(ZENIT Noticias / Vuelo a Canadá, 24.07.2022).- Un minuto después de las 9:15 de la mañana partió desde el aeropuerto de Roma el vuelo que llevó al Papa a Canadá. Francisco había salido desde Santa Marta, en el Vaticano, poco antes de las 8 de la mañana. El Papa tuvo que ser subido al avión por medio de un elevador debido a su condición de necesidad de una silla de ruedas.
Ya en el vuelo de Ita Airways (la compañía aérea que sustituyó a Alitalia), el Papa se asomó para saludar a los periodistas: “Buen domingo a todos, ¡bienvenidos! Gracias por este servicio y también por esta empresa: lo vivo como una empresa… Gracias por su trabajo. Me gustaría saludarles como siempre. Creo que puedo hacerlo, podemos ir”, les dijo el Papa. Y a continuación fue saludando por los pasillos del avión. Y sin necesidad de silla de ruedas.
Posteriormente les hizo una advertencia: “Seamos cuidadosos en este viaje: como dijo [Matteo Bruni], es un viaje penitencial, hagámoslo con este espíritu”. A continuación les invitó a rezar el Ángelus. Y todos en el avión rezaron -incluidos los no católicos- esa oración mariana.
Seguidamente recordó a los abuelos pues justamente ese domingo se celebraba la Jornada Mundial de los Ancianos y de los Abuelos:
“Es el día de los abuelos: los abuelos, las abuelas, que son los que han transmitido la historia, las tradiciones, las costumbres y tantas cosas. Hoy necesitamos: volver a los abuelos -lo diré como leitmotiv-, en el sentido de que los jóvenes deben tener contacto con sus abuelos, volver a ellos, volver a sus raíces, no para quedarse allí, no, sino para llevarlas adelante, como el árbol que toma fuerza de sus raíces y la lleva adelante en flores y frutos. Siempre me acuerdo de aquel poema de Bernárdez: todo lo que el árbol tiene de flor le viene de lo que tiene de sepultura, que son los abuelos”.
Y quiso tener un recuerdo especial para unos “abuelos especiales”:
“Y también quiero recordar, como religioso, a los religiosos y religiosas mayores, los «abuelos» de la vida consagrada: por favor, no los escondáis, son la sabiduría de una familia religiosa; y que los nuevos religiosos y religiosas, los novicios, tengan contacto con ellos: nos darán toda la experiencia de vida que tanto nos ayudará a avanzar.
Finalmente el Papa concluyó diciendo: “Cada uno de nosotros tiene abuelos y abuelas, algunos ya no están, otros están vivos; recordémoslos hoy de manera especial. De ellos hemos recibido muchas cosas, en primer lugar la historia”.
Las casi 10 horas y media que duró el viaje dieron la oportunidad para que el Papa enviara telegramas de saludos a los jefes de estado y de gobierno de los países por los que pasó: Suiza, Francia, Reino Unido, Islandia y Dinamarca.