los prefectos son figuras del gobierno que “actúan como intermediario entre el Estado y el territorio Foto: Vatican Media

Los 3 retos que puso el Papa a gobernantes italianos

Discurso del Papa en el encuentro con Prefectos de la República Italiana

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(ZENIT Noticias / Ciudad del Vaticano, 11.12.2023).- Por la mañana del lunes 11 de diciembre, el Papa Francisco recibió en audiencia a los “prefectos” de la República italiana en el Palacio Apostólico de la Ciudad del Vaticano. Como explicó el mismo Papa, los prefectos son figuras del gobierno que “actúan como intermediario entre el Estado y el territorio” en Italia. Ofrecemos a continuación la traducción del discurso del Papa al español.

***

Ministro,
Distinguidos Prefectos

Os saludo cordialmente y os doy con gusto la bienvenida, pocos días después de la fiesta de vuestro santo patrono, san Ambrosio: también él, aunque en circunstancias históricas distintas, había sido prefecto, antes de ser llamado inesperadamente por Dios para convertirse en pastor del pueblo en Milán. Y su frase es bien conocida: «Pensáis: los tiempos son malos, los tiempos son duros, los tiempos son difíciles. Vive bien y cambiarás los tiempos”. Vive bien y cambiarás los tiempos: ¡una bella frase! Estas palabras también pueden referirse a la esencia de tu servicio: garantizar que los habitantes de los lugares que te han sido confiados puedan «vivir bien».

 

 

Para llevar a cabo esta tarea, ustedes actúan como intermediario entre el Estado y el territorio, vinculando constantemente el todo con las partes, el centro con la periferia, el bien común con la atención al individuo. A nivel institucional, vuestra oficina consigue esa «capacidad cotidiana de ampliar el círculo […]» (Lett. enc., Fratelli tutti, 97), por la que cada ciudadano, especialmente los que se encuentran en situaciones difíciles, experimenta, en presencia del Estado, la cercanía concreta de la comunidad civil. Por lo tanto, asume diversos retos, como la seguridad y el orden público en un territorio determinado, diversos servicios a las personas y a las comunidades. Me gustaría centrarme brevemente en tres de estos retos: el orden público, las cuestiones medioambientales críticas y la gestión de los flujos migratorios.

El orden público. Es el aspecto prioritario y también el más delicado de vuestro trabajo, porque os exige, a menudo en situaciones imprevisibles y de emergencia, combinar el respeto de la ley con la atención a lo humano. Legalidad y humanidad juntas, para dar a las disposiciones la aplicación necesaria y al mismo tiempo acercarse a los que yerran con el debido respeto, conciliando la protección de las víctimas con el trato justo de los delincuentes. A ello se añade la gran responsabilidad que tenéis de hacer frente a los riesgos cotidianos de los miembros de los cuerpos de policía, de cuyo cuidado también os ocupáis. Para el desempeño de vuestros deberes públicos, puede ser bueno recordar una antigua máxima, que se refiere al orden de la vida personal: ‘serva ordinem et ordo servabit te’, ‘mantén el orden y el orden te salvará’; te guardará, te salvará. Es una afirmación sabia, pues no se puede administrar el orden público sin orden personal, interior. Pero cuando lo hay, la responsabilidad del orden público se siente como una llamada a crear ese clima de convivencia armoniosa a través del cual se pueden afrontar y resolver las dificultades. Diría que la suya es una especie de paternidad institucional: ejercida con conciencia y dedicación, no escatima sacrificios ni desvelos y merece nuestra gratitud.

 

 

Segundo punto: las cuestiones medioambientales críticas. Vuestro arraigo en los territorios me lleva a esta segunda reflexión: aunque no entran dentro de vuestras competencias directas, los problemas hidrogeológicos son ya, por desgracia, emergencias frecuentes e implican a todos; ligados a fenómenos atmosféricos que deberían ser inusuales y extraordinarios, se han convertido en habituales debido al cambio climático. Lo hemos comprobado en los últimos tiempos: pensemos, por citar sólo algunas, en las recientes catástrofes de Emilia Romaña, Toscana y Sicilia. Pero fue precisamente en esas circunstancias cuando pudimos admirar, más allá de polémicas estériles, las mejores cualidades del pueblo italiano, que, sobre todo en las dificultades, sabe unirse de manera ejemplar, combinando la diligencia de las instituciones con el compromiso de los ciudadanos. A ustedes les corresponde gestionar de la mejor manera posible los recursos disponibles y reunir a los operadores públicos y privados. Es importante y urgente, en el presente como en el futuro, aunar esfuerzos para proteger a tiempo y con previsión nuestra casa común.

Y, por último, los flujos migratorios, con su delicada gestión a escala local. Incluso esta tarea no es fácil, porque confía a su cuidado a personas heridas, vulnerables, a menudo perdidas y que se recuperan de terribles traumas. Son rostros, no números: personas que no pueden ser simplemente categorizadas, sino que necesitan ser abrazadas; hermanos y hermanas que necesitan ser rescatados de los tentáculos de organizaciones criminales, capaces de especular sin piedad con sus desgracias. Hemos oído hablar de los «lagers» en algunos países del norte de África, donde los que quieren venir a Europa son tratados como esclavos, torturados, incluso asesinados. A ustedes se le encomienda la ardua tarea de organizar sobre el terreno una acogida ordenada para ellos, basada en la integración y la inclusión constructiva en el tejido local. No se os puede dejar solos en esta tarea de apoyarles en sus necesidades esenciales y, al mismo tiempo, escuchar las aprensiones y tensiones que puedan generarse entre los residentes, así como intervenir naturalmente cuando surjan situaciones de desorden y violencia.

 

 

Debemos tener cuidado. Hay que acoger, acompañar, promover e integrar a los inmigrantes. Si no hay esto, hay peligro; si no hay este camino hacia la integración, hay peligro. Y esto también me hace pensar en otro problema. Los emigrantes ayudan cuando están bien integrados. Italia es una tierra donde faltan niños, y vienen migrantes. Me preocupa el problema de la baja natalidad aquí en Italia. No tienen hijos. Una de mis secretarias que paseaba por la plaza el otro día me lo contaba: una señora se me acercó con un carrito con un bebé; fue a acariciar al bebé… ¡era un perrito! Los perritos ocupan el lugar de los niños. Piensa en esto. La responsabilidad que tienen los italianos de tener hijos para criarlos y también de acoger a los emigrantes como niños.

En conclusión, les renuevo mi gratitud por su visita y por su compromiso cotidiano en favor del bien común. Gracias porque lucháis por la convivencia pacífica en los diversos territorios de nuestra Italia, rica en tradiciones y valores que hablan de cohesión, acogida y solidaridad. Aprovecho la ocasión para desearos lo mejor en las próximas fiestas de Navidad: que Dios, que, encarnándose, vino a habitar nuestros espacios, os bendiga, bendiga a los pueblos y territorios a los que servís. Y no olvidéis rezar por mí. Gracias.

 

 Traducción del original en lengua italiana realizada por el director editorial de ZENIT.

 

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Redacción Zenit

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