Encuentro con Su Santidad Baselios Marthoma Mathews III Foto: Vatican Media

“Anunciar a Cristo une, no divide”, dice el Papa a cabeza de ortodoxos siro malankares

Palabras del Papa a Baselios Marthoma Mathews III, Catholicos de la iglesia ortodoxa siro-malankar

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(ZENIT Noticias / Ciudad del Vaticano, 11.09.2023).- Por la mañana del lunes 11 de septiembre el Papa recibió en audiencia especial al líder de la iglesia ortodoxa siro-malankar, Marthoma Mathews III. Se trata de la primera vez que este líder cristiano acude a un encuentro con el Papa, tras haber sido elegido Catholicos en 2021. Un día antes la comunidad ortodoxa siro-malankarés tuvo la misa en la basílica patriarcal de san Pablo extramuros.

Tras la audiencia y el discurso del Papa se ha tenido un momento de oración en la capilla privada del Papa. Posteriormente el Catholicos realizó una visita al Dicasterio para la Promoción de la Unidad de los Cristianos. A continuación el discurso del Papa Francisco en lengua española.

***

Gracias por sus palabras, gracias por esta visita a la ciudad de los Apóstoles Pedro y Pablo, donde ya ha vivido y estudiado, y donde ahora viene como Catholicos de la venerable Iglesia Ortodoxa Siria Malankar. Quisiera decirle, Santidad, que aquí se encuentra como en su casa, como un Hermano muy esperado y querido.

Junto con usted, quisiera en primer lugar dar gracias al Señor por los lazos tejidos a lo largo de las últimas décadas. El acercamiento de nuestras Iglesias, tras siglos de separación, comenzó con el Concilio Vaticano II, al que la Iglesia ortodoxa siria malankar envió algunos observadores. Al mismo tiempo, San Pablo VI se reunió con el Catholicos Baselios Augen I en Bombay en 1964. Ahora, su venida aquí se produce en el cuadragésimo aniversario de la primera visita a Roma de un Catholicos de su querida Iglesia, realizada en 1983 por Su Santidad Baselios Marthoma Mathews I, a quien tres años más tarde San Juan Pablo II visitó en la Catedral de Mar Elias en Kottayam. Este año se cumple también el décimo aniversario del abrazo fraterno con Vuestro inmediato predecesor, Su Santidad Baselios Marthoma Paulose II, de bendita memoria, a quien tuve la alegría de recibir al inicio de mi pontificado, en septiembre de 2013.

Hoy, al recibir a Su Santidad y a los miembros de su distinguida delegación, deseo saludar fraternalmente a los obispos, al clero y a los fieles de la Iglesia sirio-ortodoxa de Malankar, cuyos orígenes se remontan a la predicación del apóstol Tomás. Él, ante el Resucitado, exclamó: «¡Señor mío y Dios mío!» (Jn 20,28): esta profesión, que proclama el señorío salvífico y la divinidad de Cristo, funda, en la oración y el estupor, nuestra fe común. Es esta misma fe la que celebraremos, espero que juntos, en el 1700 aniversario del primer Concilio Ecuménico, el Concilio de Nicea. Pero la fe de Santo Tomás es inseparable de su experiencia de las llagas del Cuerpo de Cristo (cf. Jn 20, 27). Ahora bien, las divisiones que se han producido a lo largo de la historia entre nosotros, los cristianos, son heridas dolorosas infligidas al Cuerpo de Cristo que es la Iglesia. Todavía estamos tocando las consecuencias. Pero, si juntos metemos la mano en esas llagas, si juntos, como el Apóstol, proclamamos que Jesús es nuestro Señor y nuestro Dios, si con corazón humilde nos confiamos admirados a su gracia, podremos apresurar el día tan esperado en que, con su ayuda, celebraremos el misterio pascual en el mismo altar: ¡que llegue pronto!

