Foto: Plumas Atómicas

Fiducia suplicans: ¿bendita confusión?

Nos hemos «acostumbrado» a que, por enésima vez, un documento de la Iglesia, sobre todo desde el punto de vista mediático, parezca alimentar la confusión y la polarización, cuya necesidad, francamente, no se sentía. Si algunos saludaron el documento como un «regalo de Navidad anticipado», para muchos otros se trata de un doloroso momento de comprensión y discernimiento

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(ZENIT Noticias – Caffe Storia / Roma, 29.12.2023).- Estaría bien que la gran charla de estos días sobre las bendiciones surgiera del deseo de compartir la Navidad. En cambio, la raíz de este árbol tan torcidamente decorado está en la publicación de la Declaración “Fiducia suplicans” sobre el sentido pastoral de las bendiciones por parte del Dicasterio para la Doctrina de la Fe, introducida por una Presentación del nuevo prefecto, Card. Víctor Manuel Fernández.

Cuestión de parejas

Como es sabido, el documento -que se propone también como «un homenaje al Pueblo fiel de Dios»- interviene sobre la «posibilidad de bendecir a las parejas en situación irregular y a las parejas del mismo sexo, sin validar oficialmente su estado ni modificar en modo alguno la perenne enseñanza de la Iglesia sobre el matrimonio». Ignorando previsiblemente las complejas reinterpretaciones pastorales y el estatuto de las parejas heterosexuales, el debate surgido en torno a la Declaración se ha centrado en las parejas del mismo sexo.

Se trata, como aclara “Fiducia suplicans”, de la «invocación de una bendición descendente de Dios mismo sobre aquellos que, reconociéndose indigentes y necesitados de su ayuda, no pretenden la legitimación de su propio estatus, sino que ruegan que todo lo que hay de verdadero, bueno y humanamente válido en sus vidas y relaciones sea investido, sanado y elevado por la presencia del Espíritu Santo».

Bendición de parejas, por tanto, y no sólo de individuos: un detalle nada secundario y una postura clara y, al menos eso parece, incuestionable. Conviene recordar, sin embargo, que con igual -aparente- claridad la Iglesia católica ya se expresó recientemente sobre la misma cuestión. En marzo de 2021, la entonces Congregación para la Doctrina de la Fe intervino sobre la cuestión con un Responsum y la correspondiente Nota explicativa a un dubium específico sobre la bendición de las uniones entre personas del mismo sexo. «A la pregunta propuesta: ¿Tiene la Iglesia la facultad de impartir la bendición a las uniones de personas del mismo sexo? La respuesta es: Negativa», se lee, con transparencia hexasílaba, en las primeras líneas del texto.

¿Pareja sí pero no unión?

Era entonces, en la época del Card. Ladaria Ferrer y ahora parece que hace un siglo. Tanto más cuanto que, entonces, el Papa Francisco parecía querer distanciarse inmediatamente, si no de los contenidos, al menos de los tonos de trance del Responsum y de su Nota, generando dudas sobre su aprobación real.

La contradicción creada en menos de tres años -tan evidente como sólo aparente, podría decirse- se resuelve en la nueva Declaración en clave de «profundizar mejor, desde el punto de vista pastoral, el pronunciamiento formulado por la entonces Congregación para la Doctrina de la Fe en 2021».

Más allá de inútiles circunloquios, “Fiducia suplicans” sostiene que, «en materia de bendiciones, la Iglesia tiene el derecho y el deber de evitar cualquier tipo de rito que pueda contradecir esta convicción o inducir a confusión». Tal es también el sentido del Responsum de la entonces Congregación para la Doctrina de la Fe cuando afirma que la Iglesia no tiene potestad para impartir bendiciones a las uniones entre personas del mismo sexo».

Más allá de la unión: la relación

En realidad, tres puntos de la Nota al Responsum de 2021 se refieren explícitamente a un concepto más amplio de unión: la relación. «Para ser coherentes con la naturaleza sacramental, cuando se invoca una bendición sobre determinadas relaciones humanas, es necesario -además de la recta intención de quienes participan en ellas- que lo que se bendice esté objetiva y positivamente ordenado a recibir y expresar la gracia, de acuerdo con los designios de Dios inscritos en la Creación y plenamente revelados por Cristo Señor. Por tanto, sólo son compatibles con la esencia de la bendición impartida por la Iglesia aquellas realidades que en sí mismas están ordenadas a servir a esos designios». Además, «por esta razón, no es lícito impartir la bendición a relaciones, o incluso parejas estables, que impliquen una práctica sexual fuera del matrimonio (es decir, fuera de la unión indisoluble de un hombre y una mujer abierta en sí misma a la transmisión de la vida), como es el caso de las uniones entre personas del mismo sexo».

