(ZENIT Noticias / Lisboa, 03.08.2023).- Por la tarde del jueves 3 de agosto, el Papa Francisco dejó la Nunciatura Apostólica y se trasladó en coche al Parque Eduardo VII de Lisboa para la Ceremonia de Bienvenida de la XXXVII Jornada Mundial de la Juventud.
Tras dar unas vueltas en el Papamóvil entre los jóvenes, a las 17.45, comenzó la Ceremonia de Bienvenida con un canto y un breve saludo de bienvenida del Patriarca de Lisboa, el Cardenal Manuel Clemente.
Es con gran gratitud y alegría que os damos la bienvenida a estos días tan llenos de la juventud de la Iglesia y del mundo.
Llenos de la multitud de jóvenes que vienen a Lisboa y a la tierra de Portugal. Una tierra largamente vinculada a la Sede Apostólica, que tiene en Vuestra Santidad su rostro actual, tan evangélicamente expresivo y convincente para los cristianos y para la humanidad en general.
Estos días estarán también llenos de un programa repleto de encuentros y celebraciones, que Vuestra Santidad presidirá con la constante juventud de espíritu que el tiempo no le quita, sino que subraya y fortalece. Gracias, Santo Padre, porque desde que te propusimos celebrar aquí la Jornada Mundial de la Juventud, siempre has acogido y respondido a nuestra invitación con la mayor buena voluntad y ánimo. Necesitamos rejuvenecernos con tu presencia y tu palabra en estos días, para que brille aún más la belleza del Evangelio, aquí y en todo el mundo, en estos tiempos en los que no faltan obstáculos para el desarrollo integral y pacífico de los pueblos y entre los pueblos. Pueblos de los que los jóvenes aquí reunidos son rostro y expresión elocuente y prometedora, incluso los que han venido de países donde abundan las dificultades.
No faltan obstáculos, pero tampoco falta la voluntad de removerlos y superarlos, con el entusiasmo y el compromiso de quienes quieren construir un futuro que colme las aspiraciones humanas y los deseos de Dios.
Desde el inicio de su Pontificado, Santo Padre, usted ha confirmado que esto puede suceder, estando siempre presente allí donde hay más vida que garantizar y un futuro que construir. Precisamente por eso, los jóvenes le sienten como su aliado natural y le rodean de gran estima y afecto.
Y así será también estos días con nosotros. Y estoy seguro -junto con todos mis hermanos y hermanas del Episcopado y de la Iglesia de Lisboa y de Portugal- de que la Jornada Mundial de la Juventud que viviremos juntos estos días responderá a vuestra llamada constante a un mundo más solidario y fraterno, como exige la verdad evangélica y anhela la humanidad.
Muchas gracias, Santo Padre. ¡Bienvenidos a nuestra casa común!
Bienvenidos también vosotros, peregrinos de esta Jornada. Os he traído aquí con el mismo deseo de encontraros, de compartir y de celebrar lo que más os mueve en el camino hacia un futuro de solidaridad y de fraternidad, en cada pueblo y entre todos los pueblos. Y estas Jornadas, podéis estar seguros, serán ya el comienzo de ese futuro que estáis construyendo.
El lema de esta Jornada es el pasaje evangélico que se refiere a la joven María de Nazaret, la cual, apenas hubo concebido a Jesús, lo llevó apresuradamente a Isabel, su pariente. Lo llevaba en su seno, como vosotros, queridos peregrinos, llevaréis en vuestro corazón el Evangelio de la paz, de todos para todos. La Señora de la Visitación os acompaña en estos días, para que vuestra vida sea de vez en cuando una visita permanente a los que esperan el bien que traeréis.
Este Día es el punto culminante de tu peregrinación. Tu vida se realizará plenamente.
Tras las palabras del cardenal de Lisboa, se tuvo la acogida de los jóvenes, la entrada de las banderas, la Cruz y el Icono de la Jornada Mundial de la Juventud.
Tras los ritos introductorios, la oración y la lectura de un pasaje del Evangelio, el Papa pronunció su discurso.
Al final, tras el rezo de las Letanías y del Padre Nuestro, la Bendición final y el momento de la despedida, el Papa Francisco regresó en coche a la Nunciatura Apostólica de Lisboa, donde cenó.