(ZENIT Noticias / Roma, 05.09.2023).- Del 31 de agosto al 4 de septiembre de 2023 el Papa Francisco visitó Mongolia. Este viaje pastoral se enmarca el contexto de una de las líneas guía del actual pontificado: las periferias. Podría pensarse que se trata sólo de las “periferias católicas” del mundo, visto que a la distancia que hay de Ulán Bator respecto a Roma se suma el hecho de un total de apenas 1,300 católicos en un país de 3 millones de habitantes, la mayoría de ellos budista. Pero no fue sólo ese criterio de periferia: “Hago estos viajes para visitar comunidad católica y también para entrar en diálogo con la historia y la cultura del pueblo, con la mística propia de un pueblo”, dijo el Papa en la rueda de prensa de regreso a Roma. El viaje entonces tenía dos objetivos: visitar la comunidad católica y el diálogo con el pueblo que le recibía.
Hay un aspecto especialmente interesante de cómo concibe el Papa ese segundo aspecto, el diálogo. Y lo expresó él mismo:
“Es importante que la evangelización no se conciba como proselitismo. El proselitismo siempre restringe. El Papa Benedicto dijo que la fe no crece por proselitismo sino por atracción. El anuncio del Evangelio entra en diálogo con la cultura. Hay una evangelización de la cultura y también una inculturación del Evangelio. Porque los cristianos también expresan sus valores cristianos con la cultura de su propio pueblo. Esto es lo contrario de lo que sería una colonización religiosa. Para mí, el viaje era conocer a este pueblo, entrar en diálogo con este pueblo, recibir la cultura de este pueblo y acompañar a la Iglesia en su camino con mucho respeto por la cultura de este pueblo. Y estoy satisfecho del resultado”.
O, en otras palabras, para el Papa el diálogo es parte de la dinámica de evangelización. Y en ese sentido puede decirse que el viaje del Papa a Mongolia tuvo esta impronta evangelizadora, no proselitista.
También es cierto que la ubicación geográfica de Mongolia posibilitaba un “diálogo” extendido. Mongolia tiene solo dos fronteras: Rusia al norte y China al sur. Mongolia entonces brindaba el espacio “evangelizador” para que el Papa entrase en diálogo con esos otros dos países. A eso Francisco lo terminó llamando “la mística del tercer vecino”:
“Ulán Bator es la capital del país más alejado del mar, y podemos decir que su tierra está entre dos grandes potencias, Rusia y China. Y por eso su mística es intentar dialogar incluso con sus «terceros vecinos»: no por desprecio a estos dos, porque mantiene buenas relaciones con ambos, sino por un anhelo de universalidad, de mostrar sus valores al mundo entero, y también de recibir de los demás sus valores para poder dialogar. Es curioso que en la historia salir a buscar otras tierras, muchas veces se confundió con colonialismo, o entrar a dominar, siempre. En cambio ustedes, con esta mística del tercer vecino, tienen esta filosofía de salir a buscar para dialogar. Me ha gustado mucho esta expresión del tercer vecino. Es una riqueza suya» (respuesta del Papa en la rueda de prensa en el vuelo de regreso a Roma):
En su primer discurso a las autoridades mongolas el Papa había destacado el hecho de Mongolia como plataforma diplomática (de hecho, la estaba aprovechando):
“(…) hoy Mongolia, con su amplia red de relaciones diplomáticas, su activa adhesión a las Naciones Unidas, su compromiso por los derechos humanos y por la paz, desempeña un papel significativo en el corazón del gran continente asiático y en el escenario internacional. Quisiera mencionar también vuestra determinación a detener la proliferación nuclear y a presentarse al mundo como un país sin armas nucleares. Mongolia no es sólo una nación democrática que lleva adelante una política exterior pacífica, sino que se propone realizar un papel importante para la paz mundial”.
