Por: Tommaso Scandroglio
(ZENIT Noticias – La Bussola Quotidiana / Roma, 20.08.2022).- Los medios de comunicación lo cubrieron ampliamente. Investigadores del Instituto Weizmann de Israel publicaron el 1 de agosto un artículo en la revista científica Cell titulado “Post-Gastrulation Synthetic Embryos Generated Ex Utero from Mouse Naïve ESCs”. El artículo ilustra la experimentación con células madre de ratón reconvertidas en células pluripotentes (es decir, capaces de diferenciarse en muchos tejidos y, por tanto, en órganos) que dieron lugar a estructuras similares a las de un embrión en fase inicial, completadas con esbozos de ciertos órganos como el cerebro, el corazón que late y el tracto intestinal.
En esencia, es como si las células madre adultas, ya diferenciadas, hubieran puesto la marcha atrás y, por tanto, hubieran «retrocedido» a un estadio primitivo capaz de desarrollarse en determinados órganos. El potencial de las células madre adultas se lleva estudiando desde hace años, incluso en humanos, pero es la primera vez que el proceso que se acaba de describir lleva a la creación de un embrión de tipo animal con placenta. «Sorprendentemente, demostramos que las células madre embrionarias generan embriones sintéticos enteros, lo que significa que esto incluye la placenta y el saco vitelino que rodean al embrión», dijo el profesor Jacob Hanna al frente del equipo de investigadores israelíes.
Esto es un resumen del proceso experimental, pero ¿por qué se llaman embriones sintéticos? Porque estas estructuras similares a los embriones se han creado sin utilizar gametos masculinos y femeninos, sino precisamente mediante la reconversión de células madre adultas en células madre embrionarias.
La similitud con los embriones de ratón es del 95%, pero sólo a nivel estructural y genético interno. En otras palabras, estos embriones similares nunca podrían haberse convertido en ratones y, por tanto, no eran embriones reales. Además, estos métodos conllevan muchos riesgos, como el desarrollo de tumores. También es un procedimiento difícil de llevar a cabo: sólo el 0,5% de las células madre lograron combinarse para generar el embrión artificial. En definitiva, sigue siendo una técnica llena de trampas y fuente de graves riesgos para la salud.
¿Por qué los investigadores han seguido este camino? Por la misma razón por la que las células madre adultas humanas se investigan desde hace años: para curar diversas enfermedades graves. Pensemos, por ejemplo, en un paciente con leucemia al que se le extraen células del epitelio y se convierten en células madre sanas de la médula ósea.
Así que se experimenta en ratones y luego se transfiere a los humanos. El mencionado profesor Hanna dijo: «En Israel y en muchos otros países, como Estados Unidos y el Reino Unido, es legal y tenemos la aprobación ética para hacer esto con células madre pluripotentes inducidas humanas. Esto proporciona una alternativa ética y técnica al uso de embriones». Todo depende de si se trata de embriones humanos -y, por tanto, por las razones que veremos dentro de un momento, tal investigación sería moralmente ilícita- o de simples agregados de tejidos y órganos, es decir, «sólo» material biológico humano.
Pero incluso si se tratara de embriones similares y, por tanto, no fueran seres humanos, seguiría habiendo bastantes problemas. Los primeros problemas son técnicos y, por tanto, inevitablemente morales. «Los embriones humanos sintéticos no son una perspectiva inmediata. Sabemos menos de los embriones humanos que de los de ratón, y la ineficacia de los embriones sintéticos de ratón sugiere que la traslación de los resultados a los humanos requiere un mayor desarrollo», comentó el Dr. James Briscoe, investigador del Instituto Francis Crick de Londres.
Dicho esto, la verdadera pregunta es la siguiente: si en el futuro fuera posible producir embriones humanos sintéticos sin riesgos para la salud, ¿sería un procedimiento éticamente permisible? La respuesta es negativa. Convertir células madre adultas para crear tejidos y órganos sin tener que pasar por la creación de embriones humanos sería, neto de otras circunstancias que no vamos a analizar aquí (como costes, riesgos para la salud, posibles derivas hacia el campo experimental, etc.), éticamente lícito. Convertir células madre adultas para crear tejidos y órganos mediante la creación de embriones humanos no sería éticamente lícito. Esto es así por al menos cuatro razones, algunas de las cuales también se aplican a la inseminación artificial.
La primera: disocia el momento procreativo del momento unitivo. La única forma digna de que nazca un nuevo ser humano es el abrazo amoroso entre el padre y la madre. La concepción debe tener lugar en el cuerpo de la mujer tras una relación sexual amorosa entre los cónyuges.
En segundo lugar, a diferencia incluso de la fecundación extracorpórea, aquí no tendríamos un ser humano concebido directamente del encuentro entre el esperma y el óvulo. Tendríamos una concepción indirecta. Intentemos explicarlo mejor. Este ser humano sería un hermano gemelo de la persona de la que tomaron las células madre adultas, una especie de clon de él (aunque las técnicas son absolutamente diferentes), y por lo tanto tendría los mismos padres que esa persona, aunque estos padres no lo concibieron directamente. En definitiva, la artificialidad del encuentro entre espermatozoides y óvulos en las técnicas de fecundación extracorpórea se eleva a la potencia con este método porque aquí se prescinde incluso de los gametos (seguimos refiriéndonos a un futuro hipotético). De la concepción sin sexo llegamos al embrión sin concepción.
En tercer lugar, al igual que ocurre con la fecundación con probeta, el número de embriones perdidos para llegar al embrión útil para el trasplante sería elevado. Por último, un rasgo distintivo de la fecundación artificial –la cosificación del niño no nacido– se acentuaría considerablemente. En la fecundación extracorpórea, el niño se cosifica porque se produce, es decir, no llega a existir por una relación amorosa. En la técnica del embrión artificial, el embrión así producido nunca vería la luz. Su creación sólo serviría para explotar células, tejidos y órganos en un intento de salvar a otras personas. Sería un medio que se utilizaría para los fines de otros, un mero almacén de repuestos. Un proceso monstruoso de canibalización similar a la negociación en detrimento de los fetos abortados para explantar órganos y tejidos. En definitiva, hay que decirlo, el hombre acabaría como la rata.
Traducción del original en italiano realizado por el director editorial de ZENIT.