El Obispo de Roma les dio las gracias por llamar la atención del mundo sobre el papel del médico de familia con la campaña "¡Gracias, médico!" Foto: Vatican Media

Las palabras del Papa sobre los médicos que deberían leer quienes se dedican a sector salud

Discurso a los participantes en el Encuentro Internacional promovido por «Somos Community Care»

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(ZENIT Noticias / Ciudad del Vaticano, 25.05.2024).- «Competencia» y «cercanía» son las características que hacen fundamental el papel del «médico de familia», dijo el Papa Francisco el sábado 25 de mayo, recibiendo a trescientos médicos de cabecera de distintos continentes.

El Obispo de Roma les dio las gracias por llamar la atención del mundo sobre el papel del médico de familia con la campaña «¡Gracias, médico!» (ThankYouDoctor.org), una iniciativa promovida por la asociación sin ánimo de lucro “SOMOS Community Care”, de Nueva York, con el apoyo de la Federación Nacional de las Órdenes de Cirujanos y Dentistas (FNOMCeO) y la Academia Pontificia para la Vida.

Recuerdos de infancia del Papa

Durante el encuentro, el Papa Francisco, tras saludar al doctor Ramón Tallaj, fundador de “SOMOS Community Care”, y al arzobispo Vincenzo Paglia, presidente de la Pontificia Academia para la Vida, abrió su corazón relatando los recuerdos más entrañables de su infancia, en particular cuando tenía cinco años, «el 15 de julio del 42», cuando «mi madre esperaba su cuarto hijo, y mis hermanos y yo, mi hermano estaba con gripe, vino el médico».

«¡Un recuerdo muy bonito! Nos dio una medicina, era un resfriado, una gripe. Luego se acercó a mamá, que estaba allí con papá, y le tocó la barriga diciendo: ‘¡Eh, ya es hora! Esperemos…». Y esa misma tarde nació el cuarto hijo. Estos recuerdos de ternura, de familiaridad con el médico de familia, son cosas que llevo conmigo, porque en aquel tiempo las cosas eran tan, ¡tan bonitas!», recordaba emocionado el Papa Francisco.

El médico, «el que cuida»

Francisco se detuvo en la importancia de dos aspectos de la misión del médico de familia. En primer lugar, el médico es «el que cuida»; más allá de los avances científicos, la medicina es siempre y ante todo encuentro de personas, es cuidado, cercanía, escucha, y «ésta es la misión del médico de familia», explicó el Pontífice.

Subrayó que el enfermo no sólo mira al médico por su competencia profesional, sino que ve en él una presencia amiga que infunde confianza en la curación y que, si ésta no es posible, sigue mirándonos a los ojos hasta el final, sin dejarnos solos. Para ilustrar este papel del médico, prosiguió abriendo su corazón: «Recuerdo de niño al médico de la familia que venía a casa, nos curaba; también recuerdo a la comadrona de la familia porque éramos cinco, así que cuando venía aquella mujer con la maleta, ¡sabíamos que venía un hermanito! En aquella época, el médico de la familia me resultaba familiar y tengo muy buenos recuerdos del médico de la familia».

El médico, una persona «familiar

La segunda razón por la que el papel del médico de familia es valioso, según el Papa, es la de «ser una persona ‘de familia'». «La presencia del médico de familia, de hecho, ayuda a rodear al enfermo de una red de afecto, de compartir y de solidaridad, que va más allá de la fase diagnóstico-terapéutica, reforzando las relaciones humanas, haciendo del sufrimiento un momento de comunión que hay que vivir juntos, no sólo por el bien del paciente, sino por el de todos: de los que cuida, de los familiares, de la comunidad ampliada».

«Así evitamos el riesgo de que la persona que sufre y sus allegados sean absorbidos por la máquina de la burocracia y de la informatización; o peor aún, que acaben siendo víctimas de lógicas de mercado que poco tienen que ver con la salud, sobre todo cuando se trata de ancianos y personas frágiles», concluyó el Santo Padre.

«¡Gracias, Doctor!»

La campaña «¡Gracias, médico!» ha recogido ya más de un millón de adhesiones de personas de diferentes partes del mundo y ha logrado el apoyo de instituciones como la Federación Nacional de las Órdenes de Cirujanos y Dentistas, la Unión Europea de Médicos Generales y de Familia (UEMO), la Federación de Médicos Católicos del Mundo, el Consejo Mundial de la Salud y el Journal of Research & Applied Medicine.

Las instituciones firmaron la Declaración para el redescubrimiento del médico de familia, en la que se hace un llamamiento a todos los agentes sociales y políticos para que aúnen sus esfuerzos y vuelvan a situar la relación médico-paciente en el centro de nuestros sistemas sanitarios.

