(ZENIT Noticias / Cracovia, 14.04.2023).- Los medios de comunicación destacaron en la primera quincena de marzo denuncias contra San Juan Pablo II sobre supuesto malos manejos de tres casos de sacerdotes acusados de abusos sexuales. Hubo actos vandálicos contra los monumentos que recuerdan al Papa polaco en su país. Ahora que los polacos salen a la calle para defender su memoria y rechazar las mentiras contra el santo pontífice, esos medios de comunicación no informan de las manifestaciones a su favor.
Primero hubo un ataque concentrado por el periódico Gazeta Wyborcza, el semanario Newsweek Polonia, la televisión TVN y el portal Onet. Difundieron rumores sobre encubrimientos de abusos de Juan Pablo II cuando era Arzobispo de Cracovia. Periódicos de tendencia anticatólica, como El País, en España; o la Repubblica, en Italia, silencian hora las manifestaciones y las pruebas contra la campaña mediática dirigida contra el Papa polaco.
Las raíces católicas de Polonia son mala propaganda para la visión secularizada de la Europa atea, a quien agradaría debilitar las bases cristianas y la identidad nacional del país.
El Arzobispo de Lodz, Mons. Grzegorz Rys llegó a las 7 de la mañana frente al monumento, el cual mancharon de pintura roja y con la inscripción «Máxima culpa», título de libro escrito por el holandés Ekke Overbeek, investigación sobre los archivos del gobierno comunista y de testigos sin nombre ni apellidos. El Arzobispo oró por una hora, rezó el Rosario y la coronilla de la Divina Misericordia. «Cuando miras este monumento, puedes ver que no fue una acción emocional, espontánea, una irreflexión. No. Claramente se trata de una acción planificada. Alguien tuvo que hacer una plantilla para aclarar las inscripciones en este monumento. Las manchas de la pintura marcan un ‘programa’: sangre en las manos, máscara amarilla en la cara», declaró.
Monseñor Rys se preguntó qué haría Juan Pablo II en su lugar. Pensó que oraría y recordaría las palabras que pronunció el 17 de mayo de 1981 tras el atentado contra su vida: «Oro por el hermano que me golpeó, a quien perdoné sinceramente. Unidos a Cristo, Sacerdote y Víctima, ofrezco mis sufrimientos por la Iglesia y por el mundo».
Los círculos liberales-libertinos de izquierda pensaron que el ataque a San Juan Pablo II estuvo bien preparado y los católicos se verían abrumados, derrotados, por la estatua del Papa en Stalowa Wola manchada de pintura. Sucedió lo contrario: las personas de conciencia recta y razonamiento sensato se manifestaron en las ciudades y pueblos polacos en el aniversario de la muerte del Papa, el Domingo de Ramos. Porque los agresores se guían por el odio, mientras los corazones serenos miran desde el amor. Esta mayoría silenciosa se ha manifestado como un movimiento social y nacional.
Mateusz Morawiecki, primer ministro de Polonia, manifestó el pasado domingo una posición más profunda que los insultos lanzados contra San Juan Pablo II, iniciando con una frase del Papa:
«“A veces nos enfrentamos a verdades para las que no hay palabras”. Han pasado 18 años desde aquella tarde en que partió a la Casa del Padre nuestro querido y amadísimo Juan Pablo II. Esa noche oramos en los templos, en los hogares e incluso en nuestros pensamientos por él.
Fue un modelo indiscutible para nosotros. La figura más destacada de nuestra historia nacional. Fue apoyo y esperanza en momentos difíciles. Y, cuando visitó nuestra Patria, nos dio coraje a los polacos, fortaleció nuestros corazones. Enfocó los ojos del mundo entero, dio alegría, pudo establecer contacto tanto con los grandes de este mundo como con los rechazados por otros a los márgenes de la vida social. “Todos somos hijos de Dios”, dijo, y dio ejemplo de ello con su vida. Dejó a la humanidad un testamento para no cerrar la puerta a Dios, porque ése es el único camino que lleva a la salvación, a la verdad y a la felicidad.
Y hoy estamos pasando la prueba de los valores que nos enseñó. Aprobamos el examen de humanidad y los valores que forman parte de ella. Pasamos la prueba de llevar la verdad, que debe oponerse a las falsedades, las calumnias y los insultos».
Cientos de miles de personas participaron en las manifestaciones a pesar del mal tiempo, el frío y la lluvia. En Varsovia, decenas de miles de personas recorrieron el centro de la ciudad, en Cracovia 20.000, en Szczecin 10.000, en Rzeszow y Gdansk 4.000. Su testimonio buscó la defensa de la santidad de Juan Pablo II y la llamada a no callar los méritos del Papa polaco ante quienes pretenden dañar su imagen con acusaciones basadas en pruebas discutibles.
Los ataques se orquestaron ante la proximidad del aniversario de la muerte del Papa. La reacción de la sociedad polaca muestra que los ataques contra San Juan Pablo II son signo de amargura ante su carisma y entrega a la Iglesia. Juan Pablo II sigue siendo signo de contradicción para la modernidad anticristiana, encerrada en el rencor y en los antivalores, mientras la vida del Papa santo derramó caridad y misericordia.