Por: Thomas G. Guarino
(ZENIT Noticias – First Things / Nueva Jersey, Estados Unidos, 16.08.2022).- En el vuelo de regreso de Canadá, preguntado sobre el tema de la moral de la Iglesia y los anticonceptivos, el Papa respondió citando a Vicente de Lérins. En este artículo de fondo, un especialista en ese autor profundiza el pensamiento del Papa y también en el de Lérins.
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El Papa Francisco ha recurrido a menudo a San Vicente de Lérins en busca de iluminación teológica. Recientemente, en un vuelo del 29 de julio, Francisco dijo que Vicente proporcionó una regla «muy clara y esclarecedora» para el correcto desarrollo doctrinal.
San Vicente ha tenido una carrera teológica algo accidentada. Aunque su obra fundamental, el Commonitorium, fue muy popular cuando se redescubrió en el siglo XVI (después de haberse perdido durante un milenio) y siguió siendo popular durante varios siglos después, fue cayendo en desgracia. Sobre la base de una famosa frase -«Sostenemos la fe que se ha creído en todas partes, siempre y por todos» (ubique, semper, et ab omnibus)-, Vincent llegó a ser considerado un conservador rígido, con poca conciencia histórica.
Esta es una lectura errónea de la obra fundamental de Vincent. Por eso es alentador ver que el Papa Francisco no se ha dejado atrapar por la errónea interpretación generalizada del leridano. Por el contrario, el Papa destaca precisamente aquellos aspectos del razonamiento teológico de Vicente que lo convierten en un autor clarividente. Porque el teólogo de Lérins es uno de los pocos escritores cristianos antiguos que aborda la cuestión de la evolución de la doctrina a lo largo del tiempo, y lo hace de forma directa.
Cuando San Vicente escribió el Commonitorium en el año 434, algunos pensadores cristianos de la época se oponían al uso por parte de la Iglesia de términos como homoousios (consustancial) y Theotokos (María como portadora de Dios) que no se encontraban en la Biblia. Se opusieron expresamente a estas nuevas palabras por considerarlas ilegítimas. Pero Vicente argumentó que los nuevos términos eran correctos porque la doctrina cristiana crece necesariamente con el tiempo, del mismo modo que una semilla se convierte en una planta y un niño en un adulto. De manera similar, estas nuevas palabras ayudan a desarrollar y aclarar el significado de las Escrituras. Vicente reconoce que todo lo necesario para la fe cristiana se encuentra “in nuce” en las Sagradas Escrituras. Pero también insiste en el crecimiento gradual y homogéneo a lo largo del tiempo.
Observando que algunos preguntarán: «¿No hay progreso de la religión en la Iglesia de Cristo?», Vicente responde: «¡hay un progreso sumamente grande!». Este progreso, sin embargo, debe ser siempre un avance de la fe y no una deformación de la misma. La doctrina se desarrolla de manera análoga a los seres humanos. Aunque una persona sufra muchos cambios desde la juventud hasta la vejez, sigue siendo la misma persona, la misma naturaleza. Hay un crecimiento orgánico y arquitectónico a lo largo del tiempo, tanto en los seres humanos como en la doctrina cristiana. Pero este progreso, argumenta Vincente, debe ser de un tipo y forma determinados, protegiendo siempre los logros doctrinales anteriores de la fe cristiana. Un cambio no puede crear un significado diferente. Más bien, las formulaciones posteriores deben ser «según la misma doctrina, el mismo significado y el mismo juicio» que las anteriores.
Más adelante en el Commonitorium, Vicente hace un punto frecuentemente citado por el Papa Francisco: «La doctrina cristiana sigue también esta ley del progreso. Se consolida a través de los años, se desarrolla con el tiempo, se refina con la edad». El Papa Francisco ha citado su pasaje preferido de San Vicente muchas veces desde su elección en 2013, incluso en la encíclica Laudato Si’. Tal vez sus observaciones más expansivas están en un discurso de 2017 sobre el Catecismo. Allí, el Papa afirma con valentía que la pena de muerte es «per se contraria al Evangelio». Y cita a San Vicente en defensa de esta posición, que implica, según el papa, reconocer el compromiso de la Iglesia con la dignidad humana inviolable. Se trata de un «desarrollo armonioso de la doctrina».
