(ZENIT Noticias / Roma, 23.08.2024).- Las peregrinaciones contemporáneas han visto un resurgimiento notable, con miles de personas buscando no solo recorrer senderos históricos, sino también encontrar una conexión más profunda con la espiritualidad y la cultura. En 2022, el Camino de Santiago en España atrajo a casi 450,000 peregrinos, consolidándose como la ruta más emblemática de Europa. Sin embargo, otro camino, menos transitado pero igualmente significativo, ha comenzado a captar la atención de quienes buscan una experiencia más íntima: la Vía de Francisco en Italia.
Este recorrido, que ha experimentado un incremento del 26% en peregrinos desde el año pasado, lleva a los caminantes a través de los paisajes montañosos de los Apeninos, desde Florencia hasta Roma, siguiendo las huellas de San Francisco de Asís. Esta ruta no solo ofrece un viaje físico, sino también una inmersión en la vida y enseñanzas de uno de los santos más venerados de la cristiandad.
El auge en la popularidad de la Vía de Francisco puede entenderse en el contexto de un mundo moderno que, al igual que en el siglo XII, enfrenta tensiones entre el materialismo y la búsqueda de un propósito más elevado. San Francisco, quien renunció a su vida de comodidades para fundar la Orden Franciscana en 1210, es un símbolo de la simplicidad y la conexión con la naturaleza, valores que resuenan poderosamente en la sociedad actual.
La ruta, que abarca 550 kilómetros, ofrece un reto accesible a aquellos con un nivel moderado de condición física. Los peregrinos atraviesan regiones pintorescas como la Toscana, Umbría y Lacio, visitando lugares cargados de historia y espiritualidad, como Asís, la ciudad natal de San Francisco, y Greccio, donde se representó por primera vez el pesebre navideño.
Para quienes desean emprender esta travesía, existen múltiples opciones de alojamiento en monasterios y conventos históricos que no solo ofrecen comodidad, sino también una conexión directa con la rica herencia espiritual de la región. Desde la Foresteria Valdese en Florencia hasta la Casa Valdese en Roma, los peregrinos pueden experimentar una hospitalidad que refleja los valores franciscanos.
En última instancia, la peregrinación por la Vía de Francisco culmina en la majestuosa Roma, donde los últimos pasos llevan a los peregrinos a la Plaza de San Pedro. Este es un punto culminante no solo del viaje físico, sino también del espiritual, pues aquí fue donde Francisco buscó la aprobación papal para su orden, marcando un momento crucial en la historia del cristianismo.
Así, la Vía de Francisco no es solo un recorrido a través de la Italia central, sino un viaje que invita a los peregrinos modernos a reflexionar sobre su propia vida, inspirados por la sencillez y la devoción de un santo cuya influencia perdura siglos después de su muerte.
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