Por: Simone Varisco
(ZENIT Noticias – Caffe Storia / Roma, 21.06.2023).- La iniciativa que llevó las palabras del Papa Francisco al espacio el 12 de junio ha despertado, con razón, curiosidad. No se trata de una verdadera novedad, teniendo en cuenta que habitualmente las emisiones de televisión y radio también pueden viajar más allá de la atmósfera terrestre. La verdadera novedad reside en la organización de la primera verdadera misión espacial de la Santa Sede, denominada Spei Satelles, «Custodio de la esperanza» (esta es la etimología latina de «satélite»), promovida por el Dicasterio para la Comunicación de la Santa Sede y coordinada por la Agencia Espacial Italiana. El objetivo de la iniciativa, se lee en la página web dedicada, es «realizar, en nombre del Santo Padre, un gesto fuerte, evocador, universal, envolvente, que llame a la humanidad a la esperanza y a la necesidad de cultivarla con gestos concretos, materiales o espirituales».
Espacio para la esperanza
Lo concreto es que el satélite y el nanolibro (un soporte de silicio de pocos milímetros de grosor, grabado con las palabras del Santo Padre en código binario) despegaron con el cohete Falcon 9 de SpaceX (la compañía aeroespacial de Elon Musk) desde la base de Vandenberg, en California, para situarse a 525 kilómetros sobre la Tierra, en sincronía con la rotación del sol. En todo el mundo, cada vez que salga el sol, quienes sintonicen la frecuencia de radio 437,5 Mhz podrán escuchar palabras de consuelo sobre el tema de la esperanza en inglés, italiano y español.
Y no palabras cualquiera, sino las del icónico discurso que Francisco pronunció en el parvis de la Basílica de San Pedro el 27 de marzo de 2020, bajo la lluvia torrencial y el yugo de la pandemia. «Desde hace semanas parece que ha caído la tarde. Una densa oscuridad se ha espesado sobre nuestras plazas, calles y ciudades», dijo entonces el Papa. «Solos nos hundimos: necesitamos al Señor como los antiguos navegantes de las estrellas».
¿Presupuesto de la iniciativa? Sin especificar. Hay muchas variables en juego, así como los actores implicados en el proyecto, pero en otros casos, las estimaciones de dos cadenas estadounidenses –Cnbc y Nbc– coinciden en señalar costes de entre 62 y 67 millones de dólares por cada lanzamiento del Falcon 9, y unos 2.500 dólares por kilogramo de carga para lanzamientos destinados a la órbita terrestre baja, como es el caso del «satélite vaticano» CubeSat 3U (que, por cierto, pesa unos 3 kg).
Guardianes de la esperanza, custodios de la creación
Hay otro factor que merece ser considerado en relación con el lanzamiento del «satélite vaticano»: su impacto medioambiental. Las imágenes del despegue del cohete portador Falcon 9, entre llamas y humo, podrían dejar perplejo si se yuxtaponen al compromiso con la creación manifestado reiteradamente por el Papa Francisco. Si hasta hace unos años la contribución de los cohetes a la contaminación atmosférica se consideraba insignificante –las emisiones de los lanzamientos espaciales contribuían en menos de un 0,1% a los daños causados por el hombre al medio ambiente–, con la multiplicación de los lanzamientos y la apertura al turismo espacial, las cosas están cambiando rápidamente. Baste decir que sólo SpaceX realizó un lanzamiento cada 5,96 días de media durante 2022.
Pero el impacto medioambiental de los cohetes no sólo reside en las emisiones atmosféricas, sino también en la producción de los componentes, su transporte y todas las operaciones que preceden y acompañan al lanzamiento; en los materiales arrojados al océano durante las fases de ascenso y descenso de los lanzadores; y en los cientos de miles de restos de satélites, cohetes propulsores y armas antisatélite que flotan en órbita desde los años 60, destinados a caer un día de nuevo a la Tierra, en su mayoría desintegrados en la atmósfera.
Y no sólo eso, también hay una cuestión de disponibilidad: según China, la órbita baja de la Tierra no podría albergar más de 50.000 satélites. Una cifra aparentemente enorme, si no fuera porque sólo SpaceX, para su programa de acceso global a Internet «Starlink», prevé poner en órbita 42.000. Tantos como para correr el serio riesgo de oscurecer las estrellas.
