(ZENIT Noticias / Roma, 09.12.2022).- Lo de ver llorar a un Papa no sucede todos los días. Y sin embargo es algo que de hecho sucede. Ocurre porque es humano llorar y porque los Papa, por mucho que sean los vicarios de la segunda persona de la Trinidad, son humanos y por tanto susceptibles de lágrimas. Pero es cierto que no es habitual ver llorar a uno. Y por segunda vez en casi diez años de Pontificado, hemos visto llorar a Francisco.
Había sucedido ya una primera ocasión cuando, en el contexto del sínodo sobre los jóvenes, el Papa se conmovió al subrayar la presencia inédita de dos obispos de China continental. En aquella ocasión las lágrimas del obispo de Roma casi pasaron desapercibidas: tal vez por el lugar, tal vez por las personas que tenía delante (en su mayoría eclesiásticos) o puede que también por la cantidad de gente entre la cual las lágrimas se comentaban menos. Pero en esta ocasión no fue así.
El Papa se encontraba en la Plaza de España, en torno al centro de la capital del país. Estaba ahí para ofrecer el tradicional homenaje floral que los papas ofrecen a la imagen de la Inmaculada Concepción, precisamente en el día de esa solemnidad mariana. Cientos de personas se congregan en torno a la plaza: unos para acompañar en la oración al obispo de su ciudad (no olvidemos que el Papa es el obispo de Roma) y otros como turistas afortunados cuyo paso por aquella parte de la capital coincide con la llegada y estancia del Pontífice.
Papa Francisco llora ante imagen de la Inmaculada Concepción
Sucedió ayer 8 de diciembre durante el homenaje ante imagen de la Virgen. El Papa se conmovió y lloró cuando le habló a María de la guerra…
Video: @zenitespanol – @Catholic_Net pic.twitter.com/pBY1Eh8g1t
— P. Jorge Enrique Mújica, LC (@web_pastor) December 9, 2022
El terreno de un corazón conmovido tal vez lo preparó la inusual visita del Papa a la basílica de Santa María la mayor. En efecto, poco antes de desplazarse a la Plaza de España, Francisco acudió a realizar una visita a la «Salus Populi Romani», advocación mariana tan querida por el Pontífice. ¿De qué habló ahí el Papa Francisco con la Virgen? No lo sabemos. Pero sí sabemos que le dijo después y de forma pública el Papa a María en Plaza España al grado de conmoverlo hasta las lágrimas:
«Virgen Inmaculada, habría querido traerte hoy
el agradecimiento del pueblo ucraniano
por la paz que llevamos tanto tiempo pidiendo al Señor.
En lugar de eso, aún debo traerte la súplica
de los niños, de los ancianos,
de los padres y madres, de los jóvenes
de esa tierra atormentada, que tanto sufre».
¿Qué nos dicen a nosotros las lágrimas de un Papa y por qué nos conmueven tanto? Posiblemente porque el Papa ha reflejado, y sin guion, algo tan cercano a la experiencia de muchos de nosotros: que tantas veces la oración más profunda no es tanto lo que se dice con palabras sino lo que se dice con lágrimas, con esas lágrimas que dan paso al silencio, al agarrarse de la mano del Señor o de su madre. Y vaya si de eso, en la vida humana, las personas de fe saben también mucho.
El 8 de diciembre, ante la atónica mirada de todos, vimos a un Papa poderoso: porque vaya si las lágrimas que nacen de la fe tienen un poder persuasivo a los ojos de Dios.