(ZENIT Noticias / Argenteuil, 27.04.2023).- Los católicos veneran varias reliquias de Jesucristo. Recuerdos de su vida en Palestina que van desde los clavos de la cruz al paño con que Verónica enjugó su rostro camino del Calvario. En la basílica de Saint Denys, en Francia, se mostrará nuevamente la túnica de Jesús que vestía el día de su crucifixión el año próximo. Como otras reliquias, su valor se suma a la limitación de probar su autenticidad.
La reliquia de la vestimenta de Cristo en su Pasión se conserva en Argenteuil, Francia, desde que Carlomagno la confiara a unas religiosas, a principios del siglo IX. La última vez que se pudo venerar la Santa Túnica fue en 2016. El obispo de Pontoise, monseñor Stanislas Lalanne, anunció este marzo que la Santa Túnica de Argenteuil, en Val–d’Oise, se expondrá en la basílica de Saint-Denys.
Existen varias túnicas que llevó Jesucristo hasta que se la despojaron y sortearon los soldados romanos en el Calvario. Se encuentran en Alemania, Francia y Rusia. Cada una funda su autenticidad en una tradición propia. La diócesis de Pontoise la expondrá a los fieles hasta el jubileo de 2025, bajo el lema “Peregrinos de la Esperanza”.
Sabemos que la Iglesia no determina la autenticidad de ninguna reliquia. Admite su veneración como objetos que ayudan a los fieles, sobre todo a quienes tienen una fe más sencilla, como objeto visual que recuerda la vida e historia del cristianismo, igual que apoya las imágenes en pintura, fotografía o escultura de Jesucristo, de la Virgen María y de los santos.
La Santa Túnica de Jesucristo se ha venerado desde la Edad Media. Algunos critican las reliquias por pertenecer a una época de oscurantismo y manipulación, crítica muy pobre, pues la Edad Media también resplandeció por medio de catedrales y sumas teológicas de extrema calidad. No obstante, algunas reliquias poseen confuso origen. ¿Cuál valor tiene la Túnica de Argenteuil?
Hay también difidencia a las reliquias porque convierten los templos donde se depositan en destinos de peregrinación, con la connotación económica que supone. ¿Es la exposición de una reliquia un estímulo a la fe o negocio?
Tras la muerte de Jesús, la Túnica que vistió el día de su crucifixión fue llevada por una joven llamada Sidonia a la ciudad Mtskheta, en Georgia. Las crónicas coinciden en que Sidonia murió y fue sepultada junto a la túnica, donde creció un cedro del que Ninó, la mujer que evangelizó Georgia, cortó las siete columnas de madera que usó en la en la construcción de la iglesia que luego pasó a ser la catedral de Svetitsjoveli. El Papa Francisco la visitó en octubre de 2016 y centró su discurso en el significado de la Santa Túnica en la vida del cristiano.
El sha de Persia, Abás el Grande, saqueó la ciudad de Svetitsjoveli y sustrajo la Túnica en 1617, que devolvió el zar Miguel en 1625. Pero Miguel entregó una parte a su hijo Alejo I y otra a su padre, el patriarca Filareto. Hubo más particiones de la Túnica en varios lugares de Rusia.
La reliquia que se conservó en Argenteuil se remonta a Carlomagno, que la confió a unas monjas a principios del siglo IX. En 2016, con motivo del Año Santo de la Misericordia, la basílica de Saint-Denys recibió 200.000 fieles que la veneraron en diecisiete días.
Gregorio de Tours afirmó en el Liber in Gloria Martyrum Beatorum del siglo VI que la reliquia se encontraba en la iglesia de los Santos Arcángeles, en la localidad de Galatha, a 200 kilómetros de Constantinopla. La crónica de Fredegario del siglo VII refiere el hallazgo de la Túnica en un cofre de mármol cerca de Jerusalén, en la ciudad de Zafad. La reliquia llegó después a la emperatriz Irene, quién la incluyó en el ajuar de su matrimonio con Carlomagno. El emperador la donó al monasterio de Argenteuil.
La Charta Hugonis del año 1156 comenta que la Santa Túnica estaba desde tiempos antiguos en la iglesia de los benedictinos de Argenteuil.
Otros ejemplares o partes de la Túnica, también se encuentran en otros lugares. Una en Tréveris, con referencias desde 1072 en una crónica de la vida del obispo Agricio, quien afirmó provenir de santa Helena y obtenida en su viaje a Tierra Santa. Además, la Gesta Treverorum de 1105 indica que la reliquia estaba en la catedral dentro de un cofre.
Las investigaciones sobre la túnica de Tréveris, no han podido dilucidar origen y antigüedad, debido a las malas condiciones de conservación y por sucesivas reparaciones sobre la prenda. Sobre las otras túnicas, los datos históricos son limitados.
Existen varias reliquias del sudario atribuido al momento en que Verónica se acerca a Jesucristo en el camino hacia el Calvario y le enjuga el rostro. Como en el caso de la Túnica, no es un solo objeto. Algunos sugieren que el paño tenía varios pliegues y la imagen del rostro del Salvador se transmitió a más de uno.
Es diferente la historicidad y reconocimiento que tiene la Sábana Santa o Síndone de Turín, cuyo recorrido histórico inicia con Abgaro o Abgar V, rey de una ciudad armenia en el siglo I e igual relación de Eusebio de Cesarea en 325, que no habla de ninguna imagen, sino de una epístola, aunque versiones posteriores, del siglo VI hablan de a una tela con el retrato de Cristo. Gregorio Refrendario, arcediano de Santa Sofía, pronunció un sermón sobre el traslado de la sábana a Constantinopla en 944 y Gervasio de Tilburyen narra iguales referencias el siglo XII, basado en un texto anónimo del siglo X-XI, el Códice Vossianus latinus Q69, el cual se remite a un tratado sirio más antiguo.
Robert de Clari informó que vio una tela con la imagen de Jesús: «Donde estaba el sudario en el que nuestro Señor fue envuelto» en la iglesia de Santa María de las Blanquernas en Constantinopla fechado en 1203. Se completa la información con el Códice Pray de la Biblioteca Nacional de Budapest, escrito entre 1192 y 1216. Después aparece en Besancon en 1353 y en Turín definitivamente en 1471.
Fue estudiada con la prueba del carbono 14 en 1988. Hubo disparidad en los resultados de dos laboratorios a quienes se entregaron muestras, aunque las personas de la prueba más crítica tuvieron desavenencias.
Sobre la Sábana Sana de Turín, es llamativo también el verbo usado por San Juan cuando describe la visión de los sagrados lienzos al entrar en el sepulcro (Jn 20, 7-8). El verbo ἐντετυλιγμένον suele traducirse por enrollado, pero tiene una traducción especial: sin contenido, desinflado. Y añade que el discípulo ‘vio y creyó’, porque la sábana en que estuvo envuelto el cuerpo muerto de Jesucristo comunicaba una imagen que provocaba automáticamente la fe en la resurrección.
El recorrido por la historia de las reliquias enseña que poseen iguales rasgos que la fe: una parte es comprobable, evidente, y otra queda en la sombra, la cual no puede explicarse y… se cree.