(ZENIT Noticias / Roma, 09.05.2023).- En el contexto del viaje apostólico a Hungría, el Papa mantuvo un encuentro con religiosos de la Compañía de Jesús, a los que contestó preguntas. Una de esas preguntas tenía que ver con el amor cristiano, específicamente hacia una categoría de personas: quienes ha cometido abuso sexual.
«Me gustaría hacerle una pregunta sobre el tema del amor cristiano hacia los abusadores sexuales», intervino uno de los presentes. «El Evangelio nos pide que amemos, pero ¿cómo amamos a las personas que han sufrido abusos y a sus agresores al mismo tiempo? Dios ama a todos. También los ama a ellos. ¿Pero a nosotros? Sin ocultar nunca nada, por supuesto, ¿cómo amamos a los abusadores?», dijo el religioso. Y añadió: «Me gustaría ofrecer la compasión y el amor que el Evangelio pide para todos, incluso para el enemigo. Pero, ¿cómo es posible?».
La pregunta tenía contexto: es precisamente a la Compañía de Jesús a la que pertenecen Mario Ivan Rupnik, Sacerdote vivo acusado de abusos sexuales, psicológicos y de conciencia; y es también a la que pertenece un jesuita difunto que por este periodo está acaparando la atención de la prensa boliviana e internacional al haber dejado un diario donde cuenta los abusos perpetrados contra menores: el español Alfonso Pedrajas.
¿Qué contestó el Papa? «No es nada fácil. Hoy hemos comprendido que la realidad del abuso es muy amplia: hay abuso sexual, psicológico, económico, con migrantes… Usted se refiere al abuso sexual. ¿Cómo nos acercamos, cómo hablamos con los abusadores por los que sentimos repugnancia?».
El Pontífice recordó: «Sí, también ellos son hijos de Dios. Pero, ¿cómo amarlos?» y también evidenció que «Su pregunta es muy fuerte».
Francisco continuó y señaló: «Hay que condenar al maltratador, sí, pero como a un hermano. Condenarlo debe entenderse como un acto de caridad. Hay una lógica, una manera de amar al enemigo que también se expresa así. Y no es fácil de entender y de vivir. El maltratador es un enemigo. Cada uno de nosotros lo siente porque empatiza con el sufrimiento del maltratado. Cuando uno siente lo que el maltrato deja en el corazón de los maltratados, la impresión que se lleva es tremenda. Incluso hablar con el maltratador nos pone enfermos, no es fácil. Pero ellos también son hijos de Dios. Y hace falta atención pastoral. Merecen castigo, pero también merecen atención pastoral. ¿Cómo hacerlo? No, no es fácil. Usted tiene razón».