Luis Santamaría del Río
(ZENIT Noticias – Porta Luz / Madrid, 02.01.2024).- En la última década personas y entidades -en su mayoría vinculadas al budismo o que lo validan- han venido publicitando en occidente el llamado «Mindfulness», logrando ponerlo de moda. El término, que podría traducirse al castellano como «atención plena» o «conciencia plena», conlleva una técnica de meditación con raíces en el budismo –concretamente en la meditación vipassana– que han popularizado en Occidente el investigador biomédico norteamericano Jon Kabat-Zinn (n. 1944) y el monje budista Thich Nhat Hanh (1926-2022), entre otros autores. Algunos de sus seguidores afirman que habría sido despojado de su espiritualidad, para poder utilizarse sin una vinculación al budismo, aunque muchos profesionales y estudios alertan contra la práctica del Mindfulness.
Miguel Ángel Santed, Vicerrector y destacado académico de la Escuela de Psicología de la UNED en España, quien conoce y ha estudiado este publicitado «entrenamiento de la mente», cuyas raíces se encuentran en el budismo, desnudó en el periódico digital «Redacción Médica» algunas verdades que alertan a la prudencia. El «mindfulness» no tiene evidencia científica y sí riesgos, reconoce este destacado psicólogo español en un reportaje publicado en Portaluz el año 2017 (pulse para leer). Asimismo, un interesante estudio científico publicado en la revista European Journal of Social Psychology, alertó respecto de nefastas incidencias en la psiquis de algunas personas adeptas a esta práctica, como refiere la crónica Estudio de psicólogos europeos revela un estrecho vínculo entre la práctica del mindfulness y el «narcisismo espiritual», publicada también en Portaluz. No menos importante es la explícita tarjeta roja que levanta el Doctor en Teología, Licenciado en Filosofía, sacerdote y exorcista don Javier Luzón al señalar en Portaluz que con el Mindfulness «autorizas a los demonios a que se hagan cargo de tu personalidad».
Sin embargo, ha continuado su auge publicitario y las cifras no dejan lugar a dudas: ya en 2017, un estudio estadístico reveló que el porcentaje de estadounidenses que practicaban mindfulness se había triplicado en unos pocos años, pasando de ser el 4,1% de la población en el año 2012 a ser el 14,2% en 2017. Los ámbitos de su empleo son de lo más variopinto: desde los colegios hasta las empresas, pasando por terapias psicológicas y tratamientos médicos y un largo etcétera. También hay espacios católicos donde se ha introducido. Y aquí viene la cuestión: ¿es compatible la práctica del mindfulness con la fe cristiana?
Cuando Ratzinger alertó sobre la meditación oriental
Aunque el mindfulness se ha puesto de moda más recientemente, lo cierto es que la difusión de las técnicas de meditación oriental en Occidente tiene un recorrido más largo. Mucho antes de la popularización del mindfulness podemos localizar el auge del yoga (que se ha impuesto en todo el mundo) y otras técnicas como el zen, la meditación trascendental, etc. Por eso, la Iglesia reaccionó al más alto nivel en 1989 con un documento de la Congregación para la Doctrina de la Fe, firmado por Joseph Ratzinger y con la aprobación explícita de Juan Pablo II: la Carta a los obispos de la Iglesia Católica sobre algunos aspectos de la meditación cristiana, también conocida como Orationis formas.
Esta carta respondía al «interés que han suscitado en estos años diversas formas de meditación ligadas a algunas religiones orientales y a sus peculiares modos de oración», buscando «el valor que pueden tener para los cristianos formas de meditación no cristianas… sobre todo… los métodos orientales», procedentes del hinduismo y del budismo principalmente. Partiendo de que, como señaló el Concilio Vaticano II, «la Iglesia católica no rechaza nada de lo que en estas religiones hay de santo y verdadero» (Nostra aetate, 2).
Unas pistas muy concretas
Según el documento, sin embargo, lo que se ha vivido en las últimas décadas en diversos ámbitos eclesiales es «un poderoso intento, no exento de riesgos y errores, de mezclar la meditación cristiana con la no cristiana». Al respecto, Doctrina de la Fe indicaba que las técnicas «de armonización entre meditación cristiana y técnicas orientales deberán ser continuamente examinadas con un cuidadoso discernimiento de contenidos y de métodos, para evitar la caída en un pernicioso sincretismo».
Ese es el peligro: el sincretismo. Es decir, que se mezclen de forma ilegítima elementos cristianos con otros incompatibles con la fe, por proceder de cosmovisiones totalmente ajenas a la forma que el cristianismo tiene de ver el mundo, entender al hombre y, sobre todo, de creer en Dios y relacionarse con Él. Por eso Orationis formas insiste en explicar bien el sentido de la oración cristiana, que consiste -aclara- en «un diálogo personal, íntimo y profundo, entre el hombre y Dios» y «es siempre auténticamente personal individual y al mismo tiempo comunitaria».