Francisco habló de paz en Mongolia y ciertamente no porque el país que lo acogía se encontraba en una guerra. Hablaba desde Ulán Bator pero el eco se dirigía al norte. Pero el Papa en Mongolia dio, sobre todo, gestos y palabras para China. Dirigiéndose a los católicos reunidos en la catedral local, el 2 de septiembre, diría:
“El Señor Jesús, cuando envió a los suyos en el mundo, no los mandó a difundir un pensamiento político, sino a testimoniar con la vida la novedad de la relación con su Padre, para que fuese «Padre nuestro» (cf. Jn 20,17), activando de esa manera una concreta fraternidad con cada pueblo. La Iglesia que nace de este mandato es una Iglesia pobre, que se apoya sólo sobre una fe genuina, sobre la inerme y desarmante potencia del Resucitado, capaz de aliviar los sufrimientos de la humanidad herida. Es por eso que los gobiernos y las instituciones seculares no tienen nada que temer de la acción evangelizadora de la Iglesia, porque no tiene ninguna agenda política que sacar adelante, sino que sólo conoce la fuerza humilde de la gracia de Dios y de una Palabra de misericordia y de verdad, capaz de promover el bien de todos”.
Un día después, el domingo 3 de septiembre, el Papa dedicaría un entero discurso a hablar del tema de la armonía a la que están llamadas las religiones: “Las religiones están llamadas a ofrecer al mundo esta armonía, que el progreso técnico por sí solo no puede dar, porque, apuntando sólo a la dimensión terrena y horizontal del hombre, corre el riesgo de olvidar el cielo para el cual hemos sido creados”, mencionó.
Y como gesto especial, al final de la misa del domingo 3 de diciembre dijo (tomando las manos de dos obispos chinos presentes, ambos de Hong Kong):
«Estos dos hermanos obispos, el emérito de Hong Kong y el actual obispo de Hong Kong: quisiera aprovechar su presencia para enviar un caluroso saludo al noble pueblo chino. A todo el pueblo le deseo lo mejor, y ¡siempre adelante, siempre progreso! Y a los católicos chinos les pido que sean buenos cristianos y buenos ciudadanos. A todos. Gracias».
Otro mensaje destinado al país de la frontera sur de Mongolia lo dijo el Papa el último día y en su último discurso público. Hablando de los mitos a desmontar en torno a la caridad cristiana mencionó: “Un segundo mito que se debe desmontar es aquel por el cual la Iglesia católica, que se distingue en el mundo por su gran compromiso en obras de promoción social, hace todo esto por proselitismo, como si ocuparse de los otros fuera una forma de convencerlos y ponerlos «de su lado». No, la Iglesia no avanza por proselitismo, avanza por atracción”.
Y a todo esto, ¿qué ha respondido especialmente China? La primera respuesta vino el 1 de septiembre como contestación al telegrama que el Papa envió al presidente chino al sobrevolar el espacio aéreo de China: la portavoz del ministerio de exteriores dijo que China quiere “seguir trabajando con el Vaticano para entablar un diálogo constructivo, reforzar la comprensión y la confianza mutua”. Sobre el saludo enviado por el Papa al pueblo chino a través de los obispos de Hong Kong fue preguntada el lunes 4 de septiembre la portavoz del ministerio de asuntos exteriores de China: “El Papa Francisco envió sus saludos a China el domingo, calificando a sus ciudadanos de pueblo «noble» y pidió a los católicos que sean «buenos cristianos y buenos ciudadanos». ¿Considerará China la posibilidad de mejorar sus relaciones con el Vaticano? ¿Cómo responderá China a la declaración de buena voluntad del Papa?”. Y la respuesta fue muy escueta: “Mis colegas han presentado anteriormente la posición de China”.
El viaje del Papa terminó el 4 de septiembre. China estuvo también como tema al regresar y de ella diría el Pontífice al ser preguntado en la rueda de prensa en el avión: “Las relaciones con China son muy respetuosas, muy respetuosas. Personalmente tengo una gran admiración por el pueblo chino, los canales son muy abiertos, para el nombramiento de obispos hay una comisión que trabaja desde hace tiempo con el gobierno chino y el Vaticano, luego hay muchos o mejor dicho hay algunos sacerdotes católicos o intelectuales católicos que son invitados a menudo a las universidades chinas a dar cursos. Creo que debemos avanzar en el aspecto religioso para entendernos mejor y que los ciudadanos chinos no piensen que la Iglesia no acepta su cultura y sus valores y que la Iglesia depende de otra potencia extranjera”.
En este diálogo que busca el Papa, sea con Rusia que con China, está esa impronta de evangelización. Impronta que, como ha subrayado él, no es proselitismo. O en otras palabras: la diplomacaa desde una nueva óptica: la pastoral.