Por: Enrique Villegas
(ZENIT Noticias / San Salvador, 18.07.2022).- La escalada de persecución contra la Iglesia católica en Nicaragua va en aumento. Tras la expulsión del Nuncio del Papa a inicios de marzo de 2022 y la de las monjas de Madre Teresa de Calcuta en julio del mismo año, ahora el régimen toma el seminario menor de la arquidiócesis capitalina. Según el medio local digital Artículo 66, la mañana del jueves 14 de julio el gobierno nicaragüense tomó las instalaciones del seminario menor “Nuestra Señora de la Asunción”. “El régimen de Ortega-Murillo ha iniciado una persecución contra la Iglesia católica porque sigue siendo la única institución dentro de Nicaragua que ha estado hablando acerca de las graves violaciones a los derechos humanos, al estado policial de facto y de todas las arbitrariedades que ha estado haciendo el régimen desde abril de 2018, y eso le molesta a la dictadura”, declaró el periodista nicaragüense Israel González.
La persecución de esta dictadura centroamericana, que ya coloco al país como el número uno de persecución religiosa en América, no ha parado en los últimos meses. A la clausura de canales de televisión católicos se suma el caso de al menos un sacerdote llevado a la cárcel y campañas de difamación para eclesiásticos opuestos al régimen. La táctica de la difamación contra eclesiásticos está siendo un método empleado por el matrimonio Ortega-Murillo, presidente y vicepresidenta del país.
El sacerdote José Leonardo Urbina fue acusado de violación y lesiones psicológicas a una menor por el régimen. Ha llamado la atención que el sacerdote acusado haya sido referido a un juez de una jurisdicción distinta a la que debería llevar su proceso, violando el artículo 34 de la Constitución. También ha llamado la instrumentalización del caso por parte del gobierno para desacreditar a la Iglesia. Por esa razón, un amigo sacerdote del padre Urbina, el padre Allan Alfonso Paizano, declaró a Radio Católica de Boaco: “Estas cosas lo que dan es tristeza; el estado de indefensión en el que nos encontramos los nicaragüenses, en donde no se nos pregunta, donde no se nos juzgue por ser inocente o culpable, sino porque se nos daclara culpables por ser sacerdotes, ese es el problema. Si a mí se me declara culpable porque soy culpable tengo obligación ante Dios y ante los hombres de responder por mis errores, pero debe ser demostrada mi culpabilidad y entonces ese es un problema serio”.