En el cristianismo, -prosigue Orationis– la meditación no tiene el objetivo de que la persona se vacíe sin más, sino que busca «un vacío susceptible de llenarse con la riqueza divina». El protagonismo siempre lo tiene el Señor, y por eso lo importante no son las técnicas: «la auténtica mística cristiana nada tiene que ver con la técnica: es siempre un don de Dios, del cual se siente indigno quien lo recibe», destaca el documento de los Obispos.
La denuncia de un obispo irlandés
En octubre de 2019, Alphonsus Cullinan, obispo de Waterford y Lismore (Irlanda), escribió una carta dirigida a las escuelas de su diócesis, advirtiendo sobre lo inadecuado de practicar yoga en dichos espacios, ya que «no es de origen cristiano». Y también se refirió al mindfulness, aclarando en primer lugar que en la tradición cristiana se practicó algo semejante desde los comienzos.
«Pero la atención plena cristiana no consiste en vaciar la mente, sino una meditación basada en Cristo, vaciando la mente de todo lo innecesario para que seamos conscientes de la presencia y el amor de Cristo», afirmó. Y se refirió a una conocida homilía que pronunció el Papa Francisco en 2015, en la que señaló que uno puede hacer «mil cursos de yoga, zen y todas esas cosas. Pero todo eso nunca será capaz de darte la libertad de hijo».
Para concluir su carta, monseñor Cullinan pidió a los directores y profesores de los colegios católicos que, en los centros en los que desarrollan su trabajo, animaran a los alumnos a «rezar el rosario» y los ayudaran a pasar tiempo con Jesucristo “en adoración o meditación tranquila” en el aula.
Jesús no necesita a Buda
Pero no sólo los pastores de la Iglesia han advertido a los creyentes sobre los riesgos del mindfulness. Otros autores católicos destacados se han referido al tema en sus escritos. En su libro Spiritual Warfare and the Discernment of Spirits (Guerra espiritual y el discernimiento de espíritus), Dan Burke, presidente del Instituto Ávila para la Formación Espiritual, repasa las reglas de San Ignacio de Loyola para el discernimiento espiritual, e indica que el mindfulness es uno de los más recientes desafíos a la espiritualidad de la Iglesia.
Sin dudarlo por un momento, el autor afirma que se trata de una infiltración del budismo, cuya popularidad entre los católicos está basada en la convicción de que «realmente Jesús tenía defectos que sólo Buda puede resolver. Por lo tanto, debemos buscar respuestas fuera de la Iglesia». Y añade: «desgraciadamente, el mindfulness tendrá una larga vida en la Iglesia porque es lucrativo para los que lo venden, interesante para los que lo compran, y porque la gente está desesperada por encontrar respuestas».
Por eso Burke insiste en «advertir al lector desesperado que sólo porque algo sea nuevo y popular, tenga una etiqueta católica, y no puedas encontrar nada malo en ello, no significa que no sea un ‘pozo envenenado’. La buena noticia es que Jesús nos prometió la paz, y no ha faltado a su promesa. No necesita a Buda para ayudarte a encontrar la paz».
No es compatible con la oración cristiana
Pero, sin duda, el estudio más exhaustivo y profundo que se ha hecho hasta la fecha sobre el mindfulness desde el punto de vista católico es el libro A Catholic Guide to Mindfulness (Una guía católica para el mindfulness), escrito por la periodista Susan Brinkmann, que además pertenece al Carmelo seglar.
Poco después de publicar su libro, Brinkmann fue entrevistada en The Catholic World Report, y en ella dejó claro en qué consiste el mindfulness, una técnica elaborada por «psicólogos que han adaptado una antigua técnica de meditación budista como un medio para ayudar a las personas que padecen diversos problemas de salud mental». Porque, de hecho, «el mindfulness se deriva de la tradición budista y es el séptimo paso del Noble Camino Óctuple, que los budistas creen que es un proceso que conduce al despertar a la verdadera naturaleza del yo».
La autora señala que, aunque «muchos psicólogos que utilizan el programa insisten en que no es espiritual y que se puede separar de sus raíces budistas», la realidad es la contraria, ya que para conseguir la atención plena «se requieren técnicas de meditación budista», por lo que –tal como revela en su libro con historias concretas– «adoptar la práctica de la meditación mindfulness puede alejar a uno de la fe».
Porque una cosa es clara –y aquí se repite lo enseñado por el documento Orationis formas–: hay muchos «cristianos que incorporan aspectos del mindfulness en su vida de oración, sin darse cuenta de que la meditación oriental no es compatible con la oración cristiana. La meditación en Oriente es un ejercicio mental diseñado para provocar un estado alterado con el fin de alcanzar la iluminación. En Occidente, meditación significa oración, cuyo objetivo es acercarnos a Dios».