Las instituciones han firmado la Declaración para el redescubrimiento del médico de familia, en la que hacen un llamamiento a todos los agentes sociales y políticos para que aúnen esfuerzos y vuelvan a situar la relación médico-paciente en el centro de nuestros sistemas sanitarios

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Discurso completo traducido al español por ZENIT:

Me alegro de conocerles. Saludo al doctor Ramón Tallaj, fundador de SOMOS Community Care, y a monseñor Vincenzo Paglia, presidente de la Academia pontificia para la vida. Juntos, en estos días, habéis querido reflexionar sobre la importancia de revalorizar el papel y la presencia, en el ámbito sanitario y social, del médico de familia, y esto está muy bien, porque es una figura fundamental, que aúna competencia y proximidad. Por ello, me gustaría destacar brevemente dos aspectos de esta misión, partiendo precisamente de su definición: el de ser médico y el de ser «de la familia».

Primero: el médico, es decir, el que cuida. Hoy en día, la ciencia ha hecho grandes progresos. Podemos acceder a terapias inimaginables hace sólo unas décadas. Pero la medicina, incluso la más tecnificada, es siempre ante todo un encuentro humano, hecho de cuidados, de cercanía y de escucha, y ésta es la misión del médico de familia. Cuando estamos enfermos, en el médico buscamos, además del profesional competente, una presencia amiga con la que podamos contar, que nos infunda confianza en nuestra recuperación y que, incluso cuando ésta no es posible, no nos deje solos, sino que siga mirándonos a los ojos y asistiéndonos, hasta el final. San Lucas -a quien san Pablo llama «el querido médico» (Col 4,14), ¡un colega suyo! – describe así la actuación de Jesús con los enfermos (cf. Lc 5,12-26; 8,40-56): Jesús se acercaba a ellos, entraba en sus casas, les hablaba, les escuchaba, les acogía en su sufrimiento y les curaba. El médico de familia es así, presente, cercano, capaz de dar calor además de asistencia profesional, porque conoce personalmente a sus pacientes y a sus seres queridos y camina con ellos, día a día, incluso a costa de sacrificios.

De niño, recuerdo al médico de la familia que venía a casa, nos curaba; también recuerdo a la comadrona de la familia porque éramos cinco, así que cuando venía aquella mujer con la maleta, ¡sabíamos que venía un hermanito! Tengo muy buenos recuerdos del médico de la familia de entonces.

Y esto nos lleva a la segunda razón por la que su papel es valioso: ser una persona «familiar». Es la dimensión comunitaria de los cuidados, que requiere «contextualizar […] a cada paciente en sus relaciones» y en sus «vínculos afectivos y sociales»[cf. Intervista a Mons. Renzo Pecoraro, “La finestra del Papa”, 15 novembre 2023].

En efecto, la presencia del médico de familia contribuye a rodear al enfermo de una red de afecto, de compartir y de solidaridad, que va más allá de la fase diagnóstico-terapéutica, reforzando las relaciones humanas, haciendo del sufrimiento un momento de comunión que hay que vivir juntos, no sólo por el bien del paciente, sino por el de todos: del cuidador, de los familiares, de la comunidad ampliada. Así se evita el riesgo de que la persona que sufre y sus allegados sean absorbidos por la máquina de la burocracia y la informatización; o peor aún, que acaben siendo víctimas de lógicas de mercado que poco tienen que ver con la salud, sobre todo cuando se trata de personas mayores y frágiles.

El cuidado y la familiaridad son dos regalos de gran valor para los que sufren. Como ya he dicho, tengo muchos buenos recuerdos del médico de cabecera. Recuerdo -yo nací en el 36- recuerdo un 15 de julio del 42, mamá esperaba su cuarto y yo y mis hermanos, mi hermano estaba con gripe, vino el médico y dijo: ‘Estoy viendo…’. ¡Un recuerdo muy bonito! Y nos dio la medicina, era un resfriado, una gripe. Y entonces se acercó a mamá, mamá estaba allí con papá y le tocó la barriga y dijo: «¡Eh, ya es hora! Esperemos…». Y esa misma tarde nació el cuarto. Estos recuerdos de ternura, de la familiaridad del médico de familia, son cosas que llevo conmigo porque en aquella época ¡las cosas eran tan, tan bonitas!

Por eso, queridos amigos, es importante lo que hacéis. Renuevo mi bendición sobre vuestro proyecto y rezo por vosotros. Y os pido, por favor, que no os olvidéis de rezar por mí. Gracias.

Traducción del original en lengua italiana realizada por el director editorial de ZENIT.

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Redacción Zenit

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