Religiosas en oración

Irlanda: análisis muestra que en 20 años las monjas descienden a un 50%

El número de religiosas en Irlanda ha descendido un 50% en sólo 20 años. La tendencia es a seguir disminuyendo. Un fenómeno que socava el sistema de servicios sanitarios y educativos que ha atendido al pueblo desde la independencia.

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Por: Ruadhan Jones

 

(ZENIT Noticias – La Bussola Quotidiana / Dublín, 01.03.2023).- Quizá no haya nada que haga más evidente el cambiante panorama religioso en Irlanda que el descenso del número de mujeres consagradas. Mientras la nación más occidental de Europa soporta otro invierno en el que sus hospitales parecen estar en crisis permanente, pruebe a preguntar a cualquier persona local de cierta edad por la época en que las órdenes religiosas estaban a la vanguardia de la gestión sanitaria.

La difunta Marian Finucane, la principal locutora irlandesa de RTE, rara vez terminaba un debate sobre el servicio sanitario sin observar que «los hospitales estaban bien gestionados cuando teníamos monjas». Sin duda, la nostalgia del pasado era una simplificación excesiva, pero habla de una época en la que se valoraba la presencia de las monjas en la sanidad y en la sociedad en general.

Cuando se realizó el censo de 1961, había 13.259 monjas en la República de Irlanda. Esto significaba que había más mujeres irlandesas en las órdenes religiosas que en la enseñanza. Prácticamente en todos los hogares había una «monja de familia», ya fuera tía, hermana, prima, etcétera. Entregaban voluntariamente sus vidas para servir a Dios, a la Iglesia y a las comunidades locales en las que se asentaban.

Las monjas y hermanas formaban parte de la vida de muchas comunidades. Algunas órdenes se concentraban en las ciudades, pero muchas tenían su sede en pueblos y aldeas rurales, de otro modo ignorados por el Estado. Por ejemplo, en Kenmare, al suroeste del condado de Kerry, las Hermanas de Nazaret eran responsables de dos escuelas y una fábrica de encajes que habían abierto específicamente para hacer frente a la agobiante pobreza de la zona. Ahora, 160 años después de llegar a la ciudad irlandesa, las hermanas han anunciado que deben retirarse debido a la disminución de su número.

Como ha puesto de manifiesto la reciente polémica sobre el Hospital Nacional de Maternidad (NMH), se ha tirado el bebé con el agua de la bañera y la heroica labor de las monjas está prácticamente olvidada. El hospital será construido por el Estado en terrenos donados por las Hermanas de la Caridad, de forma totalmente gratuita. Pero en lugar de agradecer a la orden su generosidad, los políticos y los medios de comunicación han llevado a cabo una caza de brujas contra ellas, lanzando acusaciones de conspiración para el control eclesiástico de las instituciones estatales.

Sin embargo, ¿dónde estaría Irlanda sin su labor, a la que debemos la infraestructura que sostendría al Estado una vez que lograra la independencia de Inglaterra? ¿Dónde estaría sin las escuelas, hospitales, hospicios y fábricas que fundaron? La verdad es que Irlanda estaría mucho peor.

Esto sigue siendo cierto a pesar de que muchas personas sienten un profundo dolor por las hermanas que han traicionado su vocación y han abusado y desatendido a las personas que les fueron confiadas. Sin embargo, una parte a menudo olvidada de las personas que comparten ese dolor son las muchas mujeres consagradas que nunca han hecho daño a nadie, pero que ven su labor anterior rechazada y ridiculizada.

Mientras que muchas congregaciones, ya no tan visibles como en el pasado tras decidir dejar de lado sus hábitos religiosos específicos, permanecieron y siguieron trabajando para mejorar la vida de los más vulnerables. Todavía lo hacen, por supuesto, aunque en número mucho menor.

Como informó el periódico The Irish Catholic el 16 de febrero, el número de religiosas en Irlanda se ha reducido a la mitad desde el año 2000. A principios del milenio había 9.031 monjas y religiosas en toda la isla de Irlanda, pero en los últimos 20 años se han reducido a sólo 4.494, un descenso del 50,2%.

La diócesis de Cork y Ross, en el sur, registró el descenso más acusado, pasando de 690 monjas en 2000 a sólo 70 en 2020, una caída de casi el 90%. Le siguen Down y Connor, en el norte (78%), Kerry (68%) y Achonry (63%), una pequeña diócesis del oeste de Irlanda.

La diócesis más grande del país, la archidiócesis de Dublín, registró el mayor descenso, de 1.739 a 1.180 religiosos. Un descenso del 40%. La diócesis noroccidental de Raphoe registró el descenso más acusado (37), un 57% menos que en 2000. Galway, Kilmacduagh y Kilfenora registraron el descenso más bajo, de sólo el 17,6%, con 14 diócesis que se enfrentan a un descenso de más de la mitad en los últimos 20 años.

Así se desprende de los últimos datos de las 26 diócesis. La mitad de los datos se refieren a 2021 y, por tanto, incluyen los efectos del primer año de Covid-19. Sin embargo, los datos de las demás diócesis se refieren a la época anterior a Covid y, por tanto, se espera que desciendan aún más cuando se publiquen las estadísticas actualizadas. Las órdenes religiosas se han visto duramente afectadas por el virus, sobre todo en el caso de los miembros ancianos que viven en residencias.

Las religiosas en Irlanda han desempeñado un papel clave en el desarrollo de infraestructuras sociales como escuelas, hospitales y hospicios. Muchas siguen trabajando silenciosamente en estos campos, tanto como voluntarias como empleadas del Estado y de la Iglesia en Irlanda.

Aunque estas monjas son en su mayoría ancianas y pronto tendrán que jubilarse, son pocas las mujeres consagradas que ocuparán su lugar. La única pregunta para la que nadie parece saber la respuesta es: ¿quién asumirá el reto cuando estas monjas ya no puedan hacerlo? Y para la Iglesia en Irlanda, la evidencia sugiere que el futuro de la vida religiosa en la tierra de santos y eruditos es muy incierto. Irlanda, como afirma la historiadora Bronagh Ann McShane en The Irish Catholic, se encuentra en un punto de inflexión.

El autor es periodista del The Irish Catholic. Traducción del original en lengua italiana realizada por el director editorial de ZENIT.

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Redacción Zenit

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