Un vistazo a las notas

El profundo cambio de ambiente de la Fiducia supplicans con respecto al Responsum de 2021 es evidente. Desde este punto de vista, resulta esclarecedor echar un vistazo a las notas a los dos textos: 13 en el Responsum de 2021 y nada menos que 31 en “Fiducia suplicans”. Si en el Responsum las citas atribuibles a Francisco son menos de un tercio (4 de 13), en la Fiducia suplicans son dos tercios (20 de 31). Sólo hay tres documentos en común: el Bendicional del Ritual Romano, la exhortación apostólica postsinodal Amoris laetitia y una catequesis del Papa Francisco sobre la oración de bendición del 2 de diciembre de 2020.

Entre las ausencias ilustres a pie de página está la referencia en la Nota al Responsum al ya polémico nº 2357 del Catecismo de la Iglesia católica, que presenta las relaciones homosexuales como «depravaciones graves» y los actos de homosexualidad como «intrínsecamente desordenados» y «contrarios a la ley natural» (porque «impiden que el acto sexual sea don de vida» y «no son fruto de una verdadera complementariedad afectiva y sexual), hasta el punto de que «en ningún caso pueden ser aprobados».

Reacciones a la Fiducia suplicante

«En algunos ambientes eclesiales se están difundiendo proyectos y propuestas de bendición de uniones entre personas del mismo sexo», escribía la Nota al Responsum de 2021. Hoy reitera que la Iglesia «no tiene potestad para conferir su bendición litúrgica cuando ésta, de alguna manera, pueda ofrecer una forma de legitimación moral a una unión que presume ser matrimonio o a una práctica sexual extramatrimonial».

¿Todo resuelto? Parece que no. Son ya muchas y muy diversas las opiniones expresadas sobre la Declaración por personalidades eclesiales y Conferencias Episcopales a nivel internacional. Y por el momento, también en consideración a la delicadeza del tema, parecen prevalecer fórmulas dudosas.

Son numerosos los casos de obispos y episcopados que han aceptado mayoritariamente la Declaración, pero han pedido cautela en su aplicación, para evitar confusiones sobre la aprobación de la actividad homosexual por parte de la Iglesia. Así, por ejemplo, Estados Unidos, Filipinas, Ucrania, Ghana y especialmente Kenia, donde la Conferencia Episcopal reconoció provocativamente «la confusión que existe en los países más desarrollados, de nuevos modelos no cristianos de ‘unión’ y ‘estilos de vida'».

Más duras fueron las posturas adoptadas por una parte del episcopado de Kazajahstan y las conferencias episcopales de Malawi y Zambia, que rechazaron expresamente la aplicación de la Fiducia suplicante en sus territorios.

Muy distinta es la recepción de la Declaración en Bélgica y Alemania, donde gran parte del mundo católico ‘progresista’, decepcionado por el Sínodo sobre la sinodalidad, interpreta el nuevo documento como «una ayuda para dar un paso adelante».

Curiosamente, incluso en «la casa de los otros», por así decirlo, el tema es divisivo. En estos días, más de 7.600 de las 30.000 iglesias de la Iglesia Metodista Unida han decidido abandonar esta denominación protestante, creada en 1968, debido a su alejamiento de la enseñanza bíblica sobre el tema de la homosexualidad. Se trata del mayor cisma en la historia religiosa de Estados Unidos.

¿Bendita confusión?

«Permanezcamos vigilantes contra el fijismo de la ideología, que a menudo, bajo la apariencia de buenas intenciones, nos separa de la realidad y nos impide caminar», recuerda el Papa Francisco en su felicitación navideña a la Curia Romana. «Sesenta años después del Concilio, seguimos debatiendo la división entre «progresistas» y «conservadores», pero esta no es la diferencia: la verdadera diferencia central es entre «amantes» y «habituados».»

Por un lado, parece necesario superar «por amor», en este y otros temas, la lógica trivializadora del «permitir-prohibir», para acercarnos a la situación real de las personas, mucho más articulada que la de una pareja.

Por otra parte, nos hemos «acostumbrado» a que, por enésima vez, un documento de la Iglesia, sobre todo desde el punto de vista mediático, parezca alimentar la confusión y la polarización, cuya necesidad, francamente, no se sentía. Si algunos saludaron el documento como un «regalo de Navidad anticipado», para muchos otros se trata de un doloroso momento de comprensión y discernimiento.

La variedad de reacciones en el mundo eclesiástico y unas cuantas objeciones de más no parecen ir en la dirección de un mayor sentido de comunión y de estímulo para vivir una vida cristiana mejor. La sensación es que la «confianza» y las «súplicas» del pequeño y sencillo pueblo de Dios, es decir, de los más santos, se depositan ahora en otro lugar.

 

 Traducción del original en lengua italiana realizada por el director editorial de ZENIT.

 

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Simone Varisco

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