Por: Simone Varisco
(ZENIT Noticias – Caffe Storia / Roma, 03.04.2023).- Era necesario, y los acontecimientos de las últimas semanas lo confirman. En la Pontificia Academia Mariana Internationalis (PAMI), institución de la Santa Sede que coordina a los estudiosos de mariología de todo el mundo para promover la auténtica piedad mariana, se ha creado un Observatorio Internacional sobre apariciones y fenómenos místicos relacionados con la Virgen María. El objetivo declarado del nuevo organismo es analizar e interpretar los casos de presuntas manifestaciones marianas: apariciones, lacrimaciones, locuciones interiores («mensajes»), estigmas y otros fenómenos más o menos místicos, a la espera del pronunciamiento de la autoridad eclesiástica sobre su autenticidad.
Tiempo y tiempo en Trevignano Romano
Una iniciativa loable, pero insuficiente para resolver de raíz el problema de la credulidad. No se trata aquí de invocar una fe «adulta» que haya entrado al menos en la edad de la razón. De hecho, ¿hasta qué punto es necesario actuar «de forma sistemática, estratégica, multidisciplinar y cualificada, también en colaboración con expertos e investigadores, personalidades de alto nivel en el ámbito científico y autoridades eclesiásticas», para constatar la falta de fundamento de «mensajes» mal elaborados o que la multiplicación de asados o porciones de pizza, por no hablar de lo demás, es un disparate pueril y colosal, cuando no un engaño y un vilipendio?
Muy poco tiempo de cualquier cristiano –por no hablar del precioso tiempo de cualquier obispo, encargado del proceso inicial a nivel local– habría bastado para dar la debida importancia a hechos como el que, en cambio, lleva siete años amontonando, con creciente proeza, tonterías de angiporto en torno a Trevignano Romano, Diócesis de Civita Castellana. Por cierto, 80 meses de episcopado de Monseñor Romano Rossi y algo menos de 6 de su sucesor Monseñor Marco Salvi.
Por eso duelen doblemente –al alma, al corazón, a los nervios– las decenas de odiosas peregrinaciones organizadas por agencias de viajes, los cientos de creyentes vitulinos, los miles de euros tirados a ilusiones y cilicios. Superficial lo primero, profundo lo segundo. Siempre menos profundas, sin embargo, que las heridas que los miedos, los cismas y la desconfianza han infligido durante este tiempo a la Iglesia, por las que –una vez más– nadie será llamado a rendir cuentas, al menos públicamente.
¿Nuevos visionarios? Más bien una vieja miopía
El único misterio real de un asunto demasiado trivial es la inusitada resonancia mediática atribuida a una –la enésima– «Virgen que llora», con miles de artículos, cientos de anuncios televisivos y un número incalculable de reacciones en las redes sociales. En la Babel de la información, las lágrimas falsas de Trevignano hablan ahora todos los idiomas: en inglés en The Guardian y The Times, en alemán en Der Spiegel y Badische Zeitung, en francés en Vanity Fair, en español en la revista argentina Perfil. Por no hablar del polaco.
¿Podrían encontrarse las razones de tanta credulidad en una nueva necesidad de tranquilidad, en una mezcla de inquietud psicológica pospandémica y de temor al regreso de la guerra a Europa? Pensar así sería casi consolador. Quizá demasiado. Algunos conjuran el «hambre de creer» que estaría inscrito en el ADN de los italianos, junto con la pasión por desenmascarar la estafa, entre el pueblo de Dios y la comedia del engaño. Es más realista, y menos ofensivo, pensar que nos encontramos ante una desalentadora fragilidad en la formación de los laicos, cristianos de tiza sobre los que resbalan fácilmente las lágrimas, en muchos casos inmaduros e impacientes ante lo institucionalizado, pero sin embargo sedientos de poder y veteados de clericalismo. A esta situación se une con demasiada frecuencia un clero poco preparado y avergonzado, presa fácil de la desorientación incluso en los niveles más altos.