Mientras tanto, querido Hermano, caminemos juntos en la oración que nos purifica, en la caridad que nos une, en el diálogo que nos acerca. Pienso de modo especial en la creación de la Comisión mixta internacional para el diálogo entre nuestras Iglesias, que dio lugar a un acuerdo cristológico histórico, publicado en Pentecostés de 1990. Se trata de una Declaración Conjunta, que afirma que el contenido de nuestra fe en el misterio del Verbo Encarnado es el mismo, aunque hayan surgido diferencias terminológicas y de énfasis en la formulación a lo largo de la historia. Admirablemente, el documento declara que «estas diferencias son tales que pueden coexistir en la misma comunión y, por tanto, no necesitan ni deben dividirnos, especialmente cuando anunciamos a Cristo a nuestros hermanos y hermanas de todo el mundo en términos que puedan entenderse fácilmente. Anunciar a Cristo une, no divide; el anuncio común de nuestro Señor evangeliza el propio camino ecuménico.

Desde la Declaración Conjunta, la Comisión se ha reunido en Kerala casi todos los años y ha dado sus frutos, fomentando la colaboración pastoral para el bien espiritual del Pueblo de Dios. En particular, quisiera recordar con gratitud los acuerdos de 2010 sobre el uso común de los lugares de culto y los cementerios, así como sobre la posibilidad de que los fieles reciban la unción de los enfermos, en determinadas circunstancias, en cualquiera de las dos Iglesias. Son acuerdos hermosos. Bendigo a Dios por el trabajo de esta Comisión, centrado sobre todo en la vida pastoral, porque el ecumenismo pastoral es el camino natural hacia la plena unidad. Como tuve ocasión de decir a la Comisión mixta internacional para el diálogo teológico entre la Iglesia católica y las Iglesias ortodoxas orientales, de la que desde el principio, desde 2003, vuestra Iglesia es también miembro, «el ecumenismo tiene siempre un carácter pastoral». En efecto, avanzando fraternalmente en el anuncio del Evangelio y en la atención concreta a los fieles, nos reconocemos como un único rebaño de Cristo en camino. En este sentido, deseo que los acuerdos pastorales entre nuestras Iglesias, que comparten la misma herencia apostólica, puedan extenderse y aumentar, especialmente en los contextos en los que los fieles se encuentran en situación de minoría o de diáspora. Celebro también vuestra participación activa en las visitas de estudio para jóvenes sacerdotes y monjes que organiza anualmente el Dicasterio para la promoción de la unidad de los cristianos, visitas que contribuyen a un mejor entendimiento entre los pastores, y esto es muy importante.

En nuestro camino hacia la plena unidad, otra vía importante es la de la sinodalidad, a la que usted se refirió en su discurso. Su predecesor declaró hace diez años en Roma: «La participación de representantes de la Iglesia ortodoxa malankar en el proceso conciliar de la Iglesia católica, desde el Concilio Vaticano II, ha tenido una importancia fundamental para el crecimiento del entendimiento mutuo. Me complace que un delegado fraterno de vuestra Iglesia participe en la próxima sesión de la Asamblea del Sínodo de los Obispos. Estoy convencido de que podemos aprender mucho de la experiencia sinodal secular de vuestra Iglesia. En cierto modo, el movimiento ecuménico está contribuyendo al proceso sinodal en curso de la Iglesia católica, y espero que el proceso sinodal pueda a su vez contribuir al movimiento ecuménico. Sinodalidad y ecumenismo son, de hecho, dos caminos que avanzan juntos, compartiendo el mismo objetivo, el de la comunión, que significa un mejor testimonio de los cristianos «para que el mundo crea» (Jn 17,21). No olvidemos -y lo digo a los católicos- que el protagonista del Sínodo es el Espíritu Santo, no nosotros.

Precisamente por esto el Señor oró antes de Pascua, y es bueno que la reunión de hoy continúe con la oración. Que el apóstol santo Tomás, cuyas reliquias se conservan en la archidiócesis de Lanciano-Ortona, representada aquí por el arzobispo Emidio Cipollone, a quien doy las gracias. El Señor mostró las llagas al Apóstol, cuyos ojos incrédulos se convirtieron en creyentes: que nuestra contemplación común del Señor crucificado y resucitado favorezca la curación completa de nuestras heridas pasadas, para que ante nuestros ojos, más allá de toda distancia e incomprensión, se destaque Él, «Señor nuestro y Dios nuestro» (cf. Jn 20, 28), Señor y Dios que nos llama a reconocerlo y adorarlo en torno a un único altar eucarístico. Y que esto suceda pronto. Oremos. Gracias.

Traducción del original en lengua italiana realizada por el director editorial de ZENIT.

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Redacción Zenit

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