu Santo nos está conduciendo, desde nuestra historia como familia espiritual rota, a sanar las familias rotas de nuestra sociedad actual, de la gente con la que trabajamos hoy.

La propuesta es ir hacia donde nos lleve el Espíritu Santo, sin miedo alguno, ya que el miedo es una proyección inconsciente de nuestras inseguridades. Al mismo tiempo, «el reto [que se nos plantea] es la proyección de una especie de escatología de la memoria y, tras ella, de la historia. Esta escatología se estructura a partir y en torno al deseo de una memoria feliz y sosegada» [6], que contempla el don del perdón por los escándalos cometidos, así como por las incomprensiones entre ramas de la Federación.

Pregunta: Retomando un poco de lo que pregunté antes… ¿qué tiene qué ver un carisma como el de los Legionarios o el del Regnum Christi con un ministerio de sanación en la Iglesia? O incluso más profundamente: ¿cualquier carisma en la Iglesia puede derivar en un ministerio de sanación? 

 Respuesta: Me voy a permitir tomar esta pregunta y reformularla desde otra perspectiva: ¿por qué un carisma como el del Regnum Christi no podría expresarse también con un ministerio de sanación en la Iglesia? Para responder a esto, considero muy valioso un texto del Papa Francisco en la Evangelii Gaudium 130-131:

El Espíritu Santo también enriquece a toda la Iglesia evangelizadora con distintos carismas. Son dones para renovar y edificar la Iglesia. No son un patrimonio cerrado, entregado a un grupo para que lo custodie; más bien son regalos del Espíritu integrados en el cuerpo eclesial, atraídos hacia el centro que es Cristo, desde donde se encauzan en un impulso evangelizador. Un signo claro de la autenticidad de un carisma es su eclesialidad, su capacidad para integrarse armónicamente en la vida del santo Pueblo fiel de Dios para el bien de todos. Una verdadera novedad suscitada por el Espíritu no necesita arrojar sombras sobre otras espiritualidades y dones para afirmarse a sí misma. En la medida en que un carisma dirija mejor su mirada al corazón del Evangelio, más eclesial será su ejercicio. En la comunión, aunque duela, es donde un carisma se vuelve auténtica y misteriosamente fecundo. Si vive este desafío, la Iglesia puede ser un modelo para la paz en el mundo. Las diferencias entre las personas y comunidades a veces son incómodas, pero el Espíritu Santo, que suscita esa diversidad, puede sacar de todo algo bueno y convertirlo en un dinamismo evangelizador que actúa por atracción. La diversidad tiene que ser siempre reconciliada con la ayuda del Espíritu Santo; sólo Él puede suscitar la diversidad, la pluralidad, la multiplicidad y, al mismo tiempo, realizar la unidad. En cambio, cuando somos nosotros los que pretendemos la diversidad y nos encerramos en nuestros particularismos, en nuestros exclusivismos, provocamos la división y, por otra parte, cuando somos nosotros quienes queremos construir la unidad con nuestros planes humanos, terminamos por imponer la uniformidad, la homologación. Esto no ayuda a la misión de la Iglesia (Evangelii Gaudium, 130-131).

Quizás nos encontremos en una época en la que el Espíritu Santo quiere renovar su acción en el mundo, no sólo a través de los sacramentos instituidos por la Iglesia [7], sino por sus gracias y dones que superan cualquier expectativa humana. De ahí que

el desarrollo de la comunidad eclesial no depende únicamente de la institución de los ministerios y de los sacramentos, sino que también es impulsado por imprevisibles y libres dones del Espíritu, que obra también más allá de todos los canales establecidos. A través de estas gracias especiales, resulta manifiesto que el sacerdocio universal de la comunidad eclesial es guiado por el Espíritu con una libertad soberana («según quiere», dice san Pablo: 1 Co 12, 11), que a veces asombra [8].

Pregunta: Finalmente, ¿considera que hoy en día los seres humanos están más heridos que antes? ¿Por qué sí o por qué no y cómo responde o puede responder la Iglesia ante esta coyuntura?

 Respuesta: En lo personal no hablaría de estar “más heridos” o “menos heridos” que antes… simplemente diría que siempre hemos estado heridos –con o sin consciencia– y que, a lo largo de esta vida en peregrinación a la vida eterna, lo seguiremos estando en mayor o menor grado, dependiendo del trabajo personal de sanación interior.

La Iglesia, cuerpo místico de Cristo, ofrece la respuesta en quien es su cabeza… de ahí brota todo: por él somos justificados, redimidos, salvados y restaurados. La sanación no es fruto de metodologías o de formas preestablecidas, sino de la acción del Espíritu en nosotros. A fin de cuentas, él es el camino, la verdad y la vida.

Primera parte de esta entrevista.

 

Notas:

[1] Congregación para la Doctrina de la Fe, Instrucción sobre las oraciones para obtener de Dios la curación, 14 de septiembre de 2000.

[2] John Connor, 15 de septiembre de 2021.

[3] Idem

[4] Idem

[5] Saludo al Santo Padre Francisco transmitido por parte de los directores generales de los Legionarios de Cristo, de las Consagradas del Regnum Christi y de los Laicos consagrados del Regnum Christi, 29 de febrero de 2020.

[6] Paul Ricoeur, La memoria, la historia, el olvido, Editorial Trotta, Madrid, 2010, p. 597.

[7] Lumen Gentium, 12: Además, el mismo Espíritu Santo no sólo santifica y dirige el Pueblo de Dios mediante los sacramentos y los misterios y le adorna con virtudes, sino que también distribuye gracias especiales entre los fieles de cualquier condición, distribuyendo a cada uno según quiere (1 Co 12,11) sus dones, con los que les hace aptos y prontos para ejercer las diversas obras y deberes que sean útiles para la renovación y la mayor edificación de la Iglesia, según aquellas palabras: «A cada uno… se le otorga la manifestación del Espíritu para común utilidad» (1 Co 12, 7).

[8] Juan Pablo II, Audiencia general, 24 de junio de 1992.

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Jorge Enrique Mújica

Licenciado en filosofía por el Ateneo Pontificio Regina Apostolorum, de Roma, y “veterano” colaborador de medios impresos y digitales sobre argumentos religiosos y de comunicación. En la cuenta de Twitter: https://twitter.com/web_pastor, habla de Dios e internet y Church and media: evangelidigitalización."

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