(ZENIT Noticias / Roma, 18.04.2023).- A propósito del 50 aniversario de la muerte del célebre teólogo y cardenal Jean Daniélou, ZENIT publicó ya una primera parte de la entrevista con uno de sus especialistas, el sacerdote chileno de la congregación de los legionarios de Cristo, Marcelo Bravo. En esta segunda y última parte el también profesor de teología en el Ateneo Pontificio Regina Apostolorum se aborda la vida personal del cardenal, las circunstancias de su muerte y una lectura de esos hechos por parte del entrevistado.
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Pregunta: Sobre la vida. Permítame una pregunta tal vez no fácil de responder. Sabemos que el cardenal Daniélou murió en condiciones un tanto ambiguas. Después de cincuenta años, ¿qué es lo que podemos saber de su muerte?
Respuesta: Después de cincuenta años seguimos teniendo unas pocas certezas y muchos interrogantes. Sabemos con certeza que el cardenal Daniélou fue encontrado muerto en un departamento de París, habitación de una escort – como la llamaríamos ahora – conocida como Mimi Santoni. Con certeza tenemos que descartar también que el cardenal haya ido a su casa para tener relaciones con ella. Se logró establecer con bastante precisión la cronología de los hechos y no hay posibilidad para aceptar explicaciones maliciosas. El cardenal entró en casa y ante la puerta se desplomó, cayendo de rodillas y luego azotando la cabeza en el piso. De acuerdo con el testimonio de Mimi, Daniélou fue a entregarle dinero para pagar el abogado de su marido que acababa de ser encarcelado.
La primera noticia que se difundió fue que había muerto por la calle, mientras estaba con amigos. Sin embargo, pocos días después, Le Canard enchaîné, un periódico satírico, reveló las reales circunstancias de su deceso. ¡El escándalo estaba servido en bandeja de plata!
Precisamente, en vistas del 50º aniversario de su muerte, tomé un vuelo hacia París, para investigar el caso en los archivos de los jesuitas y encontrarme con sus discípulos. Cuanto más material recopilaba, más me daba cuenta de la dificultad de llegar de establecer los motivos que lo llevaron al apartamento de Rue Dulong. Por un lado, la conducta pública del cardenal era irreprochable. Sus discípulos, algunos de los cuales pude contactar personalmente, me aseguraron la sencillez, gentileza y disponibilidad del cardenal. No tenía filtros, no tenía segundas intenciones. Vivía dedicado a los demás… Además, su capacidad de trabajo era excepcional, ¡estaba literalmente en todas partes! Su ritmo era frenético, de una conferencia a otra, de una celebración litúrgica a otra. Es difícil reconocer que haya tenido tiempo para una doble vida.
Por otro lado, sabemos que el cardenal, sobre todo en los últimos años de su vida, dedicó parte de su tiempo al apostolado con lo que hoy llamaríamos «periferias existenciales». Los pocos que conocieron esta faceta del cardenal salieron en su defensa, reconociendo que se trataba de un verdadero apostolado. Después de su muerte varias prostitutas pudieron dar testimonio de haber encontrado el cardenal. Hablaba con ellas, les preguntaba sobre su vida, sobre los motivos que les indujeron a la prostitución, incluso celebró un bautismo. Ninguna de ellas afirmó haber tenido relaciones con él. Mimi Santoni afirmó lo mismo, aunque reconoció que entre ambos se había creado una relación muy estrecha, hecha de admiración y afecto profundo. Fiel a esta admiración y al recuerdo del cardenal, Mimi ha rechazado hasta hoy hacer declaraciones públicas. Algunos medios le prometieron grandes cantidades de dinero a cambio de una entrevista, prometieron incluso hacer una película. Ella sólo se ha encontrado con la sobrina nieta de Daniélou, quien escribió un libro en el 1996. Recientemente volvió a escribir una novela en donde se extiende más y hace algunas confesiones más escabrosas; sin embargo, hay contradicciones con su versión del 1996 y tratándose de una novela, no es posible establecer la objetividad de los hechos.
En fin, sólo Dios sabe lo que realmente pasó ese día…
Y usted, ¿qué piensa?
Respuesta: Que un sacerdote pueda dejarse arrastrar por un amor humano, me parece totalmente comprensible, por lo que no descarto la hipótesis de una defaillance, como dicen los franceses. Esto me da bastante libertad en mi investigación. Soy sacerdote, vivo entre sacerdotes, escucho secretos de sacerdotes y siento lo que sienten los sacerdotes… A veces, la gente tiene expectativas muy altas sobre sus ministros. Sobre todo de los buenos curas. La bondad y el celo apostólico de un sacerdote, su total dedicación al ministerio, no lo hacen inmune a la belleza del amor humano. ¡Y esto vale sobre todo si se trata de un sacerdote «de buen corazón»!
No olvidemos que no hay nada que complemente mejor a un hombre que una mujer, y viceversa. Toda la teología del cuerpo de Juan Pablo II lo atestigua. La atracción hacia la mujer es algo natural y bueno en el hombre y quien ha hecho votos religiosos, como nosotros, seguimos teniendo esta tendencia en el corazón. Nuestra elección no es entre lo bueno y lo malo, sino entre lo que es «muy bueno» (cf. Génesis) y lo que es perfecto. Más aún, dudaría del equilibrio psicológico de un sacerdote que no se sienta jamás atraído por la mujer. Un viejo y santo sacerdote nos confesó una vez que se había enamorado varias veces en su vida. El diario de Thomas Merton es tremendamente ilustrativo, porque también él quedó prendado de su joven enfermera. La cuestión es cómo tiene que responder el sacerdote ante esta situación.
Mi hipótesis provisoria es que al final de su vida – no sabemos a partir de cuándo – Daniélou, queriéndolo o sin querer, intentó vivir lo que en aquel entonces se llamó «tercera vía», como un medio entre la continencia perfecta y el matrimonio. Esta «tercera vía» fue cuestionada por la Iglesia y el mismo P. Arrupe, general de los jesuitas, lo prohibió a sus religiosos. Algunos jesuitas célebres entraron por ahí, Rahner y Teilhard de Chardin, por ejemplo.
Hoy no se nos hace tan extraño que exista una amistad entre sacerdote y la mujer. Es sano porque es lo normal en la vida de cualquier ser humano, pero antes del concilio había un estilo formativo que fácilmente caía en la represión más que en la oblación: a la mujer no había que ni mirarla a los ojos. En virtud de esa «tercera vía», Daniélou pudo haber dejado entrar a esta mujer en la intimidad de su corazón, con la que habría establecido una complicidad afectiva desconocida hasta entonces. ¿Hasta dónde llegó este afecto? Pienso que podemos creerle a Mimi Santoni en lo que dice.
En fin, no sé si Daniélou fue más o menos fiel a sus votos. Ciertamente fue imprudente – ésta era una característica de su vida – y «traspasó límites» como se dice hoy en día. Y Dios lo llamó precisamente en ese momento. Su muerte, la mayor indigencia del hombre, puso un signo de interrogación sobre toda su vida, su apostolado, su dedicación a las almas y su producción teológica. Esto no puede ser. Daniélou no puede ser recordado por este momento puntual y último, sino por todo el bien que hizo a las almas y a la Iglesia. También por esto creo que el cardenal Daniélou merece que a cincuenta años de su muerte se pueda ofrecer a la Iglesia su patrimonio teológico y eclesial. Más allá de cómo murió, nos interesa cómo vivió y que legado nos dejó.
La primera parte de la entrevista puede leerse en este enlace.