(ZENIT Noticias / Ciudad de México, 03.04.2023).- La tamborada española tiene origen remoto, en la baja Edad Media, y se extendió por poblaciones con las cofradías de penitencia tras la celebración del Concilio de Trento, en el S. XVI. Se trataba del toque de tambor por muchas personas, a veces de casi toda la población, sin interrupción, desde el Jueves Santo hasta la hora sexta, las tres de la tarde, del Viernes Santo, o hasta el Sábado Santo. Como otras tradiciones religiosas espectaculares, aparece en muchos medios de comunicación durante la Semana Santa. Muy raro es que estos medios hablen del silencio y de la oración. ¿Por qué?
La Unesco declaró las tamboradas españolas Patrimonio de la Humanidad en noviembre 2019. Hay algunos pueblos donde tocan el tambor hasta veinte mil personas por más de un día. El ritmo atronador llama la atención a turistas y medios de comunicación cada año. Pero nunca transmiten el silencio de un monasterio o la oración de una familia en el hogar, ni siquiera en estos días de más realce religioso. ¿Por qué?
El servicio de Google ofrece las informaciones religiosas recientes en una ventana, la cual actualiza constantemente. En la tarde del Domingo Ramos 2 de abril, sobre un total de 117 noticias, la evaluación de su contenido arroja los siguientes datos.
Las informaciones de escándalos de algún religioso, notas sobre manejos políticos, situaciones llamativas de un artista o eventos excitantes y sugerentes donde hay mucha sangre y terror, todos sin conexión directa con la vivencia religiosa, pero que hablan de religión, aunque sea marginalmente, fueron 57, es decir, 49% sobre el total de las informaciones reproducidas.
Las 26 noticias de carácter directo sobre la vida religiosa suman 24%. Hay 4% sobre seguridad civil, relatando el número de policías o dispositivos que la autoridad aplica por celebraciones religiosas. Hay también notas sobre el turismo ocasionado por las actividades religiosas, 25% del total. Este cómputo indica que los informadores solo transmiten la cuarta parte de noticias con sentido realmente religioso, utilizándolas 76% de las veces para otros intereses, la mayoría de ataque o con indiferencia a la vida religiosa de las personas.
24% contra 76%. Dado que la mayoría de las personas tienen mínima experiencia religiosa personal y que la mayoría carece de formación en la fe, el torrente de informaciones frena la madurez espiritual de la sociedad. Y de los individuos. Los comunicadores dirán que la gente es libre de leer y ver sus notas o de no hacerlo. Además, aseguran que ellos reproducen lo que sucede, malo y bueno, pero nunca dicen que ellos seleccionan las informaciones, pues hay muchas sobre las que nunca hablan, como la religiosa que dedica su vida a la educación, el sacerdote que escucha infinidad de lamentaciones de almas heridas o el laico que da orientación legal gratuita a inmigrantes cuando termina su horario de trabajo en el bufete de abogados. La selección es sesgada. En su mayoría.
Está bien escuchar el retumbar de los tambores, ver las imágenes de los viacrucis representados o conocer el número de miles de asistentes a una celebración famosa. Pero es más necesario que los informadores enriquezcan la cultura religiosa de lectores y espectadores, así como