Simone Varisco
(ZENIT Noticias – Caffe Storia / Roma, 15.11.2023).- Del olor a oveja al discernimiento olfativo. Esta última es una virtud atribuida al Papa Francisco, en vísperas del Sínodo, por el padre Antonio Spadaro, exdirector de Civiltà Cattolica y nuevo subsecretario electo del Dicasterio para la Cultura y la Educación. «Es un contemplativo en acción. Actúa por discernimiento, casi por olfato», explica el padre Spadaro en una entrevista con Vida Nueva.
No es un reconocimiento nuevo por parte del padre Spadaro: ya en 2021, refiriéndose a la elección del Papa Francisco, Spadaro reconocía que «un elemento aparentemente secundario que me llama mucho la atención es su ir literalmente ‘olfateando’, apelando al olfato espiritual del que habla Ignacio de Loyola en sus Ejercicios Espirituales (nº 68)».
Olor a sinodalidad
En el marco de la XVI Asamblea General Ordinaria del Sínodo de los Obispos, el padre Spadaro fue elegido miembro de la Comisión para la Información. Un papel casi asumido para el que la prensa ha descrito repetidamente como el spin doctor de la comunicación vaticana, para bien o para mal. Pero también una posición privilegiada, que ha visto a Spadaro acompañar el Sínodo con una buena dosis de optimismo, desde la certeza de que «no todo quedará como antes», hasta el espacio garantizado «a la escucha que cada uno ha dedicado a los demás y también dentro de las mesas de los grupos», en la perspectiva de una sinodalidad que «debe convertirse en la praxis de la Iglesia».
Con menos bonhomía y poca elocuencia ornamental, sin embargo, hay quien titula: «El padre Spadaro va al Sínodo». La triste parábola de un antiguo potentado vaticano’. ¿Se trata realmente de una salida de escena? Más bien, un cambio de escenario. De hecho, son tres los actos que han acompañado la conclusión del padre Antonio Spadaro al frente de Civiltà Cattolica y su futura experiencia en el Dicasterio para la Cultura y la Educación. Sin excepción, al estilo del pontificado de Francisco.
Jesús, el teólogo
La canícula de 2023 no ha proporcionado tormentos estivales comparables a los de las liturgias de la Riviera del año pasado, pero -como sabemos- la teología ya no enciende los espíritus como antaño. Es el caso de un comentario al Evangelio escrito en la última parte del parasol, el 20 de agosto, por Spadaro para el diario italiano Il Fatto quotidiano. El pasaje, del Evangelio según San Mateo, es el del encuentro de Jesús con la mujer cananea (Mt 15, 21-28).
Algunas expresiones cuanto menos vívidas («Jesús permanece indiferente», «a Jesús no le importa», «sigue la respuesta irritada e insensible de Jesús», «la dureza del Maestro es inquebrantable», «responde de forma burlona e irrespetuosa hacia aquella pobre mujer», «una caída de tono, de estilo, de humanidad») han suscitado más de una perplejidad, y algunos las han definido sin rodeos como «herejía» y «blasfemia herética».
¿Una visión ultrahumanizada de Cristo? Bien mirado, más allá de las interpretaciones personales del padre Spadaro, la «revolución» reside en la elección de «forzar» en el texto gran parte de la doctrina del papa Francisco sobre el clericalismo. El padre Spadaro lo intenta con expresiones recurrentes, pero aquí fuera de contexto, como «la misericordia no es para ti», «exclusión», «rigorismo teológico», «rigidez desde lo teológico, lo político y lo cultural», así como el propio concepto de «revolución», más o menos abusado por la prensa en la última década en referencia al pontificado de Francisco.
Diálogos «privados» y censura curial
Conceptos que, no por casualidad, se encuentran también en otra cita fija durante los años de pontificado de Francisco (y de Spadaro en Civilità Cattolica): los encuentros ‘privados’ con los jesuitas con motivo de los viajes apostólicos, de los que la principal revista jesuita suele dar cuenta con la publicación de un relato de la conversación. La última ocasión la ofrece la presencia del Papa en Portugal con motivo de la Jornada Mundial de la Juventud.
Al recomendar a los jesuitas que no se conformen con la lógica de la mundanidad y la afirmación individual, Francisco les invita a abrirse al diálogo con el mundo, «porque no se puede vivir en escabeche». Hay tres temas principales en el discurso: la sexualidad, el ‘indietrismo’ de quienes en la Iglesia miran al pasado y la sinodalidad. Pero son muchas más las expresiones recurrentes: «Creo que sobre la llamada dirigida a ‘todos’ no hay discusión. Jesús es muy claro al respecto: ‘todos’, ‘actitud reaccionaria’, ‘mentalidad toda anquilosada y cuadriculada’, ‘rechazo’, ‘censura curial que bloqueaba las cosas’. ¿Un déjà-vu?
Fernández y los garantes de la fe
Llegados al tercer acto, no podía faltar la aparición de uno de los personajes más debatidos de los últimos meses: el neocardenal Víctor Manuel Fernández, prefecto del Dicasterio para la Doctrina de la Fe, de la Pontificia Comisión Bíblica y de la Comisión Teológica Internacional. Protagonista ascendente de la Iglesia, según algunos depositario privilegiado del sentir teológico y pastoral del Papa Francisco, conocido por el padre Antonio Spadaro en 2014, cuando ‘Tucho’ era rector en la Pontificia Universidad Católica Argentina.
A veces se pone «en el centro de la Iglesia ‘una’ cierta razón, una serie de principios que lo rigen todo, aunque en última instancia sea una forma mentis, más filosófica que teológica, a la que todo lo demás debe someterse, y que en última instancia ocupa el lugar de la Revelación», afirma el card. Fernández en una larga entrevista con el padre Spadaro para La Civiltà Cattolica. «Sólo ellos serían ‘serios’, ‘inteligentes’, ‘fieles’. Esto explica el poder que se arrogan algunos eclesiásticos, llegando a establecer lo que el Papa puede o no puede decir, y presentándose como garantes de la legitimidad y de la unidad de la fe».
El tema decisivo, una vez más, es la relación entre doctrina y sociedad. «No hay lugar para complejos de inferioridad hacia el mundo: prevalece el más legítimo aprecio y agradecimiento de sentirse tocados por la Gracia, privilegiados por este don que el Señor ha dado a su Iglesia», Card. Fernández. «Como decía San Juan Pablo II de diversas maneras, debemos desarrollar ‘el mayor diálogo con la mayor identidad'». Sacrosanta. Con la esperanza de que el mundo, mientras tanto, no acabe convenciéndonos de que también la nuestra es, en el mejor de los casos, una identidad fluida.