El Papa Francisco pasa a hablar de la tradición de una manera que el leriniano aprobaría, describiendo la tradición como una «realidad viva». Vuelve a invocar la «feliz formulación» de Vicente de que la doctrina cristiana está «consolidada por los años, ampliada por el tiempo, [y] refinada por la edad.» El Papa tiene seguramente razón en que ésta es una frase crucial. Pero si tuviera que aconsejar al Papa, le animaría a tener en cuenta todo el Commonitorium de San Vicente, no simplemente la selección que cita repetidamente.
Nótese que San Vicente nunca habla positivamente de las revocaciones. Una inversión, para Vicente, no es un avance en la comprensión de la verdad por parte de la Iglesia; no es un caso de una enseñanza «ampliada por el tiempo». Por el contrario, las reversiones son el sello de los herejes. Las reversiones indicarían que todo el mundo incorporado a Cristo Cabeza «habría errado, habría blasfemado, no habría sabido qué creer». Al condenar las reversiones, Vicente se refiere siempre al intento de revertir o alterar las enseñanzas solemnes de los concilios ecuménicos. Al leriniano le atormentan especialmente los intentos de revertir la enseñanza de Nicea, como ocurrió en el Concilio de Ariminum (Rímini, 359 d.C.), que en su propuesta de credo suprimió la palabra crucial, homoousios.
También invitaría al Papa Francisco a invocar las saludables barandillas que Vicente erige en aras de garantizar un desarrollo adecuado. Mientras que el Papa Francisco se queda con la frase de Vicente “dilatetur tempore” («ampliada por el tiempo»), el leriniano también utiliza la sugerente frase “res amplificetur in se” («la cosa crece en sí misma»). El leriniano sostiene que hay dos tipos de cambio: un cambio legítimo, un profectus, es un avance-crecimiento homogéneo en el tiempo-como un niño que se convierte en adulto. Un cambio impropio es una deformación perniciosa, llamada permutatio. Se trata de un cambio en la esencia misma de alguien o de algo, como un rosal que se convierte en simples espinas y cardos.
Referirse a esta distinción podría ayudar al Papa Francisco a mostrar cómo alguna enseñanza particular representa un verdadero profectus fidei.
Otra barrera es la afirmación vicentina de que el crecimiento y el cambio deben ser “in eodem sensu eademque sententia”, es decir, según el mismo sentido y el mismo juicio. Para el monje de Lérins, cualquier crecimiento o desarrollo a lo largo del tiempo debe preservar el significado sustantivo de las enseñanzas anteriores. Por ejemplo, la Iglesia puede ciertamente crecer en su comprensión de la humanidad y la divinidad de Jesucristo, pero nunca puede retroceder en la definición de Nicea. El “idem sensus” o «el mismo significado» debe mantenerse siempre en cualquier desarrollo futuro. El Papa Francisco rara vez, si es que alguna vez, cita esta importante frase vicentina, pero cualquier petición de cambio debe demostrar que no es simplemente una alteración, o incluso una inversión de la enseñanza anterior, sino que de hecho está en “eodem sensu” con la que la precedió.
También aconsejaría al Papa que evite citar a San Vicente para apoyar retrocesos, como con su enseñanza de que la pena de muerte es «per se contraria al Evangelio». La comprensión orgánica y lineal del desarrollo de San Vicente no incluye revocaciones de posiciones anteriores. San Vicente deposita su mayor confianza en el cuerpo unido de obispos que, juntos, dan testimonio de la fe cristiana en todo el mundo. El teólogo de Lérins probablemente sostendría que las revocaciones, especialmente las de posiciones antiguas, son mejor sancionadas por un concilio ecuménico o, al menos, por el acuerdo general de todo el episcopado, aunque con el Papa a la cabeza, dada la autoridad de su Sede.
A lo largo de su obra, Vicente clama con San Pablo: «Oh Timoteo, guarda el depósito, evitando las novedades profanas» (1 Tim. 6:20). En su discurso de 2017, el Papa Francisco afirma que el depósito de la fe no es «algo estático». Vicente estaría de acuerdo en que el “depositum” está vivo y en crecimiento, pero al mismo tiempo insistiría en que ese crecimiento debe estar profundamente relacionado con, y en continuidad con, la tradición dogmática anterior de la Iglesia.
Monseñor Thomas G. Guarino es profesor emérito de teología sistemática en la Universidad de Seton Hall y autor de “Vincent of Lérins and the Development of Christian Doctrin”. El presente artículo, publicado originalmente en inglés en Firts Things, fue traducido por el director editorial de ZENIT.