(ZENIT Noticias / Ciudad del Vaticano, 14.01.2024).- La mañana del sábado 13 de enero, el Papa Francisco recibió en audiencia, en la Sala Clementina del Palacio Apostólico del Vaticano, a los miembros de la Asociación Deportiva “Athletica Vaticana”, quienes estaban acompañados por el cardenal José Tolentino de Mendonça. Ofrecemos a continuación la traducción al castellano del discurso del Papa, preparado por ZENIT:
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Eminencia, Excelencia
queridos amigos de Athletica Vaticana
¡Buenos días y bienvenidos, también con vuestras familias! Es bueno estar con las familias, incluidos los niños.
Saludo al cardenal José Tolentino de Mendonça, prefecto del dicasterio para la cultura y la educación, a quien, con la constitución apostólica Praedicate Evangelium, he pedido que se ocupe del diálogo con los apasionados del deporte, para que también ellos «se conozcan y se sientan reconocidos por la Iglesia como personas al servicio de la búsqueda sincera de lo verdadero, de lo bueno y de lo bello» (n. 154).Expreso mi alegría por la presencia de Athletica Vaticana en las calles, en las pistas y en los campos de juego, y por vuestro testimonio cristiano en el gran mundo del deporte, que hoy representa la expresión cultural más difundida, siempre que mantengáis ese amateurismo que custodia el deporte.
Mi saludo agradecido se dirige también a las autoridades deportivas internacionales e italianas que, con su presencia, dan testimonio de la vivacidad del diálogo y de la colaboración con la Santa Sede.
Es significativo que nuestro encuentro tenga lugar en los primeros días de 2024, que es el Año Olímpico y Paralímpico. Recordando el valor de la «tregua olímpica», mi esperanza es que, en el momento histórico particularmente oscuro que vivimos, el deporte pueda tender puentes, derribar barreras, favorecer relaciones pacíficas.
Con un estilo marcado por la sencillez, desde hace exactamente cinco años, Athletica Vaticana se ha comprometido a promover la fraternidad, la inclusión y la solidaridad, dando testimonio de la fe cristiana entre deportistas, aficionados y profesionales.
Queridos amigos, es muy significativo que intenten hacer todo esto compartiendo la vida de otros deportistas, corriendo o montando en bicicleta o jugando junto a ellos. Las iniciativas del Atletismo Vaticano -desde las más sencillas y espontáneas hasta la participación en eventos deportivos internacionales- adquieren todo su sentido como expresión de una comunidad formada por mujeres y hombres que, vinculados por el servicio común a la Santa Sede, viven su pasión por el deporte como una experiencia de evangelización.
Por eso, además de la actividad deportiva, vuestra asociación propone también momentos de oración y de servicio a los más necesitados. Forma parte de vuestra misión estar cerca -palabra clave- de los más frágiles: pienso en iniciativas con jóvenes con discapacidades físicas o intelectuales, con presos y detenidos, con emigrantes, con las familias más pobres. Y es bonito que todos participen en estos encuentros con la misma dignidad, incluidos los campeones olímpicos y paralímpicos, los diplomáticos y los miembros de la Curia. Retomo la palabra «cercanía», una cercanía que se hace tierna con el deporte. Como Dios con nosotros: Dios es cercano y tierno, y por tanto compasivo. Cercanía y ternura.
El deporte es un medio para expresar los propios talentos, pero también para construir la sociedad. El deporte nos enseña el valor de la fraternidad. No somos islas: en el terreno de juego, no importa de dónde viene una persona, qué lengua o cultura habla. Lo que cuenta es el compromiso y el objetivo común. Esta unidad en el deporte es una poderosa metáfora de nuestras vidas. Nos recuerda que, a pesar de nuestras diferencias, todos somos miembros de la misma familia humana. El deporte tiene el poder de unir a las personas, independientemente de sus capacidades físicas, económicas o sociales. Es un instrumento de inclusión que rompe barreras y celebra la diversidad. Incluso el Concilio Vaticano II señaló que el deporte puede ofrecer «una ayuda para establecer relaciones fraternas entre los hombres de toda condición, nación o raza» (Constitución pastoral Gaudium et spes, 61).
El juego, pues, se compone de reglas que hay que respetar. Ganar con humildad y aceptar la derrota con dignidad son valores que el deporte enseña y que deben vivirse en la vida cotidiana para construir una sociedad más justa y fraterna. «El deporte», como decía el Venerable Pío XII, «es una escuela de lealtad, de valor, de resistencia, de determinación, de fraternidad universal, virtudes todas ellas naturales, pero que proporcionan a las virtudes sobrenaturales un sólido fundamento» (Agli sportivi italiani, 25 de mayo de 1945).
El deporte también nos muestra que podemos afrontar nuestros límites con paciencia y determinación. Cada atleta, a través de la disciplina y el compromiso, nos enseña que con fe y perseverancia podemos alcanzar metas que nunca creímos posibles. Este mensaje de esperanza y coraje es crucial, especialmente para los jóvenes.
Os animo a cada uno de vosotros a ver el deporte como un camino de vida que os ayuda a construir una comunidad más unida y a llevar adelante los valores de la vida cristiana: lealtad, sacrificio, espíritu de equipo, compromiso, inclusión, ascesis, redención. ¡Adelante, queridos amigos de Athletica Vaticana! Y no olvidéis el amateurismo, que es como el jugo que da vida a la actividad deportiva. ¡Dad siempre lo mejor de vosotros mismos! Os bendigo de todo corazón. Y, por favor, no olvidéis rezar por mí. Gracias.
Traducción del original en lengua italiana realizada por el director editorial de ZENIT.