La «Señora de todos los Pueblos»: el caso de Amsterdam
Ni que decir tiene que no todos los supuestos acontecimientos místicos que invocan a la Virgen María tienen el mismo grado de cegadora lobreguez que caracteriza las vicisitudes de Trevignano Romano, y por ello un Observatorio de las Manifestaciones Marianas tiene una buena razón de ser.
Mucho más delicado y complejo es, por ejemplo, el caso de la «Señora de todos los Pueblos». Durante catorce años, de 1945 a 1959, hay noticias de apariciones y decenas de mensajes en Amsterdam, que Ida Peerdeman, entonces una oficinista de cuarenta años, afirma que proceden de la Virgen María, que se le presenta con el título de «Señora de todos los Pueblos». Más tarde, y hasta los años ochenta, la propia Peerdeman añade que también experimenta otros fenómenos místicos.
En 2020, la Congregación para la Doctrina de la Fe puso fin –de nuevo– al asunto de Ámsterdam. Reiterando el veredicto ya repetidamente expresado de no-constancia, no reconoció el carácter sobrenatural de las apariciones y los mensajes relacionados. Mientras tanto, la divergencia de opiniones entre los obispos que se suceden al frente de la diócesis de Haarlem-Amsterdam sobre la autenticidad de los fenómenos místicos –el dudoso Huibers, el favorable Punt, el escéptico Hendriks– engorda las facciones y suscita rumores y acusaciones mutuas.
¿Corredentora?
Tanto más cuanto que entre las reivindicaciones –negadas– de la supuesta «Señora de todos los Pueblos» figura la de un quinto dogma mariano, en el que se define el título de «Corredentora», es decir, el papel de la Virgen en la redención ofrecida por Dios a todos los hombres mediante el sacrificio de Cristo. Un atributo que ya se discutía en la Iglesia antes de los acontecimientos de Amsterdam y que se advertía en el Magisterio de Benedicto XV, Pío XII y Juan Pablo II.
Un título, sin embargo, que como sabemos no le gusta nada al Papa Francisco y que ahora está cargado de fuertes implicaciones, entre «tradicionalismo» y «progresismo». A menudo, sin embargo, nos olvidamos de recordar que, antes de Bergoglio, también Benedicto XVI se expresó negativamente, dado que «la fórmula ‘Corredentora’ se aleja excesivamente del lenguaje de la Escritura y de los Padres y es, por tanto, presagio de malentendidos». Y que el mismo Papa Wojtyla, en Tertio Millennio Adveniente (1994), reiteró que «Cristo, Redentor del mundo, es el único Mediador entre Dios y los hombres» (n. 4).
Un «mensaje» para la Iglesia
Recientemente, el asunto de Amsterdam ha vuelto a ser noticia por el encargo pro tempore de la Asociación «Pro Deo et Fratribus – Familia de María». Se trata de una familia espiritual creada en 1968 en Sessa Aurunca (Caserta) por iniciativa del Obispo eslovaco Pavol Hnilica en apoyo de la Iglesia perseguida por las dictaduras comunistas en Europa del Este. La comunidad, fundada sobre la adoración eucarística y la consagración al Inmaculado Corazón de María, se ha vinculado con el tiempo a la devoción a la «Señora de todos los Pueblos» de Amsterdam.
La administración siguió a la visita apostólica realizada en 2021 por el Obispo emérito de Bari, Monseñor Francesco Cacucci, y fue confiada en junio de 2022 al Obispo auxiliar de Roma, Monseñor Daniele Libanori (por cierto, uno de los pocos que se han posicionado con firmeza en el caso Rupnik) y, por parte femenina, a sor Katarína Krištofová, antigua superiora general de las Hermanas del Divino Redentor. Se mantiene un estricto secreto sobre los motivos de la comisión.
Cuando se publica este artículo es víspera de 3 de mayo. Que sea sólo el día de los Santos Felipe y Santiago en Trevignano. Mártires. Un poco como nosotros, que ya nos hemos quedado sin lágrimas