Por: Rebecca Oas
(ZENIT Noticias – Center for Family and Human Rights / Washington, 14.12.2022).- Varios organismos de la ONU han emitido un escrito en el que afirman que un hombre que se autoidentifica como mujer debe ser tratado como tal, incluso en prisión, independientemente de su identificación legal o de sus características biológicas.
Según el «principio de autoidentificación», la identidad sexual declarada de una persona debe ser reconocida legalmente. El acceso a espacios segregados por sexo, como los baños, debe permitirse únicamente sobre la base de la autoidentificación. Se trata de una postura controvertida internacionalmente. El cambio de sexo legal sin la aprobación de un funcionario legal o un experto médico está permitido en 18 países, la mayoría en América Latina y Europa Occidental.
En 2020, el Reino Unido desechó un intento de introducir la «autoidentificación», manteniendo la norma de que el cambio de sexo legal requiere una evaluación médica y un periodo de dos años de haber vivido de acuerdo con la identidad sexual elegida por la persona.
Cuestiones como la orientación sexual y la identidad de género siguen siendo muy controvertidas en la Asamblea General de la ONU. Aun así, las agencias de la ONU han avanzado rápidamente hacia la promoción de la «autoidentificación» como norma internacional de derechos humanos sin buscar el consenso. De forma similar, las agencias de la ONU han promovido el aborto y la educación sexual integral como cuestiones de derechos humanos, incluso cuando se rechazan repetidamente en las negociaciones internacionales.
El año pasado, la ex Alta Comisionada para los Derechos Humanos Michelle Bachelet afirmó que «todos los países del mundo» deberían reconocer el sexo de las personas trans «basándose únicamente en la autoidentificación». El experto independiente de la ONU sobre orientación sexual e identidad de género -cuyo mandato sigue siendo objeto de controversia- también ha promovido la autoidentificación como un «derecho» en virtud de la legislación sobre derechos humanos.
Para las personas recluidas en lugares cerrados, como las prisiones, lo que está en juego es mucho más importante. El nuevo informe técnico, patrocinado por ONUDD, UNFPA, ONUSIDA, PNUD y la Organización Mundial de la Salud, afirma que la identidad sexual de los reclusos debe «registrarse como declarada, «independientemente de su reconocimiento legal, documentación, órganos genitales, apariencia general o sexo asignado al nacer».
El informe habla de garantizar que las personas que se identifican como trans tengan acceso a viviendas, duchas y baños que se correspondan con su identidad de género, y de que deben hacerse adaptaciones para protegerlas de la violencia y el estrés psicológico. Por el contrario, no se aborda la amenaza potencial que supone para las reclusas el hecho de que presos biológicamente masculinos se autoidentifiquen como mujeres.
La guía dice que las hormonas o cirugías de «reafirmación de género» deben ser «tratadas como una necesidad básica de salud y, por lo tanto, proporcionarse de forma gratuita».
El documento cita las «Reglas Nelson Mandela» de 2015 para el tratamiento de los reclusos, que piden «respeto por su género autopercibido». También se basa en los Principios de Yogyakarta, que no es un documento oficial de la ONU, sino una lista de afirmaciones recopiladas por un grupo de expertos y activistas. Intenta enmarcar la orientación sexual y la identidad de género dentro de las obligaciones internacionales en materia de derechos humanos, basándose en el trabajo de los órganos de vigilancia de los tratados. Las recomendaciones no vinculantes de estos comités de expertos ya se han utilizado para afirmar engañosamente que el aborto es un derecho humano internacional.
Aunque los presos que se identifican como transexuales pueden correr riesgos, también pueden correrlos sus compañeros de prisión, sobre todo las mujeres. Una mujer autoidentificada encarcelada por asesinato en Nueva Jersey dejó embarazadas a dos reclusas antes de ser trasladada a un centro masculino, y ahora afirma estar «aterrorizada» y temerosa de sufrir agresiones y abusos sexuales. Un preso transgénero de Nueva York fue condenado por violar a una mujer mientras estaba encarcelado. El hecho de que la «autoidentificación» de género en las prisiones pueda fomentar el oportunismo es un peligroso punto ciego en las nuevas directrices de las agencias de la ONU.