Por: Tim Busch
(ZENIT Noticias / Irvine, 27.10.2022).- Dice mucho de la China comunista que Pekín sienta la necesidad de detener y procesar a un frágil líder católico de noventa años. Dice aún más que el cardenal Zen esté aceptando su situación con tanta gracia y coraje. El 26 de octubre se reanudó el juicio por falsos cargos de seguridad nacional, y Zen parece totalmente preparado para continuar su ministerio cristiano entre rejas. El régimen puede pensar que lo está castigando, pero en realidad lo está convirtiendo en el mártir que Pekín debería temer más.
Mi valoración del cardenal Zen se formó a lo largo de muchos años, pero me impactó especialmente nuestro encuentro cara a cara en noviembre de 2019. Nos reunimos en la casa de Jimmy Lai, un compañero católico de Hong Kong convertido (que también ha sido detenido y condenado a 14 meses de cárcel, y ahora está soportando otro juicio amañado sin jurado). Fuera de las ventanas, podíamos oír las masivas protestas por la ley de extradición de Hong Kong, que en ese momento marcaba el intento más agresivo de China para erradicar la libertad en la ciudad-estado.
Las protestas eran tan bulliciosas que casi nos impiden a mí y a mi esposa llegar a nuestra reunión con el cardenal Zen. Pero cuando llegamos, el líder católico, que fue elevado a su actual rango por el Papa Benedicto XVI en 2006, estaba tranquilo y sosegado. A pesar de su avanzada edad, desvió las preguntas sobre su salud, desviando humildemente la atención hacia cualquier persona que no fuera él. El hombre rezumaba preocupación por los demás, sobre todo cuando la conversación giró en torno al futuro de Hong Kong.
El cardenal no se anduvo con rodeos. Predijo que la China comunista se tragaría Hong Kong entero, con toda la opresión y el dolor que definen la vida en la China continental. Supuso que los numerosos católicos de la ciudad –incluidos él mismo y Jimmy Lai– soportarían la persecución por su fe, sobre todo porque ésta requiere una decidida defensa de la libertad y la dignidad humanas que Pekín niega. Al día siguiente, la prensa comunista publicó nuestras fotos y llamó traidores a Zen y Lai.
Zen fue previsor: su detención se produjo dos años y medio después, en la primavera de 2022. Las autoridades comunistas le acusaron en su calidad de administrador del Fondo de Ayuda Humanitaria 612, que proporcionó apoyo financiero a los mismos manifestantes que escuchamos fuera en nuestra reunión de 2019. Tal y como lo cuentan los portavoces de Pekín, el cardenal es culpable de «colusión con fuerzas extranjeras», un delito contemplado en una ley de seguridad nacional de Hong Kong de 2020.
El resultado del juicio no ofrece ninguna duda. La China comunista controla efectivamente los tribunales de Hong Kong, por lo que es casi seguro que Zen será condenado, tras lo cual es probable que sea enviado a una de las prisiones de Hong Kong. Hay una pequeña posibilidad de que su destino sea diferente, siempre y cuando haya suficiente presión mundial. Desgraciadamente, el Vaticano aún no ha dado importancia a la detención de uno de sus cardenales, a los que se suele llamar «príncipes de la Iglesia». Esperemos que eso cambie antes de que termine el juicio y comience una posible condena a prisión.
Sin embargo, no estoy convencido de que el cardenal Zen quiera salir libre. Cuando hablamos en 2019, parecía estar tranquilo con el sufrimiento que se avecina. Tiene sentido. Se trata de un hombre que se comprometió a seguir los pasos de Jesucristo. También ha visto cómo el cristianismo ha crecido en Hong Kong –y, de hecho, en toda China– incluso en medio de una represión comunista de la fe auténtica. Para alguien tan impregnado del concepto cristiano de auto-sacrificio, y de la idea de que Dios puede sacar un gran bien de un gran mal, el cardenal Zen no puede desear nada más que la condena en un juicio predeterminado.
Eso no hace que la persecución de un hombre de noventa años por parte de la China comunista sea menos injusta. El cardenal Zen merece la libertad, al igual que Jimmy Lai y todos los que Pekín está castigando por su defensa de la autonomía de Hong Kong. También merecen el apoyo total de todos los católicos y personas de buena voluntad, ya sea en el Vaticano, en Estados Unidos o en cualquier otro lugar. Aun así, si Zen es encarcelado, deberíamos castigar a la China comunista, y preguntarnos qué está pensando Pekín.
Después de todo, si el cardenal Zen representa realmente un peligro para el régimen, esa amenaza no terminará con la sentencia de un falso tribunal. Tras las rejas, seguirá difundiendo el mensaje subversivo de la libertad y la fe religiosa. Mientras tanto, los innumerables ciudadanos chinos que se enteren de su destino se preguntarán por qué ese mensaje, proveniente de un anciano curtido, aterrorizó a los supuestamente todopoderosos apparatchiks de Pekín. Las semillas que el cardenal Zen plante en los próximos días siempre producirán veneno para la China comunista.
El autor es fundador del Napa Institute. Traducción del original en lengua inglesa realizado por el director editorial de ZENIT.