(ZENIT Noticias / Ciudad de México, 26.03.2023).- La mayoría piensa que los libros morirán con el avance de los libros en pantalla y del inmenso número de artículos accesibles en internet. Más aún, se afirma que las nuevas generaciones navegan con tal rapidez en el espacio cibernético que el escrito en papel agoniza y… morirá. Pero, ¿por qué otros datos llegan a la conclusión contraria?
Observemos primero que sobre la tecnología solemos pensar en dispositivos electrónicos con función específica, que es ofrecer un texto, si nos referimos a libros. Sin embargo, suele olvidarse que el libro de papel también es tecnología, la cual ha dado notables muestras de resistencia. De hecho, los lectores en todo el mundo siguen prefiriendo el libro físico mayoritariamente, aunque crezca el porcentaje de quien lee en pantalla, todavía distante de quienes compran libros de papel.
Los cristianos tenemos la base en la Biblia, en los Evangelios, tanto que el Corán llama creyentes del libro a judíos y cristianos, aunque también el Corán es un libro. ¿Podemos decir que es igual leer el libro sagrado en formato de papel y digital? Pues esencialmente sí, solo que la práctica crea situaciones curiosas. ¿Qué pasa si dejamos una edición de la Biblia en la playa mientras nadamos? Normalmente, nada. Pero si dejamos el teléfono móvil o la tableta donde está la aplicación para su lectura, desaparecerá mientras nadamos entre las olas. O le entrará arena por algún resquicio. O un bañista cercano le eche agua encima. O el sol abrasador herirá alguna conexión. O una pisada fracturará la pantalla. ¿Es mejor el dispositivo que el libro?
También hay cambios sobre la facilidad de lectura si estamos en el bosque durante el fin de semana. ¿Qué haremos si no hay conexión para cargar la batería? ¿Y si nos agarra la tormenta y empapa la mochila y la ropa? ¿De veras el dispositivo empuja al libro de papel hacia el abismo de su desaparición?
El sacerdote o la religiosa que recita o canta la Liturgia de las Horas puede obviamente utilizar una pantalla o un libro. Solo hagamos una consideración: la corriente que exalta la tecnología y la ciencia como las salvadoras del mundo olvidan que las personas buscamos algo más que eficacia y pragmatismo. Incluso la insistencia en que el papel es antiecológico y numera la cantidad de árboles que se talan para disponer de libros, nunca se dicen la cantidad de petróleo y la contaminación que produce la electricidad para alimentar los dispositivos electrónicos o la basura química que dejan. El papel, como los árboles que le dan la materia prima, son diferentes: son material renovables ¿Por qué la cultura dominante no informa de estos datos?
Se dice que leerán más los niños si tienen un dispositivo de iPad o Kindle. Un estudio entre niños de 10 a 12 años, que reporta bebesymas.com, muestra que quienes tienen acceso habitual a dispositivos con capacidad de libros electrónicos no suelen utilizarlos para leer, incluso niños que leen a diario. Además, la investigación también revela que, con más dispositivos al alcance del niño, menos leen. ¿Crecerán más en la fe con los dispositivos electrónicos?
La aparición de las pantallas y la revolución digital ha mostrado con el paso de los años que el libro mantiene su pulso firme y aplaudido. No solo: confirman ocho editores en la feria de literatura infantil y juvenil de Bolonia, la más importante del sector, donde se las estanterías escaseaban de huellas tecnológicas y faltaban las alarmas sobre el poder adictivo de móviles, tabletas o televisores para los niños, rivales potenciales frente a la lectura. Se manifestaba la fuerza del álbum ilustrado, su invitación a compartir y socializar, y su difícil adaptación a la pantalla. Recordemos que la fe es la respuesta a un testimonio y la fuerza del escrito radica en que activa la reflexión, poder superior a la pantalla, que absorbe la mente y dificulta la pausa.
Leer es más exigente que recibir pasivamente las imágenes de una película, pero enriquece más la mente y el alma. Aceptaremos con gusto que adultos y jóvenes lean cada día la Biblia y el testimonio de los santos y héroes actuales de la fe en la pantalla, como cuidamos en Zenit, o en un libro de papel. Pero tapemos los oídos al canto de las sirenas que nadan en del océano tecnológico para que eduquemos la experiencia de la lectura serena a los creyentes y así maduren en vida cristiana.