(ZENIT Noticias / Ciudad del Vaticano, 13.05.2024).- Los alumnos y profesores de la Escuela Vaticana de Paleografía, Diplomática y Archivística y los de la Escuela Vaticana de Biblioteconomía han sido recibidos en audiencia, la mañana del lunes 13 de mayo, por el Papa Francisco. La audiencia tuvo lugar en la Sala Clementina del Palacio Apostólico.
La Escuela Vaticana de Paleografía, Diplomacia y Archivística fue creada por León XIII el 1 de mayo de 1884 con el objetivo, declarado por el propio pontífice, de «promover los estudios históricos sobre el pontificado y la Iglesia» y preparar «al joven clero para el conocimiento y la ilustración de los documentos que hacen referencia a ella». Situada junto al Archivo Apostólico Vaticano, en el Patio Belvedere, la Escuela dispone de una sala multimedia con 36 puestos de trabajo equipados con monitores conectados directamente al ordenador del profesor. Durante las clases, además de utilizar herramientas didácticas tradicionales, los profesores hacen uso de proyecciones de textos desarrollados utilizando las más modernas tecnologías informáticas e imágenes fotográficas digitales y tridimensionales.
Por su parte, la Escuela Vaticana de Biblioteconomía, creada por voluntad de Pío XI, se detiene en los libros mismos y no sólo los tiene como objeto, sino que también se dirige a lo que los libros representan, es decir, la ciencia, el culto a la ciencia y a los nobles. esfuerzo en torno a la ciencia». El primer curso comenzó a las 10 horas del jueves 13 de noviembre de 1934, con un discurso de Eugène Tisserant, entonces Pro-prefecto de la Biblioteca Apostólica y futuro Cardenal Bibliotecario.
Ofrecemos a continuación una traducción realizada por ZENIT, de las palabras del Papa:
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Os agradezco por haber venido hoy a celebrar dos significativos aniversarios de las Escuelas del Archivo Apostólico y de la Biblioteca Apostólica: los 140 años de la Escuela Vaticana de Paleografía, Diplomática y Archivística y los 90 años de la Escuela Vaticana de Biblioteconomía. Son dos instituciones de enseñanza superior que alcanzan hitos importantes de los que me alegro, porque conozco y aprecio el empeño que todos vosotros ponéis en un servicio que ha preparado y sigue preparando a muchos archiveros y bibliotecarios en la Iglesia y en el mundo. Es una tarea importante, la vuestra, animar y apoyar, con toda voluntad, a las personas que, como dice el evangelista Lucas en el prólogo de su Evangelio, deciden «buscar cuidadosamente en todas las circunstancias» para llegar a la verdad. El suyo es un verdadero servicio a la «solidez de las enseñanzas recibidas», en sentido cristiano y humano (cf. Lc 1,3-4). Una solidez tan necesaria en tiempos de noticias que a veces se difunden sin verificación ni investigación.
Y es hermoso para mí ver este trabajo formativo de ustedes, que requiere una actualización continua, y constatar el aprecio con el que estas dos Escuelas están rodeadas. Por ello, estoy agradecido por el esfuerzo realizado en vista del pleno reconocimiento institucional del que estas Escuelas pueden disfrutar.
Sin embargo, debemos ser conscientes de que nunca debemos complacernos con los resultados obtenidos: estamos ante desafíos culturales decisivos y de época. Me permito señalar algunos que -estoy convencido- están presentes también para quienes las dirigen a nivel formativo. Pienso, por ejemplo, en los grandes temas relacionados con la globalización, el riesgo de la homogeneización y la devaluación del conocimiento; pienso en la relación cada vez más compleja con las tecnologías; en las reflexiones sobre las tradiciones culturales que deben ser cultivadas y propuestas sin imposiciones mutuas; pienso en la necesidad de incluir y nunca excluir a nadie de las fuentes del conocimiento y, al mismo tiempo, de proteger a todos de lo tóxico, lo insano y lo violento que puede anidar en el mundo de las redes sociales y el conocimiento tecnológico.
En este contexto, la primera capacidad que se les requerirá será la de una gran apertura al diálogo, la disposición a acoger, especialmente a las marginalidades y las pobrezas materiales, culturales y espirituales. ¡Que verdaderamente los estudios se enfrenten a la fragilidad y la riqueza de los hombres de hoy! Y esto no solo es válido para ustedes, estudiantes, sino también para los profesores que los guían.
Nuestras dos Escuelas han experimentado en estos años profundas reformas, pero deben seguir enfrentándose a las necesidades de los lugares de conservación del saber y a otros institutos de formación profesional similares, para aprender y compartir ideas y experiencias, para crecer en apertura y evitar el ensimismamiento. ¡Qué feo! Como decimos en Argentina: «yo, me, mi, conmigo, para mí», yo, me, mi, conmigo, para mí. ¡Eso es feo! Todo esto debe ser el punto de partida para un verdadero relanzamiento. De hecho, creo que para eso deben servir aniversarios como los que hoy estamos celebrando: no solo para honrar viejas glorias, o para recordar con gratitud a quienes han querido y apoyado en el pasado estas instituciones, sino para mirar hacia adelante, hacia el futuro, para tener el coraje de repensarnos frente a las demandas del mundo cultural y profesional.
Estas Escuelas poseen, desde sus orígenes, una característica decisiva: la de tener un enfoque eminentemente práctico y un enfoque concreto a los problemas y los estudios, según una línea que he indicado varias veces, porque el enfrentamiento con la realidad de las cosas vale más que la ideología. Las ideologías siempre matan. De ustedes se enseña y se aprende a ser archiveros y bibliotecarios en contacto, además de con los estudios, con la experiencia viva de quienes ejercen esta profesión en la Biblioteca y el Archivo; ustedes tienen el privilegio de formarse directamente del patrimonio secular que el Archivo y la Biblioteca tienen el deber y la responsabilidad de custodiar y transmitir a las generaciones presentes y futuras. Y estos contactos, además de ser ocasiones de aprendizaje técnico, también son estímulos de apertura mental y humana. Que esta concreción y esta apertura sean las estrellas polares de su futuro camino y de un decidido relanzamiento de las dos Escuelas vaticanas.
Con estas esperanzas, bendigo de corazón a todos ustedes y a su trabajo. Y les pido por favor que recen por mí. ¡Gracias!
Traducción del original en lengua italiana realizada por el director editorial de ZENIT.
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