(ZENIT Noticias / Ciudad de México, 19.11.2024).- La noche del sábado 9 de noviembre en el pueblo de Entabladero, Veracruz, dos jóvenes vidas fueron segadas en un acto de violencia que conmociona a una comunidad ya acostumbrada al miedo. Uno de los menores era monaguillo; el otro, un niño que ayudaba a su madre a limpiar la iglesia local. Ambos fueron asesinados a balazos por hombres armados que llegaron en motocicleta y huyeron tras cometer el ataque.
Mientras los fiscales investigan los motivos detrás de este doble homicidio, la Iglesia Católica confirma que se trata de otro golpe devastador a sus comunidades en México, un país donde la violencia ha convertido a templos y líderes religiosos en blancos recurrentes.
La sombra de la violencia sobre la Iglesia
El asesinato de estos dos niños no es un hecho aislado. Apenas semanas atrás, el 20 de octubre, el sacerdote y defensor de los derechos indígenas José Guadalupe Rivas murió a tiros en Chiapas. En el último lustro, diez sacerdotes han sido asesinados en México, un país donde el ejercicio de la fe y la defensa de los derechos humanos se han convertido en actos de alto riesgo.
En 2023, otro sacerdote fue asesinado en Michoacán, una región afectada profundamente por el narcotráfico y las luchas por el control territorial. Estos episodios reflejan no solo la vulnerabilidad de los clérigos y laicos, sino también la incapacidad del sistema de justicia para frenar la ola de asesinatos.
Un ícono del deporte indígena también cae
En el estado vecino de Oaxaca, la violencia se cobró otra víctima: Rigoberto Martínez, entrenador del equipo de baloncesto juvenil Triqui. Martínez lideraba un proyecto que inspiraba a jóvenes de comunidades indígenas empobrecidas a usar el deporte como herramienta de transformación social.
El equipo Triqui, conocido como los «Gigantes Descalzos», alcanzó notoriedad internacional en 2013 cuando jugaron contra equipos estadounidenses en Los Ángeles, representando la esperanza de una generación marcada por la pobreza y los conflictos en su región natal. Su historia incluso llegó al cine con el documental *Gigantes Descalzos* en 2015.
El asesinato de Martínez añade un nombre más a la larga lista de víctimas en la comunidad triqui, donde al menos 34 asesinatos permanecen impunes. Las luchas internas y las tensiones territoriales han sembrado terror en esta región durante dos décadas, intensificando el aislamiento y la desesperanza.
Estos actos de violencia revelan una crisis que va más allá de estadísticas. Son historias que personifican el fracaso de las instituciones para proteger a quienes buscan construir comunidades de paz, ya sea desde un altar, un gimnasio o una cancha de baloncesto.
Mientras México continúa enfrentando este sombrío panorama, queda la pregunta de cuánto más podrán resistir las comunidades antes de que el miedo y la violencia destruyan lo que queda de su tejido social.
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