Palabras entre las estrellas
Tanto más cuanto que, desde los albores de la era espacial, el hombre tiene especial interés en hacer oír su voz desde «allá arriba» (deseo cuyo significado, por cierto, es discutible). El espacio siempre ha sido una frontera de competencia, y los primates, o presuntos primates, abundan. La primera voz transmitida a la Tierra desde el espacio se remonta al 19 de diciembre de 1958: la felicitación navideña del presidente estadounidense Dwight Eisenhower. «Gracias a las maravillas del progreso científico, mi voz llega hasta ustedes a través de un satélite que planea en el espacio. Mi mensaje es sencillo: a través de este medio único, les transmito a ustedes y a toda la humanidad el deseo de América de paz en la Tierra». Desde entonces, más de 60 años de progreso técnico y científico no han bastado, evidentemente, para conquistarla.
Mucho más largo, sin embargo, es el viaje emprendido por los mensajes dirigidos a un «público» sin precedentes: el extraterrestre. La primera comunicación enviada voluntariamente al espacio con destino a potenciales formas de vida aún desconocidas se remonta a 1962, emitida desde el radiotelescopio Yevpatoria RT-70 de la ciudad ucraniana del mismo nombre, en Crimea: se enviaron frases cortas en código Morse hacia el planeta Venus con algunas de las piedras angulares de la era soviética: Mir (paz, en ruso), Lenin y la URSS.
Sin embargo, entre los intentos más conocidos –simbólicos– de comunicarse con los extraterrestres se encuentra de nuevo un proyecto estadounidense, el Voyager Golden Record, un disco de gramófono que inició su viaje al espacio en 1977 con las dos sondas del programa Voyager, con sonidos e imágenes seleccionados para una (eventual) audiencia extraterrestre. Entre los materiales «donados» a los alienígenas se encontraba un discurso del entonces presidente Jimmy Carter. «Este es un regalo de un planeta pequeño y distante, un fragmento de nuestros sonidos, nuestra ciencia, nuestras imágenes, nuestra música, nuestros pensamientos y sentimientos. Intentamos sobrevivir en nuestro tiempo, para poder vivir en el suyo». Cualquier civilización lejana que lo encuentre también podrá entretenerse con saludos de los habitantes de la Tierra en 55 idiomas y un mensaje del Secretario General de las Naciones Unidas, Kurt Waldheim.
Discursos lunares
Pero en materia de espacio y discursos, Estados Unidos y la Santa Sede tienen en común un curioso rasgo: un discurso sobre la Luna. Zarpamos hacia este nuevo mar porque hay nuevos conocimientos que adquirir y nuevos derechos que conquistar y utilizar para el progreso de todos los pueblos». No son, por supuesto, las famosas palabras pronunciadas con sus propias palabras, en la noche del 11 de octubre de 1962, por Juan XXIII desde la ventana del Palacio Apostólico a la multitud reunida en la Plaza de San Pedro para la apertura del Concilio Vaticano II.
Es, sin embargo, el comienzo del llamado Discurso de la Luna –formalmente, el Discurso en la Universidad Rice sobre el esfuerzo espacial de la nación– pronunciado por el Presidente John Kenney sólo un mes antes que el Papa Roncalli, el 12 de septiembre de 1962. El objetivo: persuadir a los ciudadanos para que apoyaran el programa Apolo, destinado a la llegada del hombre a la Luna. El espacio puede ser explorado y dominado sin avivar el fuego de la guerra, sin repetir los errores que el hombre ha cometido», recordó Kennedy. En otros tonos, un mes después, el Pontífice también se referiría a la luna y a la paz: ‘Se diría que incluso la luna se ha apresurado esta noche –¡mirad hacia arriba!– para contemplar este espectáculo. Es que cerramos un gran día de paz’. Benditos sean. Hoy en día incluso nos conformaríamos con más espacio para el silencio. Incluso en el espacio.
Traducción del original en lengua italiana realizada por el director editorial de ZENIT.